Vemos, pues, que la adolescencia es un período de cambios
rápidos y notables, entre los que figuran los espectaculares cambios físicos
que ya hemos citado, encaminados todos ellos a poner a punto la capacidad de
reproducción. Además de esta metamorfosis corporal, se produce una
maduración de las funciones cognitivas, adquiriendo el joven una nueva
capacidad para pensar de manera lógica, conceptual y con visión de futuro,
sucediendo, al mismo tiempo, un desarrollo psicosocial que permite al
adolescente una mejor comprensión de uno mismo en relación a los demás.
Podemos diferenciar a continuación las situaciones que se producen según las
edades a lo largo de la transición adolescente.
En la adolescencia temprana, de los 10 a los 13
años de edad, el pensamiento tiende aún a ser concreto, con fines muy
inmediatos, y la separación de los padres apenas comienza, con una actitud
rebelde, pero sin un real distanciamiento interno. Las amistades son
fundamentalmente del mismo sexo; generalmente se tiende al grupo, con un
tímido avance hacia el sexo opuesto. La religiosidad a veces se exacerba,
otras se apaga, pero siempre está ligada a los puntos de vista familiares.
Son frecuentes las demostraciones de mal genio, las populares rabietas,
muchas veces abiertamente dirigidas a los padres. Estas manifestaciones
pueden transformarse, en algunos casos, en conducta antisocial o
delincuente, tales como robos, conducción de vehículos a velocidades
excesivas, etc. Si éstas son ocasionales, no implican necesariamente
posteriores trastornos psicopatológicos. En otros casos, la alteración
emocional se traduce por una retirada pasiva de los intereses o actividades
habituales, encerrándose el chico en sí mismo, recluyéndose en su habitación
y presentando síntomas claros o enmascarados de tipo depresivo.
Cuando llega la adolescencia media, de los 14 a
los 16 años, la separación de la familia comienza a hacerse más real. La
búsqueda de amigos es más selectiva y pasa de las actividades de grupo a
otras en pareja. El adolescente busca diversas alternativas en cuanto a
parejas, actividades y puntos de vista. Esta variabilidad se ve acentuada
por su capacidad de pensar en forma abstracta, y de jugar con ideas y
pensamientos filosóficos. La preocupación casi obsesiva que tenía en la
etapa previa (adolescencia temprana) por las transformaciones corporales, es
reemplazada por una pujante atención en la relación interpersonal y en las
ideas propias y de los demás. No obstante, en algunos casos pueden aparecer
síntomas ligados al exceso de preocupación por el propio cuerpo o mente, que
se traducen en regresiones hipocondríacas o narcisistas, en un centrarse
constantemente en sí mismo, y en una indiferencia completa hacia las
necesidades o intereses de los familiares y otras personas. En otros casos
surge la sintomatología ansiosa y depresiva de manera abierta, aunque
acostumbra a ser transitoria. Con menor frecuencia aparecen sentimientos de
despersonalización (por ejemplo, mirarse al espejo y desconocer la propia
imagen) o dudas acerca de la identidad sexual, que a veces llevan a una
necesidad imperiosa (compulsiva) de demostrarse muy masculino o femenino.
Por último, en la adolescencia tardía, de los 17 a
los 19 años, es cuando surgen relaciones interpersonales estables, con
aproximación física y, a veces, contacto sexual. Tanto en el plano biológico
como en el psicológico, existe en esta fase una mayor capacidad de
compromiso (la «capacidad de intimidad» es un logro propio de esta etapa).
Otro logro paralelo es el de la identidad, que implica una autoimagen
estable. En el plano cognitivo, la capacidad de abstraer permite planificar
el futuro y preocuparse por el estudio, el trabajo, su vida en pareja, etc.
La relación con la familia a veces vuelve a ser importante, con una visión
menos crítica y una actitud menos beligerante hacia los padres.
Alguna vez surge la "identidad negativa", en la que el
joven actúa de forma exactamente opuesta a la sugerida por los valores
familiares, o la "difusión de la identidad", en la cual el joven explora
reiteradamente múltiples áreas de actividad, tipos de trabajo, o múltiples
parejas... O sea, no se hace la transición de la etapa exploratoria normal
de la adolescencia temprana y media a la estabilidad propia de la etapa
tardía y del adulto joven. Sin embargo, en algunos casos el adolescente
realiza la "moratoria de identidad", en la cual deliberadamente decide no
optar en cuanto a elecciones vocacionales o de pareja hasta más adelante, y
quiere prepararse lentamente para poder tomar esas decisiones. Éste puede
ser un paso maduro y lógico en algunos, pero en muchos otros se relaciona
con un temor a crecer o a tomar decisiones.