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¿SE
TERMINÓ EL AMOR, EL CARIÑO?
Más que
una duda, muchas veces parece un lamento. Las expresiones más comunes son:
«¡Cómo es posible que ya se haya terminado el amor!»; o, lo que es peor: «¡Pero
¿cómo ha durado tan poco su amor?!».
Aquí
normalmente se produce una diferencia en la forma de enfocar esta situación,
según se trate de un hombre o una mujer. Sin pretender generalizar, la mayoría
de los hombres asume con menos resistencias esta posibilidad. Su naturaleza
biológica, muy diferente a la de la mujer, les lleva a aceptar más rápidamente
que el amor se ha podido terminar. Ellos suelen vivir esa primera fase de
enamoramiento, que a veces confunden con apasionamiento, con gran intensidad;
pero también se desinflan con mayor facilidad. Sin duda, los miles de años de
historia, en que las funciones que realizaban los hombres y las mujeres eran muy
distintas, han condicionado fuertemente sus emociones y sentimientos en relación
al amor.
El hombre
se dedicaba habitualmente a la guerra o a la caza, mientras que la mujer cuidaba
de la familia y cultivaba el campo. En ellos todo era acción, rapidez, fuerza,
lucha, victoria, derrota, idas, venidas y vuelta a empezar. En las mujeres
predominaba la atención, la observación y el cuidado de la prole y del resto de
la familia, la paciencia, la perseverancia, el trabajo callado y continuado...,
y la larga espera del hombre.
No
debemos pensar que la huella que ha dejado en nosotros la conducta realizada
durante miles y miles de años desaparezca de nuestra base biológica en unas
pocas décadas. En este sentido, resulta paradójica la poca importancia que se ha
otorgado a este hecho por parte de la educación que hemos recibido; ¿cómo es
posible que apenas nos hayan informado sobre estas profundas diferencias, que
marcan en gran medida la vida y los sentimientos de los hombres y las mujeres?
Algunos
aspectos nos parecen tan evidentes que nadie los pone en duda. Por ejemplo,
todos asumimos que los hombres tienen más fuerza física que las mujeres, ¿pero
por qué no tenemos claro que los hombres y las mujeres sienten el amor de forma
diferente? ¡Cuidado!, no estoy diciendo que unos lo sientan con mayor o menor
profundidad, pero sí que lo viven de forma distinta.
Al igual
que nuestra sexualidad es diferente, cuando surgen las dudas en las relaciones
amorosas o afectivas, nuestra vivencia también es dispar.
Si el
hombre ha identificado amor con pulsión sexual, cuando ésta disminuye por el
paso del tiempo, o porque se han producido una serie de circunstancias que han
condicionado esa relación, puede pensar que ya se terminó el amor y, en
consecuencia, cambia su conducta o sus manifestaciones.
A las
mujeres les cuesta más asumir que el amor se ha terminado, porque lo
experimentan de forma distinta. Salvo ciertos casos, y en determinadas edades,
para la mujer la sexualidad será un componente más del amor, pero no el único, y
en muchas ocasiones ni tan siquiera será el elemento crucial.
La
afectividad también es diferente y la mujer estará especialmente sensible a las
manifestaciones de cariño, a los cuidados, mimos, atenciones y detalles por
parte de su pareja. Para la mujer, el hecho de que sienta la ausencia de estas
manifestaciones significa que ella aún las espera; sus dudas y angustias surgen
al constatar que su pareja no parece sentir esta necesidad o, lo que a veces es
peor, no parece ser consciente de que ella lo está pasando mal.
Ahí
empiezan las diferencias insalvables y, sin quererlo, surgen las semillas del
desencuentro.
La mujer,
lejos de pensar que el hombre siente el amor de otra forma y lo manifiesta de
manera distinta, empieza a pedir y a exigir esas manifestaciones afectivas que
tanto añora y que en ella van unidas al hecho de sentir amor.
El
hombre, con frecuencia, se siente sorprendido y requerido a tener determinadas
manifestaciones afectivas que le cuestan, pues en muchas ocasiones no le surgen
de forma espontánea. Por otra parte, el hecho de sentirse «casi obligado», lejos
de estimularle o acercarle afectivamente hacia su pareja, le produce rechazo y
distanciamiento.
Las dudas
sobre si se terminó el amor o el cariño en muchas ocasiones no se producirían si
ambos, hombres y mujeres, conociéramos perfectamente la forma de vivir el amor
de unos y otros; si supiéramos en detalle las distintas fases que atravesamos,
la secuencia de manifestaciones afectivas que se van produciendo, cómo podemos
estimularlas, lo que hace que cada día ese amor crezca, lo que lo destruye, lo
que lo potencia, lo que lo arruina...
Pero los
hechos son los que son, dirán muchos navegantes, y se preguntarán qué hacer
cuándo en su caso concreto surgen esas dudas, esas terribles preguntas que
parecen marcar el final de una etapa feliz.
Vamos a
intentar dar respuesta a esas situaciones difíciles que todos hemos vivido.
Posteriormente, según profundicemos en la lectura de este espacio Web, iremos
conociendo esas diferencias y singularidades que nos ofrecerán más luz en estas
situaciones llenas de incertidumbre; mientras tanto, señalaremos algunas claves
que nos pueden ayudar en estos momentos:
1. En
toda relación afectiva, tarde o temprano surgirán dudas. Cuando lleguen, las
viviremos como una parte más del proceso, no como el inicio de un final
anunciado.
2. Las
dudas no son peligrosas, cuando las recibimos con calma, sin angustia, nos
ayudan a ver la verdad, la realidad de nuestros sentimientos y nos muestran
hasta qué punto somos conscientes de nuestras emociones y no nos dejamos devorar
por ellas.
3. Además
de ver lo que está sucediendo, nos ayudará mucho el ser conscientes de nuestras
creencias y de lo que estamos pensando. Los pensamientos y las emociones que
surgen en nosotros son responsables de lo que sentimos en cada momento.
Normalmente, nuestro trabajo se dirigirá a ver lo que sucede en todo momento en
nuestro interior y exterior; ver sin juzgar, sin nombrar, ver con claridad
nuestros ideales y creencias, ver también cómo surgen los pensamientos negativos
en nuestra mente, y ver lo que no debe ser en nuestra vida. Sólo así permitimos
que surja lo que debe ser.
Para ver
la verdad en nuestra vida, lo que es, nuestra propia realidad, uno debe ejercer
una atención total en el presente, en el "segundo eterno". ¡Y no olvidarnos de
vivir en el propio cuerpo físico, y de respirar calmada y profundamente!
Si así lo
hacemos, nos sorprenderá ver en qué medida conseguimos mejorar nuestra vida, los
pensamientos, sentimientos y estado de ánimo.
4. Es bueno que tomemos distancia de la situación, para ello podemos utilizar un
registro de conducta (1). Cuando lo rellenamos, sentimos como poco a poco el
sentido común termina prevaleciendo sobre la sinrazón. En espacios posteriores
veremos recursos para mejorar estas situaciones que no deben ser.
5. Cuando nos encontremos demasiado agobiados o confusos ante estas dudas, será
importante que nos concedamos un tiempo de descanso. Si la situación lo permite,
unos días o semanas sin ver a nuestra pareja nos pueden ayudar a saber lo que
sentimos. Aquí es probable que la otra persona no quiera acceder a esta tregua,
pues la puede vivir como un distanciamiento o abandono; será muy importante cómo
se lo comuniquemos; lo haremos con calma y con afecto, pero también con
convicción, sin dar marcha atrás. De la misma forma que no nos podemos imponer
un sentimiento, debemos concedernos la tranquilidad y la distancia que nos
ayudarán a ver, sentir y analizar tanto la situación que vivimos, como el estado
de nuestra relación.
Cuando la
situación haga muy difícil esta opción, porque vivan juntos y tengan hijos en
común, se buscará un acuerdo de mínimos, que consistirá en que, viviendo juntos,
se concederán «un tiempo de descanso mutuo», en que no hablarán sobre los
sentimientos de cada uno, intentarán no realizar actividades conjuntas, no
tendrán relaciones íntimas...
6. Una
vez conseguida esa tregua, para que ésta sea efectiva, en una primera fase nos
forzaremos a ocupar nuestra mente en cosas distintas; de esta forma
conseguiremos ese «distanciamiento», que nos permitirá ver y analizar nuestros
sentimientos y los hechos con más claridad.
7. Si
después de ese periodo seguimos teniendo dudas, no forzaremos la relación; se lo
explicaremos a nuestra pareja e intentaremos encontrar un acuerdo. Si la pareja
decide que no quiere esperar más, estará en su derecho, pero alejaremos
inmediatamente de nuestra mente los pensamientos de derrota o fracaso. Una
pareja que decide no dar a la otra persona la tranquilidad que en ese momento
necesita, seguramente no era la pareja ideal para continuar la relación amorosa.
Cuando el
amor es auténtico, las personas con equilibrio emocional saben que no pueden ni
deben forzar las situaciones.
El
respeto y la confianza en nosotros mismos y en nuestro amor harán que esas
primeras dudas las recibamos con calma. El conocimiento de la singularidad de la
otra persona nos ayudará a superar inquietudes, vencer temores y establecer
nuevos y fructíferos canales de comunicación.
Si al
final, desde la tranquilidad que da el convencimiento, decidimos que se terminó
el amor de pareja, no renegaremos del mismo; antes bien, intentaremos extraer
las enseñanzas y las vivencias que nos aportó, y lo haremos no para trasladarlas
a la siguiente relación, sino para avanzar en ese aprendizaje particular que nos
permitirá sentirnos mejor cada día con nosotros mismos y con las vivencias que
tendremos en un futuro.
Cuando
el cariño se ha terminado, lo mejor que podemos hacer es mimarnos; mimarnos en
la medida en que lo necesitemos. Para ello no nos regañaremos ni traeremos a
nuestra, mente sucesos dolorosos. Mimarnos es abrazarnos y querernos en esos
momentos de buscada o forzada soledad.
Habrá casos, sin embargo, en los que todavía sintamos dudas y nos planteemos
aquello de: ¿aún puedo tener esperanza?
(1) Registro de conducta
Nombre / Edad
Día/hora |
Situación
¿Dónde estáis, quiénes y qué hacéis? |
Conducta problema
¿Qué hace o dice la pareja? (literalmente) |
Respuesta tuya o de otras personas presentes
(literalmente qué hacen o dicen) |
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Los registros constituyen una herramienta fundamental para el psicólogo, pues le
permite tener una radiografía muy completa de la situación; gracias a los
registros sabemos qué está pasando, cuándo ocurre, en qué circunstancias, cómo
reaccionan las distintas personas..., pero también son de gran de ayuda para
quien los realiza, pues empieza a darse cuenta de una serie de hechos que antes
le podían haber pasado desapercibidos.
Los registros son anotaciones «literales» de lo que pasa en el medio familiar,
social, laboral... del paciente. De esta forma, la evaluación será más completa
y nos permitirá ajustar al máximo nuestras pautas de intervención. Nos ayudan a
ser objetivos con los hechos y, desde el principio, nos hacen ser conscientes de
nuestras propias actuaciones, de las conductas de los que nos rodean, de cómo
reaccionamos ante los acontecimientos, de cómo influimos o nos dejamos influir
por los demás...
En las situaciones de pareja, los registros nos muestran cómo reacciona cada
uno, ante qué circunstancias se producen los momentos más conflictivos, las
acciones que crean tensión en la pareja, las que relajan el ambiente, las que
ayudan a establecer «puentes» entre ambos...
A lo largo de una intervención psicológica, lo normal es que pidamos que nos
hagan distintos tipos de registros, que nos ayudarán a evaluar las variables
fundamentales del caso; de la misma forma, proporcionarán a la pareja las claves
que antes les habían pasado inadvertidas.
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