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UTILIZAR A LOS HIJOS CONTRA LA PAREJA
Pocas
personas admitirán que utilizan a sus hijos para vengarse de sus parejas, pero
todos sabemos que, desgraciadamente, ésta es una realidad en permanente ascenso.
Hay
progenitores que lo hacen de forma consciente y deliberada; otros como reacción
ante el ataque que sufren por parte de sus parejas, y otros sin darse cuenta del
daño que están produciendo en sus hijos.
Algunas
personas nos preguntan cómo pueden defenderse ante la actitud desleal y
canallesca que mantiene la pareja que es capaz de utilizar a los hijos como arma
arrojadiza. La respuesta no es sencilla, pero siempre hay una cosa muy
importante que podemos hacer: clarificar la situación a los hijos, en función de
la edad y del desarrollo emocional que tengan. Si algo necesitan los hijos en
estas situaciones, es poder tener las ideas claras y sentir que al menos un
progenitor conserva la calma y es capaz de actuar con justicia, con objetividad
y con equilibrio.
Ellos
podrán llegar a asimilar, aunque les cueste, que uno de los padres manifiesta
una conducta o una actitud poco racional, pero al menos necesitan que el otro
progenitor actúe de forma diferente. En estos casos, hay padres que se plantean
que a ellos les toca la parte más difícil de la educación; que mientras uno
actúa de «bueno y de consentidor», ellos deben asumir la parte menos grata, la
que debe imponer una serie de normas, reglas, hábitos, pautas y límites, sin los
cuales sería un caos la convivencia. A estos padres quiero decirles que no se
agobien:
Los
hijos saben distinguir muy bien quién actúa desde la comodidad, y quién lo hace
desde la coherencia y el esfuerzo. Al final, siempre valorarán más al padre
coherente que al padre oportunista.
Por otra
parte, ya hemos insistido en espacios anteriores en que El NO también ayuda a
crecer que, a veces, intereses ajenos a los padres provocan situaciones muy
dramáticas. Con frecuencia hemos encontrado en nuestra práctica profesional a
parejas que deseaban alcanzar un acuerdo razonable por el bien de sus hijos,
pero la intervención de otras personas hacía inviable este buen propósito. En
estos casos, si realmente buscamos que nuestras acciones repercutan
favorablemente en la marcha de los hijos, intentemos aprender y formarnos, de
forma que podamos ver con claridad la realidad de nuestra vida y, también,
considerar lo que nos tienen que decir los psicólogos y los profesionales de la
educación, y no seguir ciegamente el consejo de personas cuyo centro de interés
responde a otros objetivos.
En
definitiva, nunca debemos utilizar a los hijos contra la pareja, pero tampoco
debemos dejar que éstos sufran la manipulación de un progenitor sin escrúpulos.
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