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EL EGO Y LA FAMA
El bien conocido fenómeno de "dejar caer nombres", mencionar a personas
conocidas como quien no quiere la cosa, es parte de la estrategia del ego
para crear una identidad superior a los ojos de los demás y, por tanto, a
sus propios ojos, por medio de la asociación con alguien "importante". La
maldición de ser famosos en este mundo es que nuestro verdadero ser queda
sepultado por una imagen mental colectiva. Casi todas las personas a
quienes conocemos querrán engrandecer su propia identidad, su imagen
mental de lo que son, a través de su asociación con nosotros. Tampoco
ellas saben que no sienten interés alguno por nosotros sino por
engrandecer su sentido ficticio del ser. Creen que pueden ser más a través
de nosotros. Tratan de completarse a través de nosotros, o mejor, a través
de la imagen mental que tienen de un personaje famoso, una identidad
conceptual colectiva grandiosa.
La absurda importancia que se le atribuye a la fama es una de las muchas
manifestaciones de la locura egotista de nuestro mundo. Algunas personas famosas
caen en el mismo error y se identifican con la ficción colectiva, la imagen que
los medios y la gente han creado de ella, y comienzan a considerarse superiores
a los mortales comunes y corrientes. La consecuencia es que cada vez se
distancian más de ellas mismas y de los demás, son cada vez más infelices y
dependen cada vez más de la permanencia de su popularidad. Al estar rodeadas
solamente por quienes alimentan la imagen distorsionada que tienen de sí mismas,
pierden toda capacidad para establecer relaciones auténticas.
Albert Einstein, admirado casi como un superhombre y cuyo destino fue
convertirse en uno de los seres más famosos del planeta, jamás se identificó con
la imagen que la mente colectiva había creado de él. Continúo siendo humilde y
sin ego. En realidad, hablaba de "una contradicción grotesca entre lo que la
gente piensa que son mis logros y habilidades, y la realidad de lo que soy y de
mi verdadera capacidad".
Es por eso que a los famosos les es difícil entablar relaciones auténticas y
genuinas con las demás personas. Una relación genuina es aquella en la cual no
domina el ego con su búsqueda del yo y su creación de imágenes. En una relación
genuina hay una corriente de atención sincera y alerta hacia la otra persona, en
la cual no hay sensación alguna de deseo. Esta atención alerta es la Presencia.
Es el requisito para toda relación auténtica. El ego siempre desea algo, o si
cree que el otro no tiene nada que ofrecerle, permanece en un estado de total
indiferencia: no se interesa por el otro. Así, los tres estados predominantes de
las relaciones egotistas son: carencia, deseos frustrados (ira, resentimiento,
acusación, quejas), e indiferencia.
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