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LA ILUMINACIÓN DEL
BUDA
La rueda de nacimientos
EN
LA SEGUNDA PARTE, DEJAMOS AL JOVEN BUDA, ENTONCES LLAMADO SIDDHARTHA, EN EL
PUNTO EN QUE ABANDONABA SU CASA Y SU FAMILIA PARA IR EN BUSCA DE SU DESTINO.
AHORA VEMOS QUE EL BUDA ALCANZA FINALMENTE AQUELLO QUE HA BUSCADO POR MEDIO
DE LA LUCHA Y EL SUFRIMIENTO: UNA COMPRENSIÓN DEL SIGNIFICADO DEL
SUFRIMIENTO Y EL PROPÓSITO FINAL DE LA VIDA. LA ILUMINACIÓN DEL BUDA PUEDE
TOMARSE COMO UN SUCESO REAL, COMO UNA PARÁBOLA RELIGIOSA O COMO UN MITO EN
EL SENTIDO PSICOLÓGICO MÁS PROFUNDO. O BIEN UNO PUEDE HALLAR ALGO DE VERDAD
EN LAS TRES INTERPRETACIONES. COMO MITO, EL RELATO NOS PRESENTA EL PARADIGMA
DE TODO VIAJE DEL ALMA HUMANA DESDE LAS TINIEBLAS DE LA IGNORANCIA A LA
COMPRENSIÓN TRANSFORMADORA DEL CICLO DE VIDA Y MUERTE.
DESPUÉS de que el príncipe Siddhartha dejara su familia para ir en busca de
la comprensión del misterio del sufrimiento humano, se hizo monje y buscó la
sabiduría siguiendo varias doctrinas y a varios maestros. Pero eso no le
enseñó lo que estaba buscando. Siguió deambulando y después permaneció
durante seis años en la rivera de un río, donde practicó un terrible
ascetismo que redujo su cuerpo a casi nada. Pues creía, como ocurre con
muchos religiosos, que si negaba todo deseo del cuerpo, finalmente podría
vigorizar la vida del espíritu.
Pero
después de algún tiempo, se dio cuenta de que semejante autocastigo excesivo
sólo sirve para destruir la fortaleza de la persona y, en lugar de liberar
el alma, la vuelve impotente. Siddharta sabía que debía ir más allá del
ascetismo, igual que había trascendido la vida mundana. Agotado y delgado
como un esqueleto, aceptó un cuenco de arroz que le ofreció un joven de un
poblado que, al ver su debilidad, se sintió movido a compasión. Después se
bañó en el río. Cinco discípulos con los que había compartido su austeridad
lo abandonaron, sintiéndose traicionados por lo que ellos consideraron un
acto de autoindulgencia. Quizá, se dijeron unos a otros, no estaba tan
iluminado, después de todo.
Siddhartha partió entonces hacia un lugar llamado Bodhi-Gaya, en el que
encontraría el Árbol de la Sabiduría. Mientras pasaba a través del bosque,
emanaba tanta luz de su cuerpo que los pájaros se sentían atraídos y volaban
en círculos a su alrededor, y los animales lo escoltaban. Finalmente, llegó
donde se encontraba la higuera. Extendió en el suelo un puñado de heno
recién cortado y se sentó sobre él, murmurando su juramento: «¡Aquí, en este
lugar, que mi cuerpo se seque, y que mi piel y mi carne se desprendan y
caigan, si levanto mi cuerpo de este asiento antes de haber alcanzado el
conocimiento que busco!». Y la tierra tembló seis veces mientras hacía este
pronunciamiento.
Un
demonio llamado Mará, sabiendo que la iluminación de Siddhartha significaría
su propia destrucción, decidió intervenir. Envió a sus tres hermosas hijas
para tentar a Siddhartha. Las jóvenes cantaron y danzaron ante él, pero
Siddhartha permaneció inmóvil en el corazón y en el semblante, calmado como
un loto en las tranquilas aguas de un lago. Las hijas del demonio se
retiraron derrotadas. Entonces el demonio envió un ejército de diablos
horribles que rodearon el árbol sagrado y amenazaron a Siddhartha. Pero tan
profunda era la serenidad de este que se vieron paralizados, como si
tuvieran los brazos sujetos a los costados. Finalmente, el demonio Mará
cabalgó desde las nubes y desenvainó una terrible arma, un enorme disco que
podía cortar una montaña en dos. Pero esa arma fue impotente contra
Siddhartha. Se convirtió en una guirnalda de flores y quedó suspendida sobre
la cabeza de este.
Por
último, el demonio fue vencido. El inmóvil Siddhartha permaneció en
meditación bajo el árbol sagrado. Llegó la noche, y con ella la iluminación
que había buscado fue haciendo su aparición lentamente en su corazón.
Primero conoció las condiciones exactas de todos los seres vivientes, y a
esto le siguieron las causas de su renacimiento en el mundo de la forma. Por
todo el mundo y en todas las edades contemplaba seres sensibles que vivían,
morían y reencarnaban. Se acordó de sus propias existencias anteriores y
captó los inevitables eslabones de causa y efecto. Mientras meditaba sobre
el sufrimiento humano recibió la iluminación sobre cómo sucedía esto y los
medios que podían propiciar su cese.
Cuando llegó el amanecer, Siddhartha había alcanzado la iluminación perfecta
y se había convertido en Buda. Durante siete días permaneció en meditación,
y después se quedó cerca del árbol sagrado durante otras cuatro semanas.
Sabía que ante él se habían abierto dos caminos. Podía entrar de inmediato
en el nirvana, el estado de bienaventuranza final, o podía renunciar a su
propia liberación durante algún tiempo y permanecer en la tierra para
enseñar a otros lo que había aprendido. El demonio Mará le instaba a que
abandonara el mundo, pero los dioses se unieron para implorarle, y el Buda,
por último, accedió a su destino final como maestro. Durante el resto de su
vida trabajó para enseñar a hombres y mujeres el misterio del sufrimiento y
del renacimiento. Finalmente, a la edad de ochenta años, sintió que se había
hecho viejo, y se preparó para su final. Se tendió al lado del río, y los
árboles a su alrededor se cubrieron de flores. Entró en meditación, después
en éxtasis y, finalmente, alcanzó el nirvana. Su cuerpo fue quemado en una
pira funeraria que se prendió sola y se extinguió en el momento adecuado
mediante una lluvia milagrosa. De esta forma un ser humano recorrió el
sendero espinoso hasta alcanzar la iluminación y luego regresó, sacrificando
durante algún tiempo su propia recompensa, a fin de traer la luz a las
tinieblas en las que vivían otros seres humanos.
COMENTARIO: La historia de la iluminación del Buda ha ofrecido sabiduría y
serenidad a millones de creyentes. No obstante, no es necesario ser un
budista practicante para descubrir en esta historia verdades psicológicas
importantes. Primero, Siddhartha intenta hallar las respuestas a sus
preguntas haciéndose seguidor de doctrinas convencionalmente aceptadas, que
es como comienzan muchas búsquedas espirituales. No obstante, también
nosotros —si estamos comprometidos con la verdad como lo está Siddhartha, y
no buscando simplemente el consuelo para nuestro sufrimiento— es posible que
nos demos cuenta de que semejantes ofertas no pueden satisfacernos. Entonces
comenzaremos a buscar respuestas fuera de las enseñanzas de las estructuras
religiosas establecidas.
Seguidamente, Siddhartha intenta alcanzar la iluminación espiritual negando
sus necesidades físicas y sus deseos. También para muchas personas esto
constituye una etapa a lo largo del camino, pues en Occidente hemos heredado
una tradición de cientos de años de antigüedad que considera al cuerpo
físico como la raíz de todo mal y al placer físico como una interferencia en
el camino de la vida espiritual. Sin embargo, Siddhartha reconoce que debe
abandonar el ascetismo igual que lo ha hecho con las doctrinas religiosas
convencionales, porque la vida del cuerpo es también divina, e imaginarse
que podemos hallar a Dios por medio de la negación o incluso destruyendo su
creación, en el mejor de los casos es una tontería y en el peor es
arrogancia. Psicológicamente, el ideal al que aspira el individuo es el de
la totalidad más que el de desequilibrio extremo; porque el espíritu no
puede vivir cuando el cuerpo ha sido maltratado o se siente enfermo. Pero, a
veces, nos vemos obligados a descubrir esto por medio de la experiencia
dura, como le ocurrió a Siddhartha. Cuando finalmente se permite aceptar el
cuenco de arroz y se baña en el río, sus discípulos, que eran de mente más
rígida, lo abandonan. Del mismo modo, podemos darnos cuenta de que si osamos
contradecir el dogma, y admitimos necesidades y deseos que se han etiquetado
como «malas» o «pecaminosas», nos hacen sentir marginados de un camino
religioso establecido.
El
gran símbolo del Árbol de la Sabiduría, bajo el que Siddhartha alcanza la
iluminación, se hace eco de las imágenes de muchos otros mitos. Este Árbol
podemos encontrarlo en la historia de Adán y Eva (visitar su espacio); en el
Árbol de la Inmortalidad que se encuentra en el fondo del mar y que guía a
Gilgames (ver su espacio); en el Arbol-mundo Tggdrasil que sostiene al
cosmos en el mito noruego y teutónico. Durante milenios la imaginación
humana ha visualizado el origen de la vida, y de la sabiduría como un árbol,
quizá, porque este representa una dualidad fundamental que también subyace
en el núcleo del alma humana. Sus raíces penetran dentro de la tierra, pero
sus ramas aspiran alcanzar el cielo. Y es un ser viviente, no una
construcción intelectual, y las verdades espirituales que Siddhartha espera
encontrar solo pueden hallarse a través de ese contacto con la vida
orgánica.
El
demonio Mará, visto psicológicamente, es una dimensión del propio
Siddhartha. Al igual que Mefistófeles en la historia del Fausto, Mará
constituye la personificación de la oscuridad interior, e intenta corromper
a Siddhartha de la misma forma que Mefistófeles corrompe a Fausto. Pero, a
diferencia de éste, el enfoque de Siddhartha es hacia dentro, con lo que se
vuelve inmune a las amenazas del demonio. ¿Qué puede significar esto para la
persona corriente que busca respuestas espirituales? La serenidad absoluta
de Siddhartha refleja un compromiso total con su búsqueda. Es un asunto de
enfoque, de prioridades y de otorgar importancia central a los misterios que
esta contemplando. No podrá hallar serenidad interior si se distrae
constantemente con sus demonios internos, tengan estos la forma de
tentaciones físicas o de temores y ansiedades. El enfoque interior es
diferente al ascetismo rígido; es una actitud, un estado mental, más que un
conjunto preestablecido de disciplinas. Y quizá esto sea por lo que solo el
Buda pudo hacer lo que hizo; porque semejante enfoque total sobre la
importancia del mundo interior nos resulta muy difícil a nosotros,
especialmente cuando somos jóvenes. Un esfuerzo interior intenso de esta
clase solo parece posible en la segunda mitad de la vida, cuando quizás
estamos ya magtrialmente saciados, y el sufrimiento de los demás comienza a
significar algo más para nosotros que los propios placeres y dolores
mundanos. Las etapas por las que atraviesa Siddharta son de experiencia
vital, y pasar por cada una es necesaria para poder pasar a la siguiente.
Debe probar todo antes de estar preparado para renunciar a todo lo que está
buscando.
Puede que no seamos capaces de alcanzar la clase de iluminación que describe
esta historia del Buda; puede que sea incluso arrogante intentarlo. Ya sea
que lo percibamos como una imagen mítica o como u gran avatar religioso, el
Buda es un paradigma más que un mortal común. Pero comprender nuestra vida
desde una perspectiva más amplia, teniendo conciencia de la cadena de causa
y efecto que subyace detrás de tanto sufrimiento humano, puede ser posible
para todos nosotros, si estamos preparados para colocar nuestra búsqueda de
comprensión tranquila y abiertamente muy en el centro de nuestra vida.
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