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LA DEPRESIÓN INFANTIL
La
historia de la depresión infantil ha suscitado diferentes dilemas y
controversias, desde ser intensamente cuestionada o negada a ser considerada una
de las causas más frecuentes de consulta psicológica y pediátrica.
Durante
un largo período de tiempo la comunidad científica sostenía que la depresión
infantil no existía, y no se pensaba en ella como una entidad nosológica (es
decir, como una enfermedad real incluida en el amplio repertorio de
enfermedades), ni el propio trastorno era oficialmente reconocido. Incluso
algunos profesionales de la salud mental pensaban que la falta de madurez
emocional de los niños impedía que se deprimieran. Posteriormente, y ante la
evidencia de la presencia de síntomas depresivos en niños, éstos fueron
considerados como fenómenos transitorios del desarrollo infantil, que
desaparecían con el paso del tiempo. Sin embargo, la persistencia de la
sintomatología llevó entonces a considerarla como un epifenómeno de otros
problemas infantiles (nerviosismo, hiperactividad, déficit atencional,
dificultades de aprendizaje...), hasta que adquirió por fin carta de naturaleza.
La
primera consideración de la existencia de la depresión infantil habla de
depresión «enmascarada». Para algunos autores, algunos problemas infantiles,
como los citados en el párrafo anterior, no son más que síntomas que enmascaran
el síndrome depresivo subyacente. Una segunda concepción considera que la
depresión infantil es una entidad similar a la depresión en los adultos. Los que
apoyan esta postura utilizan criterios diagnósticos similares para los niños y
los adultos. Ésta es la posición del DSM-IV (Diagnostic and Statistical Manual
of Mental Disorders, cuarta edición), que no incluye una categoría diagnóstica
con criterios clínicos distintos para la depresión infantil, sino que considera
que las características fundamentales de un episodio depresivo mayor son las
mismas durante la infancia, la adolescencia y la edad adulta. Sin embargo, al
mismo tiempo, aceptan la existencia de algunas características específicas de
cada edad, aunque no formando parte de los criterios para el diagnóstico de la
depresión.
Finalmente, la existencia de esa sintomatología específica fue considerada como
una entidad clínica diferenciada, admitiéndose la depresión infantil como un
trastorno con síntomas característicos que son totalmente distintos a los de la
depresión en el adulto. En 1975 la depresión infantil fue aceptada por el
National Institute of Mental Health (NIMH) como concepto y entidad
psicopatológica.
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