BASES
NEUROBIOLÓGICAS DEL TDAH.
TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO
Hay
numerosos estudios científicos que demuestran la utilidad de la medicación en el
tratamiento del TDAH. Los temores que surgen sobre los riesgos de la medicación
contrastan con la larga experiencia que se tiene sobre su eficacia y segundad.
Por otra parte, es importante subrayar que la medicación tiene sólo un papel
coadyuvante de la intervención psicopedagógica, que es el eje central de
tratamiento del TDAH.
El efecto
principal de la medicación es reducir rápidamente los síntomas nucleares del
TDAH: exceso de actividad motora, impulsividad y distraibilidad. Sin embargo,
esto está limitado al tiempo de acción de la medicación, de tal modo que
reaparecen los sintonías si no se han adquirido estrategias correctoras o
compensadoras.
Las
consecuencias de la rápida disminución de los síntomas nucleares son facilitar
la intervención psicopedagógica, evitar algunos de los conflictos derivados de
los síntomas, mejorar los rendimientos, incrementar la motivación porque el niño
ve resultados y modificar la percepción que los demás tienen de él. Obviamente,
la medicación no tiene acción directa sobre los déficits en habilidades,
estrategias y recursos de manejo de la información e interacción con los demás.
Paradójicamente, los medicamentos que han demostrado más eficacia son los
estimulantes.
En la
actualidad, el fármaco de elección es el metilfenidato por su eficacia en la
reducción de los síntomas y sus escasos efectos secundarios. La mayoría de los
niños toleran bien esta medicación. En algunos casos puede producir
transitoriamente dolor de cabeza, pérdida de apetito o dificultades para iniciar
el sueño. Sólo de forma muy excepcional se hace necesario retirar el
metilfenidato por mala tolerancia. Actualmente, está comercializada una
presentación de liberación prolongada que permite una única torna diaria y da
mayor estabilidad a su acción.
La
atomoxetina es un nuevo fármaco que ha demostrado buena tolerancia y eficacia, y
que está empezando a ser utilizado.
Existen
otras alternativas farmacológicas, pero todas son de segunda elección,
recurriendo a ellas cuando no se logran los resultados esperados o no ceden los
efectos secundarios.
En
cualquier caso, el tratamiento farmacológico debe ser prescrito por un médico
especialista que deberá efectuar controles periódicos ajustando la medicación
según la respuesta obtenida.
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