LA PÉRDIDA
DEL PROGENITOR
Respecto
a los hijos que pierden a uno o los dos padres, hemos de saber que también
elaboran el duelo (éste vendrá determinado por su desarrollo cognitivo y
emocional). Los niños precisan sentir garantizada su seguridad en el futuro.
La muerte
de un progenitor es traumática, pero no tiene por qué paralizar o impedir una
correcta evolución. Los niños necesitan enfoques preventivos, impartidos por un
experto en salud mental, para intentar evitar que ese duelo rebrote de forma
dolorosa en muchos momentos posteriores de su vida adulta.
Hay una
edad en la infancia, aproximadamente los 7 años, muy delicada, pues el
desarrollo cognitivo les permite a los niños atisbar la irreversibilidad de la
muerte y, sin embargo, su bagaje emocional es escaso para poder afrontar este
hecho traumático. El apoyo psicológico es fundamental para evitar ulteriores
depresiones o problemas relaciónales.
Si el
padre o la madre se ha suicidado, es muy común que el hijo busque una
explicación distorsionando la realidad para concluir que la muerte ha sido
accidental. Los niños cuyos padres se han suicidado tienen miedo a repetir esa
conducta posteriormente.
Si el
hijo había deseado en alguna ocasión (aunque fuera puntual) que se muriera su
progenitor, ese deseo hostil conllevará un sentimiento de culpabilidad
agobiante.
Concluiremos recordando que, a veces, los familiares disponen de tiempo antes de
la muerte de un ser querido; es una situación dura, pero debe aprovecharse para
hablar y arreglar los temas que se deseen antes de que la persona fallezca.
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