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LAS RELACIONES COMO PRÁCTICA ESPIRITUAL II
Supongo que hacen falta dos para convertir una relación en una práctica
espiritual, tal como sugieres. Por ejemplo, mi compañero sigue mostrándose
controlador y celoso. Se lo he indicado muchas veces, pero es incapaz de
verlo.
¿Cuántas personas se requieren para hacer de tu vida una práctica
espiritual? No te preocupes si tu pareja no quiere cooperar. La cordura —la
conciencia— sólo puede llegar al mundo a través de ti. No tienes que esperar
a que el mundo se vuelva cuerdo, o a que otra persona se vuelva consciente,
para iluminarte. Podrías esperar eternamente. No os acuséis mutuamente de
ser inconscientes. En el momento en que empiezas a discutir, te has
identificado con una posición mental, y junto con esa posición estás
defendiendo tu sentido de identidad. Entonces el ego se pone al mando. Estás
siendo inconsciente. En ocasiones, puede ser apropiado que señales a tu
pareja ciertos aspectos de su comportamiento. Si estás muy alerta, muy
presente, podrás hacerlo sin que el ego se inmiscuya, sin culpar, acusar ni
decir al otro que está equivocado.
Cuando tu compañero o compañera se comporte inconscientemente, renuncia a
juzgarle. El juicio sólo sirve para confundir el comportamiento inconsciente
de la otra persona con su identidad real o para proyectar tu propia
inconsciencia en la otra persona y confundir tu proyección con su identidad.
Esta renuncia a juzgar no implica que no reconozcas la disfunción y la
inconsciencia cuando las veas. Significa «ser el conocimiento» en lugar de
«ser la reacción» y el juez. Entonces te liberarás totalmente de la
necesidad de reaccionar, o quizás reacciones conservando el conocimiento, el
espacio en el que la reacción puede ser observada y se le permite ser.
De todas formas, si
no reaccionas y obras apropiada y ecuánimamente, en lugar de luchar en la
oscuridad, pones luz. En lugar de reaccionar a la ilusión, eres capaz de
verla y de traspasarla. La actitud consciente —ser el conocimiento y el
registro de los estados— crea un espacio claro de presencia amorosa que
permite a todas las personas y cosas ser como son. No hay mayor
catalizador de la transformación. Si haces de esto tu forma de ser y tu tu
práctica, tu pareja no podrá seguir a tu lado y continuar siendo
inconsciente.
Si los dos llegáis al
acuerdo de que la relación va a ser vuestra práctica espiritual, tanto
mejor. Entonces podréis expresar vuestros pensamientos, sentimientos o
reacciones en cuanto se produzcan, de modo que no crearéis un desfase
temporal que pudiera agriar una emoción no reconocida ni expresada. Aprende
a expresar lo que sientes sin culpar. Aprende a escuchar a tu pareja de
manera abierta, sin ponerte a a la defensiva.. Dale espacio para expresarse.
Mantente presente. Acusar, defenderse, atacar..., todos los patrones
diseñados para fortalecer o proteger el ego, o para satisfacer sus
necesidades, están de más.
Es vital dar
espacio a los demás y también dártelo a ti mismo. El amor no puede
florecer sin espacio. Cuando hayas resuelto los dos factores que destruyen
las relaciones, es decir, cuando hayas transmutado el cuerpo-dolor y dejes
de identificarte con la mente y las posiciones mentales —y siempre que tu
pareja haya hecho lo mismo—, experimentarás la dicha del florecer de una
relación. En lugar de reflejaros mutuamente el dolor y la inconsciencia,
en lugar de satisfacer vuestras mutuas necesidades egocéntricas, os
reflejaréis el amor que sentís en vuestro interior, el amor que acompaña a
la toma de conciencia de vuestra unidad con todo lo que es. Ese es el amor
que no tiene opuesto.
Si tu pareja sigue
estando identificada con la mente y el cuerpo-dolor, y tú ya te has
liberado, esto representará un gran reto, pero no para ti, sino para tu
pareja. No es fácil vivir con una persona iluminada, o, más bien, es tan
fácil que el ego se siente amenazado. Recuerda que el ego necesita
problemas, conflicto y «enemigos» que fortalezcan su sensación de
separación, de la que depende su identidad. La mente no iluminada de tu
pareja se sentirá muy frustrada porque no te resistes a sus posiciones
mentales fijas, lo que significa que se irán debilitando y temblarán, e
incluso existe el «peligro» de que se derrumben, produciendo una pérdida de
identidad. El cuerpo-dolor está pidiendo feedback y no lo está obteniendo.
La necesidad de argumentar, dramatizar y estar en conflicto no está siendo
satisfecha.
Por otra parte, debes
tener cuidado: algunas personas insensibles, retraídas, carentes de
respuestas y distanciadas de sus sentimientos piensan e intentan convencer a
los demás de que están iluminadas, o al menos de que a ellas «no les pasa
nada» y el problema siempre es del otro. Los hombres tienden a hacer esto
más que las mujeres. Suelen pensar que sus parejas son demasiado emocionales
o irracionales. Pero si puedes sentir tus emociones, no estás muy lejos del
radiante cuerpo interno, que está justo debajo de ellas. Si estás
principalmente en la cabeza, la distancia es mucho mayor, y necesitarás
llevar conciencia al cuerpo emocional antes de poder conectar con el cuerpo
interno.
Si una persona no emana
amor y alegría, presencia completa y apertura a todos los seres, no está
iluminada. Otro indicador es cómo se comporta esa persona en situaciones
difíciles o problemáticas, cuando las «cosas van mal». Si tu «iluminación»
es una ilusión del ego, la vida pronto te pondrá pruebas que harán surgir tu
inconsciencia: miedo, rabia, actitudes defensivas, juicios, depresión, etc.
Si estás en una
relación, muchas de las pruebas te llegarán a través de tu pareja. Por
ejemplo, para una mujer, estar con un hombre retraído que vive casi
exclusivamente en la cabeza puede ser todo un desafío. La mujer se sentirá
irritada cuando note que el hombre es incapaz de escucharla, de darle
atención y espacio para ser, todo ello debido a su falta de presencia. La
ausencia de amor en la relación, que suele ser sentida más agudamente por la
mujer que por el hombre, activará el cuerpo-dolor de la mujer, y entonces
ella atacará a su pareja: lo culpará, lo criticará, le dirá que está
equivocado, etc. Entonces, la reacción de la mujer se convierte en un
desafío para el hombre. Para defenderse del ataque del cuerpo-dolor de la
mujer, que el hombre considera totalmente injustificado, se atrincherará aún
más en sus posturas mentales, justificándose, defendiéndose o
contraatacando. Finalmente, esto puede activar el cuerpo-dolor del hombre, y
cuando ambos están fuera de sus casillas, se alcanza un profundo nivel de
inconsciencia, de violencia emocional, de agresividad salvaje. Esta fase no
desaparece hasta que ambos cuerpos-dolor se han recargado y entran en un
estado de adormecimiento. Hasta la siguiente ocasión.
Éste es sólo uno de los numerosos escenarios posibles. Se han escrito muchos
volúmenes, y se pueden escribir muchos más, sobre cómo surge la
inconsciencia en las relaciones de pareja. Pero como ya he comentado en un
espacio anterior, cuando llegas a entender la raíz de la disfunción no hace
falta entrar a explorar sus numerosas manifestaciones.
Volvamos a examinar
brevemente el escenario que acabo de describir. Cada uno de los desafíos que
se presentan ante los miembros de la pareja es, en realidad, una oportunidad
de salvación disfrazada. En cada etapa de desarrollo del proceso
disfuncional es posible liberarse de la inconsciencia. Por ejemplo, la
hostilidad de la mujer podría ser tomada por el hombre como una señal para
salir de su estado de identificación con la mente, despertar al ahora y
estar presente, en lugar de identificarse aún más con su mente y ser más
inconsciente. En lugar de «ser> el cuerpo-dolor, la mujer podría ser la
conocedora que observa el dolor emocional en sí misma, accediendo al poder
del ahora e iniciando el proceso de transmutación. Así dejaría de proyectar
el dolor compulsiva y automáticamente. Entonces ella podría expresar sus
sentimientos a su compañero. Evidentemente, no hay ninguna garantía de que
él la vaya a escuchar, pero eso le da una buena oportunidad de estar
presente, y ciertamente rompe el ciclo malsano de la repetición involuntaria
de patrones mentales.
Si la mujer pierde esa oportunidad, el hombre puede observar su reacción
mental-emocional a su propio dolor y su actitud defensiva, en lugar de ser
la reacción. Podría entonces observar la activación de su cuerpo-dolor,
poniendo así conciencia en sus emociones. De este modo se crearía un espacio
claro y sereno de conciencia pura: el conocedor, el testigo silencioso, el
observador. Esta conciencia no niega el dolor, y sin embargo está más allá
de él. Permite que el dolor y la pena sean y al mismo tiempo los transmuta.
Lo acepta todo y lo transforma todo. Así, se abriría una puerta que
permitiría a la mujer unirse al hombre en ese espacio.
Si te mantienes continuamente —o al menos predominantemente— presente en
tus relaciones, plantearás el mayor de los desafíos para tu pareja, que no
podrá soportar tu presencia durante mucho tiempo y seguir siendo
inconsciente. Si está preparada, atravesará la puerta que le has abierto y
se unirá a ti en ese estado. Si no lo está, os separaréis como el agua y el
aceite. La luz es demasiado dolorosa para quien quiere seguir en la
oscuridad. |
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