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LA CONCIENCIA
La conciencia ya es consciente. Es lo que no se manifiesta, lo eterno. Sin
embargo, el universo adquiere conciencia apenas gradualmente. La conciencia
misma es atemporal y, por tanto, no evoluciona. No tuvo principio ni tendrá fin.
Cuando la conciencia se manifiesta a través del universo, parece sujeta al
tiempo y al proceso evolutivo. Ninguna mente humana es capaz de comprender
plenamente la razón de este proceso, pero podemos vislumbrarlo en nuestro
interior y hacernos partícipes conscientes del mismo.
La conciencia es la inteligencia, el principio organizador que está detrás de la
manifestación de la forma. La conciencia ha venido preparando las formas durante
millones de años a fin de poder expresarse a través de ellas en el universo
manifiesto.
Si bien podríamos decir que el plano no manifestado de la conciencia pura es
otra dimensión, no está separada de esta dimensión de la forma. La forma y lo
sin forma están entretejidos. Lo no manifestado fluye hacia esta dimensión en
forma de conciencia, espacio interno, Presencia. ¿Cómo lo hace? A través de la
forma humana que toma conciencia y cumple así con su destino. Fue para este
propósito elevado que se creó la forma humana, y millones de formas distintas
que la antecedieron abonaron el camino para ella.
La conciencia se encarna en la dimensión de lo manifestado, es decir, se hace
forma. Al hacerlo entra en una especie de estado de ensoñación. La inteligencia
permanece, pero la conciencia pierde conciencia de sí misma. Se pierde en la
forma y se identifica con las formas. Podría decirse que es el descenso de la
divinidad a la materia. En esa etapa de evolución del universo, la totalidad del
movimiento expansivo ocurre en ese estado de ensoñación. Vislumbramos el
despertar solamente en el momento de la disolución de una forma individual, es
decir, en el momento de la muerte. Y entonces comienza la siguiente encarnación,
la siguiente identificación con la forma, el siguiente sueño individual, el cual
forma parte del sueño colectivo. Cuando el león desgarra el cuerpo de una cebra,
la conciencia encarnada en la forma de la cebra se desprende de la forma que
está en proceso de disolución y, durante un instante despierta a su naturaleza
esencial de conciencia inmortal. Entonces cae nuevamente en el sueño y encarna
en otra forma. Cuando el león envejece y es incapaz de cazar, en el momento de
su última exhalación se producen nuevamente los destellos breves del despertar,
seguidos de otro sueño en la forma.
En nuestro planeta, el ego humano representa la etapa final del sueño universal,
de la identificación de la conciencia con la forma. Era una etapa necesaria de
la evolución de la conciencia.
El cerebro humano es una forma altamente diferenciada a través de la cual la
conciencia entra en esta dimensión. Contiene cerca de cien mil millones de
células nerviosas o neuronas, más o menos equivalentes al mismo número de
estrellas de nuestra galaxia, las cuales podrían considerarse como el cerebro
del macrocosmos. El cerebro no es el creador de la conciencia; la conciencia
creó el cerebro, la forma física más compleja de la tierra, con el propósito de
expresarse. Cuando el cerebro se daña, no quiere decir que se pierda la
conciencia sino que ésta ya no puede utilizarlo para penetrar en esta dimensión.
No podemos perder la conciencia porque es nuestra esencia. Solamente podemos
perder lo que tenemos, más no lo que somos.
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