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ELIMINAR EL TIEMPO PSICOLÓGICO
No podemos fijarnos la meta de liberarnos del ego y dar los pasos necesarios
para alcanzarla en un futuro. Lo único que obtenemos es mayor insatisfacción,
más conflictos internos, porque siempre nos parecerá que nunca llegamos, que
nunca "alcanzamos" ese estado. Cuando fijamos para el futuro la meta de
liberarnos del ego, nos damos más tiempo y, más tiempo significa más ego. "En
poco tiempo debilitaré y eliminaré el ego" nos decimos, pero la realidad es que
mientras eso ocurre seguimos siendo egoístas, perezosos, iracundos...
Por otro lado, examine con cuidado si su búsqueda espiritual es una forma
disfrazada de ego. Hasta tratar de deshacernos del "yo" puede ser una forma de
querer más si la fijamos como una meta para el futuro. Darse más tiempo es
precisamente eso: darle más tiempo al "yo". El tiempo, es decir, el pasado y el
futuro, es lo que alimenta y empuja al yo falso fabricado por la mente, y el
tiempo vive en la mente. No es algo que exista objetivamente en "alguna parte".
Si bien el tiempo es una estructura mental necesaria en la dimensión de la
percepción sensorial, indispensable para efectos prácticos -por ejemplo, tardaré
un tiempo en leer este espacio, o en montar una máquina-, el tiempo psicológico
es el mayor obstáculo para permitir que el ego se desintegre y surja la
plenitud.
El tiempo es la dimensión horizontal de la vida, la capa superficial de la
realidad. Y está además la dimensión vertical de la profundidad, al que sólo se
puede acceder a través del portal del momento presente.
Entonces, en lugar de sumarnos tiempo, debemos eliminarlo. Eliminar al tiempo de
la conciencia es eliminar al ego, y es la única práctica verdaderamente
espiritual.
Claro está que cuando hablamos de eliminar el tiempo no nos referimos al tiempo
del reloj, el cual representa el uso del tiempo para efectos prácticos como
fijar una cita o planear un viaje. Sería casi imposible funcionar en este mundo
sin el tiempo del reloj. A lo que nos referimos es a la eliminación del tiempo
psicológico, la preocupación constante de la mente egotista con el pasado y el
futuro, y su resistencia a ser una con la vida viviendo en consonancia con la
existencia inevitable del momento presente.
Cada vez que en lugar de decirle "no" a la vida le damos un "sí", cada vez que
permitimos que el momento presente sea como es, disolvemos el tiempo y también
el ego. Para sobrevivir, el ego debe dar más importancia al tiempo (pasado y
futuro) que al momento presente. El ego no soporta la amistad con el momento
presente, salvo por breves momentos, lo suficiente para obtener lo que desea.
Pero no hay nada que satisfaga al ego durante mucho tiempo. Mientras controle
nuestras vidas, nos hará infelices de dos maneras. Una, al no obtener lo que
deseamos y la otra al obtener lo que deseamos.
Todo aquello que es o que sucede es la forma adoptada por el Ahora. Mientras nos
resistamos internamente, la forma, es decir el mundo, se convertirá en una
barrera impenetrable que nos separará de lo que somos más allá de la forma, de
la Vida única informe que somos. Cuando damos un "sí" interior a la forma
adoptada por el Ahora, esa forma se convierte en la puerta hacia la dimensión de
lo informe. La separación entre Dios y el mundo se disuelve.
Cuando reaccionamos contra la forma que la vida adopta en este momento, cuando
tratamos al Ahora como un medio, un obstáculo o un enemigo, fortalecemos nuestra
propia identidad en la forma: el ego. De allí la reactividad del ego. ¿Qué es
reactividad? Es la adicción a la reacción. Mientras más reactivos somos, más nos
enredamos con la forma. Mientras más identificados con la forma, más fuerte es
el ego. Entonces nuestro Ser a duras penas brilla, y no logra proyectar su luz a
través de la forma.
Cuando no oponemos resistencia a la forma, aquello que está más allá de ella en
nuestro interior emerge como una Presencia que lo abarca todo, un poder
silencioso mucho mayor que tu efímera identidad-forma, la persona. Eso es
nuestra esencia más profunda, eso es más "tú" que cualquier cosa del mundo de
las formas.
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