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MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES
A toda persona le llega el momento en que busca crecer y expandirse en el nivel
de la forma. Es cuando nos esforzamos por superar una limitación como una
debilidad física o un apuro económico, cuando adquirimos nuevas destrezas y
conocimiento, cuando aplicamos nuestra creatividad para traer algo nuevo al
mundo a fin de mejorar la vida, tanto la nuestra como la de los demás. Podría
tratarse de una pieza musical o una obra de arte, un libro, un servicio, una
función que realizamos, una empresa u organización a la cual contribuimos o de
la cual somos los creadores.
Cuando estamos presentes, cuando nuestra atención está totalmente en el Ahora,
la Presencia penetra en lo que hacemos y lo transforma. Imprime calidad y poder
a nuestras obras. Estamos presentes cuando lo que hacemos no es principalmente
un medio para conseguir un fin (dinero, prestigio, ganancia) sino que es una
fuente de realización en sí misma, caracterizada por la alegría y la energía. Y
claro está que no podemos estar presentes si no estamos en amable armonía con el
momento presente. He ahí la base de la acción eficaz, no contaminada por la
negatividad.
La forma es limitación. Estamos aquí no solamente para experimentar la
limitación sino para crecer en la consciencia trascendiendo la limitación.
Algunas limitaciones se pueden superar en el plano externo. Habrá otras con las
cuales debemos aprender a vivir y que solamente se pueden superar internamente.
Todo el mundo tropieza con ellas tarde o temprano. Podemos, o bien quedarnos
atrapados en esas limitaciones a causa de las reacciones del ego, experimentando
una infelicidad y sufrimientos intensos, o bien elevarnos por encima de ellas
internamente, entregándonos y rindiéndonos incondicionalmente a lo que es. Es
eso lo que nos enseñan este espacio Web. El estado consciente de renunciación
abre la dimensión vertical de la vida, la dimensión de la profundidad. Entonces,
algo se proyecta sobre el mundo desde esa dimensión: algo de valor infinito que,
de otra manera, no se habría manifestado. Algunas personas que se entregan ante
la limitación severa se convierten en sanadores o maestros espirituales. Otras
trabajan desinteresadamente para mitigar el sufrimiento humano o traer algún don
de su creatividad al mundo.
A finales de los años setenta, tenía la costumbre de almorzar todos los días con
uno o dos amigos en la cafetería del centro de postgrado de la Universidad de
Cambridge donde estudiaba. A veces se sentaba en la mesa vecina un hombre en
silla de ruedas, generalmente en compañía de tres o cuatro personas más. Un día,
cuando estaba en la mesa directamente al frente de la mía, no pude abstenerme de
mirarlo más atentamente, y quedé aturdido con lo que vi. Parecía totalmente
paralizado. Su cuerpo estaba duro y la cabeza le colgaba constantemente hacia
adelante. Una de las personas que estaba con él le llevaba la comida a la boca
cuidadosamente pero de todas maneras era mucha la que se caía y que otro hombre
recogía en un plato que sostenía debajo del mentón. De tanto en tanto, el hombre
postrado en la silla de ruedas emitía unos sonidos ininteligibles y alguien
acercaba el oído a la boca y lograba interpretar milagrosamente lo que el hombre
trataba de decir.
Posteriormente le pregunté a mi amigo si sabía quién era. "Claro", dijo, "es
profesor de matemáticas y las personas que lo acompañan son sus alumnos de
postgrado. Tiene una enfermedad de las neuronas motrices, la cual paraliza
progresivamente todas las partes de su cuerpo. Le han dado cuando más unos cinco
años de vida. Debe ser lo más espantoso que le puede pasar a un ser humano".
Unas semanas después, saliendo un día del edificio me crucé con él. Sostuve la
puerta para que pasara con su silla impulsada eléctricamente y en ese momento se
cruzaron nuestras miradas. Me sorprendió ver lo transparentes que eran sus ojos.
No había en ellos huellas de infelicidad. Me di cuenta inmediatamente de que
había renunciado a resistirse; vivía en estado de entrega.
Varios años después, comprando un periódico en un puesto de revistas, me
sorprendió ver su fotografía en la portada de una revista internacional de
noticias muy prestigiosa. No solamente continuaba vivo, sino que había llegado a
ser el físico teórico más importante del mundo: Stephen Hawking. Había en el
artículo una frase hermosa que confirmó lo que yo había sentido al mirarlo a los
ojos muchos años atrás. Comentando acerca de su vida decía (ahora con la ayuda
de un sintetizador de voz), "¿Quién habría deseado más?"
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