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RECONOCER A TU HIJO
Somos seres humanos. ¿Qué significa eso? Ser dueño de tu vida no es cuestión de
control sino de encontrar el equilibrio entre lo humano y el Ser. Nuestros
personajes y las funciones que cumplimos como ser madre, padre, esposo, esposa,
joven o viejo, al igual que todo lo que hacemos, pertenece a la dimensión
humana. Son cosas que tienen su lugar y a las cuales debemos honrar, pero que no
son suficientes para llevar una vida o una relación verdaderamente plena y
significativa. Lo humano por sí solo nunca es suficiente, independientemente de
cuánto nos esforcemos o de todo lo que logremos. Por otro lado está el Ser. Esta
dimensión se encuentra en la presencia quieta y alerta de la Conciencia misma,
la Conciencia que somos. Lo humano es la forma. El Ser no tiene forma. Lo humano
y el Ser no están separados sino entretejidos.
En la dimensión humana, somos incuestionablemente superiores a nuestros hijos.
Somos más grandes, más fuertes, sabemos más, podemos hacer más. Si ésa es la
única dimensión que conocemos, nos sentimos superiores a nuestros hijos, aunque
sea inconscientemente. Y hacemos sentir inferiores a nuestros hijos, aunque sea
inconscientemente. No hay igualdad entre nosotros y nuestros hijos porque
solamente hay forma en la relación y, en la forma es obvio que no podemos ser
iguales. Podemos amar a nuestros hijos, pero ese amor será solamente humano, es
decir, condicional, posesivo, intermitente. Somos iguales solamente más allá de
la forma, en el Ser; y es solamente cuando encontramos la dimensión sin forma en
nuestro interior que puede haber verdadero amor en cualquier relación. La
Presencia, nuestro Yo Soy eterno se reconocen en el otro, y ese otro, en este
caso el hijo, se siente amado, es decir, reconocido.
Amar es reconocer en el otro. Entonces el carácter "ajeno" del otro se nos
revela como una ilusión perteneciente únicamente al ámbito humano, al ámbito de
la forma. El ansia de amor de todos los hijos radica en el ansia de ser
reconocidos, no en el plano de la forma, sino en el plano del Ser. Si los padres
honran solamente la dimensión humana del hijo pero descuidan su Ser, el hijo
sentirá que la relación no es plena, que algo verdaderamente vital les hace
falta, y acumularán sufrimiento y a veces resentimiento inconsciente contra sus
padres. "¿Por qué no me reconoces?" Ese parecería ser el clamor del sufrimiento
o del resentimiento.
Cuando el otro nos reconoce, el reconocimiento trae la dimensión del Ser al
mundo de una manera más intensa a través de los dos. Ese es el amor que redime
al mundo. Me he referido a esto concretamente a través de la relación concreta
con los hijos, pero es algo que se aplica, como es obvio, a todas las
relaciones.
Se ha dicho que "Dios es amor", pero eso no es absolutamente correcto. Dios es
la Única Vida más allá de las incontables formas de vida. El amor implica
dualidad: amante y amado, sujeto y objeto. Así, el amor es el reconocimiento de
la unicidad en el mundo de la dualidad. Ese es el nacimiento de Dios al mundo de
la forma. El amor hace que el mundo sea menos mundano, menos denso, más
transparente a la dimensión divina, la luz de la conciencia misma.
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