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LAS CITAS Y LA AMISTAD
Los ritos de las citas constituyen también una fuerza importante que influye
en el desarrollo de la personalidad de la adolescente. La competición con
otras chicas para conseguir que los chicos les presten atención es esencial
para sobresalir; las demás mujeres son el enemigo. En sí, la competición es
frustrante, porque quienes participan en ella han de permanecer pasivas en
esa importante batalla; se presume que la chica no escoge de forma directa
al chico en cuestión y le llama para quedar con él. Por otra parte, tampoco
hay que magnificar los aspectos pasivos de esta interacción social. Las
artimañas que realizan muchas adolescentes para atraer la atención de los
varones son tan pasivas como un circo de tres pistas con animales salvajes y
luces de neón.
Un fenómeno muy corriente en las citas de las adolescentes consiste en
contactar con un "hombre mayor"; fenómeno que no sólo es corriente, sino que
se estimula. Es probable que dicho fenómeno esté relacionado con las
diferencias entre mujeres y varones con respecto a los niveles evolutivos.
La pubertad y el correspondiente "estirón" se produce unos dos años antes en
las chicas que en los chicos. La adolescente un poco avispada puede decir
que encuentra menos maduros a los varones de su edad y que, para
relacionarse con alguien tan maduro como ella, tiene que salir con un chico
mayor. La desafortunada consecuencia que se deriva de ello es que la mujer
se sitúa en una posición ingenua y carente de experiencia, mientras que el
varón se apercibe del asunto, habla y sabe. Esto podría configurar una
fuerza que empuja a la mujer a desempeñar un papel subordinado en la edad
adulta.
Una regla que se pone de manifiesto con rapidez en el juego de las citas es
que se valora a las mujeres por su apariencia y a los hombres por sus
éxitos. Existe una clara relación entre el atractivo de las mujeres y su
popularidad: las consideradas más atractivas tienen más citas. También se
produce cierta relación entre la apariencia y la popularidad con respecto a
los varones, pero no es tan marcada como en el caso de las mujeres.
En un estudio, iniciado en los años treinta, se clasificaron a niñas de
quinto y sexto grados con respecto al atractivo de su aspecto. Pasados unos
años, se revisó la situación y la historia de cada una, descubriéndose que,
cuanto más atractivas eran las preadolescentes, más "éxito" alcanzaron a la
hora de casarse. Las chicas más guapas se habían casado con hombres de
éxito. Es curioso que, en el caso de los hombres, esta relación se invertía:
los varones que habían sido menos atractivos en el instituto tenían ahora un
nivel educativo más elevado y empleos de máxima categoría. Parece que la
posición de una mujer queda determinada por su aspecto y la de un hombre,
por sus éxitos.
Otro fenómeno notable que se produce entre las adolescentes es la formación
de grupos o camarillas de chicas, grupos muy cerrados cuyos miembros
comparten muchas cosas y, a menudo, organizan planes. Por regla general, el
estudioso de la conducta que quiera descubrir este fenómeno puede reconocer
esas camarillas por la inmensa cantidad de risitas que emanan de ellas. Se
ha dicho que estos grupos tienen importancia para el aprendizaje de las
definiciones sociales de la feminidad y de los impulsos sexuales. Por
desgracia, las chicas no se benefician demasiado de esta última función, al
menos, pues es más difícil que intercambien información sexual que los
chicos.
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