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Etapas de desarrollo del papel asignado al género
Es probable que algunas de vosotras hayáis tenido sentimientos de
frustración cuando, después de todos vuestros esfuerzos para enseñar a
vuestros hijos la igualdad y la libertad con respecto a los papeles
asignados a los géneros, lleguen los niños con los mismos viejos
estereotipos tradicionalmente mantenidos por la sociedad. No obstante,
existe una explicación de este fenómeno que es un rayo de esperanza para los
padres.
Los niños atraviesan varias etapas en relación con su comprensión de los
papeles asignados a los géneros. Hay tres etapas de desarrollo en relación
con los papeles asignados a los géneros, que evolucionan de forma paralela a
las del desarrollo espiritual y moral.
En la primera etapa del desarrollo espiritual de los niños, la fase premoral
o preconvencional, los deseos de ver gratificados sus propios impulsos
dominan a los niños, que sólo tratan de ser buenos para evitar el castigo.
En esta primera etapa del desarrollo del papel asignado al género, los
conceptos relativos a dicho papel están desorganizados. Quizá el niño no
sepa siquiera su propio género y no haya aprendido aún que sólo los hombres
tienen ciertas cosas y que las mujeres tienen otras. Esos niños aún no han
adquirido los conceptos de identidad de género ni de constancia de género.
En la segunda etapa del desarrollo moral, de conformidad con el papel
convencional, el niño entiende las reglas y se adapta a ellas para
conseguir, en la mayoría de los casos, la aprobación de los demás, sobre
todo de las autoridades. En la correspondiente segunda etapa del desarrollo
del papel asignado al género, los niños conocen las reglas que rigen la
asignación de papeles a los géneros y están muy motivados para adaptarse a
ellas, así como para hacer que los demás se adapten. Esta etapa comienza en
la primera infancia y es probable que alcance su máximo nivel en la
adolescencia, cuando la adaptación a los papeles asignados a cada género es
mayor.
En la tercera etapa del desarrollo moral, la fase posconvencional, el juicio
moral se hace sobre la base del propio discernimiento, en vez de apoyarse
sobre fuerzas externas. En esta tercera etapa del desarrollo del papel
asignado al género, las personas procuran trascender las limitaciones de los
papeles impuestos por la sociedad a cada género; esas personas desarrollan
una androginia psicológica como respuesta a sus propias necesidades y
valores interiores. Por tanto, la androginia constituye una etapa del
desarrollo.
Por supuesto, muchos adultos nunca llegan a abandonar la segunda etapa del
desarrollo espiritual y moral para acceder a la tercera. Un ejemplo es el
del hombre que entrega gran cantidad de dinero para obras de caridad porque,
al hacerlo, consigue el respeto y la aprobación de personas importantes, y
no por una creencia interiorizada de que la caridad es una buena causa y
debe apoyarla. De igual modo, hay personas que nunca pasan de la segunda
etapa de desarrollo con respecto a los papeles asignados a los géneros para
acceder a la androginia, continuando toda su vida limitados por las rígidas
restricciones de dichos papeles.
Por lo general, los niños tienen que atravesar una etapa en la que los
papeles sociales quedan restringidos a uno u otro género. Esencialmente,
deben aprender primero la preconcepción común de que sólo los hombres pueden
ser ciertas cosas y las mujeres, otras. Más tarde, podrán aprender que esta
regla tiene excepciones y que las niñas pueden ser y realizar cosas que
hacen normalmente los hombres en la sociedad en la que crecen.
No debemos pretender que nuestros hijos se "salten" la segunda etapa de
desarrollo del papel asignado al género. Lo que sí debemos esperar y
estimular es que nuestros hijos alcancen la tercera etapa y la androginia.
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