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TAOÍSMO

Cuando el Budismo llegó a la China, aproximadamente el primer siglo d.C., se encontró con una cultura que tenía más de dos mil años de antigüedad. En esta antigua cultura, el pensamiento filosófico había llegado a su culminación en el periodo Chou (500-221 a.C), los años dorados de la filosofía china, desde ese momento siempre se le tuvo en alta estima.

Desde el comienzo, esta filosofía tenía dos aspectos complementarios. Los chinos siendo gente práctica con una conciencia social altamente desarrollada, todas sus filosofías se relacionaban de una manera u otra con la vida en sociedad, con las relaciones humanas, los valores morales y el gobierno. Este es sólo uno de los aspectos del pensamiento chino. Complementario a éste, está el lado místico del carácter chino, que exigía que el objetivo más importante de la filosofía fuese trascender el mundo de la sociedad y la vida cotidiana y llegar así a un plano superior de conciencia. Este es el plano del sabio, el ideal chino del hombre iluminado que ha logrado una unión mística con el universo.

Los sabios chinos no se mantienen exclusivamente en este alto plano espiritual sino que igualmente les conciernen los hechos terrenales. Une en él, dos lados complementarios de la naturaleza humana -la sabiduría intuitiva y el conocimiento práctico, la contemplación y la acción social- que los chinos han asociado con las imágenes del sabio y el rey. Seres humanos plenamente realizados, en las palabras de Chuang Tzu, “por su tranquilidad se hacen sabios y por sus movimientos reyes”.

Durante el siglo VI a.C, los dos lados de la filosofía china se desarrollaron en dos escuelas distintas, el Confusianismo y el Taoísmo. El Confusianismo fue la filosofía de la organización social, del sentido común y el conocimiento práctico. Le entregó a la sociedad china un sistema de educación y con estrictas convenciones de etiqueta social. Uno de los propósitos principales fue formar una base ética para el sistema de familia tradicional china con su estructura compleja y sus rituales de veneración de antepasados. El Taoísmo, por el otro lado, se concernía primariamente con la observación de la naturaleza y el descubrimiento de su Camino, o Tao. La felicidad humana, de acuerdo a los taoístas, se logra cuando los seres humanos siguen el orden natural, actuando espontáneamente y confiando en sus conocimientos intuitivos.

Las dos tendencias de pensamiento representan polos opuestos en la filosofía china, pero en China siempre fueron vistos como polos de la misma naturaleza humana y por lo tanto complementarios. El Confusianismo se enfatizaba, generalmente, en la educación de niños que tenían que aprender las reglas y convenciones necesarias para vivir en sociedad, mientras que el Taoísmo usualmente era seguido por gente de mayor edad para así recobrar y desarrollar la espontaneidad original que habían sido destruidas por las convenciones sociales.

En los siglos XI y XII, la Escuela Neo-Confuciana intentó una síntesis del Confusianismo, Budismo y Taoísmo, que culminó en la filosofía de Chu Hsi, uno de los más importantes sabios chinos.

El Confusianismo deriva su nombre de Kung Fu Tzu, o Confucio, un profesor de gran influencia con un gran número de estudiantes que vio como principal función transmitir las herencias culturales antiguas a sus discípulos. Al hacer esto pasó más allá de una simple transmisión de conocimientos pues interpretó las ideas tradicionales de acuerdo a sus propios conceptos morales. Sus enseñanzas fueron basadas en los llamados Seis Clásicos, libros antiguos sobre pensamientos filosóficos, rituales, poesía, música e historia, que representaba la herencia espiritual y cultural de los sabios santos del pasado de China. La tradición china ha asociado a Confucio con todos estos trabajos como autor, comentador o editor; pero de acuerdo con estudios modernos no fue ni autor, comentador, ni siquiera editor de estos clásicos. Sus propias ideas se hicieron conocidas a través del Lun Yu, o Analecticas Confucianas, una colección de aforismos que fueron compilados por algunos de sus discípulos. Esto no quita, que Confucio deba ser reconocido como uno de los maestros de la humanidad.

El creador del Taoísmo fue Lao Tzu, cuyo nombre literalmente significa “El Viejo Maestro” y que fue, de acuerdo a la tradición, un contemporáneo con más edad que Confucio. Sería el autor de un corto libro de aforismos considerado la principal escritura taoísta. En China se llama simplemente Lao-tzu. En occidente se le conoce como el Tao Te Ching. Notorio es el estilo paradójico y el poderoso y poético lenguaje de este libro que según Joseph Needham es “sin excepción el más profundo y bello trabajo en la lengua china”. Otro libro es el Chuang-tzu, de mayor tamaño, al parecer escrito por varios autores distintos.

Los chinos, como los hindúes, creían que hay una realidad última que subyace y unifica las múltiples cosas y eventos que observamos:

Hay tres términos “completo”, “abarcándolo todo”, “todo”. Estas palabras son diferentes, pero la realidad buscada en ellas es la misma, refiriéndose al Objeto Único.

Llamaron a esta realidad el Tao, que originalmente significó “la Vía”. Es la vía, o proceso, del universo, el orden de la naturaleza. En tiempos posteriores, los Confucianos le dieron una interpretación distinta. Hablaron del Tao del hombre, o el Tao de la sociedad humana, y lo entendieron como la forma correcta de vida en un sentido moral.

En su sentido cósmico general, el Tao es la cúspide, la realidad última, indefinible y como tal es el equivalente del Brahman hindú y el Dharmakaya budista. Difiere de los conceptos hindúes por su calidad intrínsicamente dinámica, que en el punto de vista chino, es la esencia del universo. El Tao es el proceso cósmico en el que todas las cosas están involucradas; el mundo es visto como un flujo continuo además de cambio.

El Budismo hindú, con su doctrina de impermanencia tuvo una visión bastante similar, pero tomó esta visión meramente como la premisa básica de la situación humana y pasó luego a elaborar sus consecuencias psicológicas. Los chinos, por el otro lado, no sólo creyeron que el flujo y el cambio eran características esenciales de la naturaleza, sino que también existen patrones constantes en aquellos cambios que pueden ser observados por los seres humanos. El sabio reconoce estos patrones y dirige sus acciones de acuerdo a ellas. De esta manera se hace uno con el Tao, viviendo en armonía con la naturaleza y triunfando en todo lo que intente. En palabras de Huai Nan Tzu, un filósofo del siglo II a.C.:

“Aquel que se adapta al curso de el Tao, siguiendo el proceso natural del Cielo y la Tierra, encuentra que es fácil manejar todo el mundo”.

¿Cuáles son entonces los patrones de la vía cósmica que el ser humano debe reconocer? La principal característica del el Tao es la naturaleza cíclica de sus constantes movimientos y cambio. “Volver es el movimiento del Tao”, dice Lao Tzu, y “llegar lejos significa volver”. La idea es que todos los desarrollos en la naturaleza, el mundo físico, como en las situaciones humanas, muestran patrones cíclicos de ir y venir, de expansión y contracción.

Esta idea fue sin duda deducida a partir de los movimientos del Sol y la Luna y de los cambios de las estaciones, pero también fue tomada como una regla de vida. Los chinos creen que cuando una situación se desarrolla hasta su extremo, está dado que luego se dará la vuelta y se transformará en lo opuesto. Esta creencia básica les ha dado valentía y perseverancia en tiempos de calamidades y los han hecho cuidadosos y modestos en tiempos de éxitos. Ha llevado a la doctrina de la media dorada en que Taoístas y Confucianos creen. “El sabio”, dice Lao Tzu, “evita el exceso, la extravagancia y la indulgencia”.

En la visión china es mejor tener muy poco que tener demasiado, y mejor dejar cosas sin hacer, que hacer demasiado, pues, aunque no se llegue muy lejos de esta manera, se está seguro de estar yendo en la dirección correcta. Aquel hombre que quiere ir más y más lejos hacia el oeste terminará al este, aquellos que acumulan más y más riquezas para aumentar sus bienes terminarán siendo pobres de alguna manera. La sociedad industrial moderna que continuamente está tratando de aumentar “el estándar de vida” y para ello disminuye la calidad de vida para todos sus miembros es una elocuente ilustración de esta antigua sabiduría china.

La idea de patrones cíclicos en los movimientos de el Tao fue dando una estructura definida a través de la introducción de los opuestos polares yin y yang. Son los dos polos que colocan los límites para los ciclos del cambio:

“El yang habiendo llegado a su clímax retrocede a favor del yin; el yin llegando a su máximo, retrocede a favor del yang”.

Bajo el punto de vista chino, todas las manifestaciones del Tao son generados por el juego dinámico de estas dos fuerzas polares. Esta idea es muy antigua y muchas generaciones han trabajado sobre el simbolismo arquetípico para yin y yang hasta que se transformó en un concepto fundamental del pensamiento chino. El significado original de las palabras yin y yang era el del lado en sombra y el lado iluminado de una montaña, un significado que da una buena idea de la relatividad de los dos conceptos:

“Aquel que deja aparecer ahora la oscuridad, ahora la luz, eso es Tao”.

El carácter dinámico de yin y yang está ilustrado en el antiguo símbolo chino llamado T’ai-chi T’u o “Diagrama del Último Supremo”.

Este diagrama es un arreglo simétrico del yin oscuro y yang claro, pero la simetría no es estática. Es una simetría rotacional que sugiere, fuertemente, un movimiento cíclico constante:

“El yang vuelve cíclicamente a su inicio; el yin logra su máximo y da luego lugar al yang”.

Los dos puntos en el diagrama simbolizan la idea de que cada vez que una de las fuerzas alcanza su máximo, ya contiene la semilla de su opuesto.

El par yin y yang son un gran leitmotiv que permea a la cultura china y determina todos los rasgos de la forma tradicional china de vida. “La vida”, dice Chuang Tzu, “es la mezcla armónica del yin y el yang”. Esta ciclicidad se observa en las estaciones, en los cultivos, en las comidas, que según los chinos deben estar equilibradas en elementos yin y yang para ser saludables. La medicina tradicional china también se basa en el balance del yin y el yang. Cualquier enfermedad se considera una pérdida de equilibrio. El cuerpo se divide en partes yin y yang. El balance entre las distintas partes se mantiene por un flujo constante de energía vital, o Ch’i, por un sistema de meridianos que contienen los puntos utilizados en la acupuntura, que se basa en la utilización de agujas en puntos específicos para reestablecer el flujo de la energía vital y curar así las enfermedades.

La interrelación del yin y el yang, el par primordial de opuestos, aparece por lo tanto, como un principio que guía todos los movimientos del Tao.

 

 

 

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