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EL SUFRIMIENTO

¿Cuál es el significado del dolor, del sufrimiento?

El dolor físico tiene un significado, es producido por alguna razón, pero ahora nos referiremos al sufrimiento psicológico.

 

¿Por qué deseamos descubrirlo, por qué queremos averiguar la razón por la que sufrimos?

Cuando nos hacemos la pregunta "¿por qué sufro?" y buscamos la causa del sufrimiento, ¿no huimos del sufrimiento? ¿no lo evitamos? El hecho es que sufro; pero en el momento en que la mente se ocupa del sufrimiento y digo ¿por qué?, ya he "aguado", disminuido, la intensidad del sufrimiento.

Queremos que el sufrimiento se alivie, se aleje, se elimine mediante una explicación. Y esto, indudablemente, no brinda la comprensión del sufrimiento. Si me libro, pues, de este deseo de huir del sufrimiento, empiezo a comprender cuál es su contenido.

Es muy importante comprender este punto.

 

¿Qué es el sufrimiento?

El sufrimiento es una perturbación en diferentes niveles de la persona: en el físico y en los distintos niveles del subconsciente. Es una forma aguda de perturbación que nos disgusta. Mi hijo ha muerto o se ha marchado. Había erigido en torno a él todas mis esperanzas; o en torno a mi hija, o de mi esposo, o de lo que sea. Lo tenía en un altar, junto a todas las cosas que deseaba que él fuera; o lo he tenido por compañero y de pronto se ha ido, ya conocéis todo eso. A esta perturbación le llamo sufrimiento.

 

¿Cómo respondemos, normalmente, ante el sufrimiento?

Al no gustarnos el sufrimiento decimos: "¿por qué sufro?", "lo amaba tanto", "él era esto" y "yo tenía aquello"... tratamos de encontrar un escape en las palabras, en los títulos, en las creencias. Todo ello opera en nosotros como un narcótico.

 

¿Qué sucede si no hacemos esto, si no escapamos mediante el pensamiento?

Sencillamente sucede que capto el sufrimiento, no como una cosa distinta de mí, no como un observador que observa el sufrimiento, sino que éste forma parte de mí mismo, es decir, la totalidad de mí mismo sufre. Entonces podemos seguir el movimiento del dolor, ver a dónde conduce. Si capto de esta manera el dolor es seguro que nos revela su sentido, su razón, el por qué aparece en nuestra vida.

Entonces veremos que hemos puesto énfasis en el "yo", no en la persona a quien amo y se ha ido.  Aquella persona, o aquella situación, servía para ocultarnos de nuestro propio sufrimiento, para evitar ver lo que hay en realidad en nuestro interior: la soledad y el infortunio.

Como yo no soy "algo", esperaba que él lo fuese. Aquello ya terminó; estoy abandonado, perdido, solo. Sin él o ella, o aquel estado, nada soy. Por eso lloro. No es que se haya ido; es que estoy abandonado, es que estoy sólo.

Es muy difícil llegar a este punto ¿verdad? Realmente es difícil reconocerlo, y no decir simplemente, "estoy solo ¿cómo podré librarme de esta la soledad?", lo cual es otra forma de huida, sino ser consciente de este vacío, mantenerse en él, ver su movimiento.

Así, gradualmente, si dejamos que el sufrimiento se manifieste y revele su significado, vemos que sufrimos porque estamos perdidos y que se nos exige prestar atención a algo que no queremos mirar. Se nos impone algo que nos resistimos a ver y comprender.

Por otro lado vemos que existen innumerables personas y situaciones para ayudarnos a huir, y evadirnos; miles de personas llamadas "religiosas", con sus creencias y sus dogmas, con sus esperanzas y fantasías. "Es la voluntad de Dios" "es el Karma"; todos nos brindan una salida, bien lo sabemos.

 

Pero si podemos permanecer con el dolor y no apartarlo de nosotros, ni tratar de negarlo, ¿Qué ocurre? ¿cuál es el estado de nuestra mente cuando sigue de este modo el proceso del sufrimiento?

Lo único que existe, entonces, es el sentimiento de intenso dolor. Y nuestra mente existe en silencio.

El dolor es una realidad y no una mera palabra, la palabra no tiene sentido.

El dolor existe respecto a una imagen, a una experiencia, a algo que poseemos o no poseemos. De modo que el dolor está en relación con algo.

Es decir, cuando hay sufrimiento, éste tan sólo existe en relación con algo. No puede existir por sí solo, así como el temor tampoco puede existir por sí solo, sino en relación con algo: un individuo, un incidente, un sentimiento...

Ahora ya nos podemos dar plena cuenta de cómo opera el sufrimiento en nuestra vida.

 

¿Es ese sufrimiento distinto de nosotros, y por lo tanto somos simplemente el observador que capta el sufrimiento, o nosotros mismos somos ese sufrimiento?

Cuando no hay un observador que sufre el sufrimiento no es diferente de nosotros, somos el sufrimiento. No estamos separados del dolor, somos el dolor.

Así, de esta forma no se le evalúa, no se le juzga, no se le da nombre y, por lo tanto, no se le rechaza: somos ese dolor, simplemente somos ese sufrimiento, esa sensación de agonía. Entonces, cuando somos eso, cuando no le tememos, cuando somos uno con el dolor, no hay nada que hacer.

Ha ocurrido una transformación radical en la persona. Ya no existe el "yo sufro", porque no hay "yo" que sufra, y el "yo" sufre porque nunca nos hemos parado a examinar lo que es el "yo". Sólo vivimos de palabra en palabra, de reacción en reacción. Jamás decimos "veamos qué es eso que sufre". Y normalmente no lo podemos ver por que miramos con intereses y con disciplina.

Debemos mirar mirar con espontánea comprensión. Entonces veremos lo que llamamos "dolor y sufrimiento", veremos que lo que queremos evitar se ha desvanecido.

Si en mi relación con el sentimiento de dolor no lo considero como "algo" aparte de mí, no hay problema. Pero en el momento en que considero al dolor como "algo" separado de mí, sí que hay problema. Mientras trato el sufrimiento como algo fuera de mí (sufro porque he perdido a mi hermano, porque no tengo dinero, por esto o por aquello), establezco una relación con ese algo, y esa relación es ficticia. Pero si soy esa cosa, si veo completamente el hecho, entonces todo se transforma, todo tiene un significado diferente. Entonces existe atención total, atención integrada; y aquello que se considera en su totalidad se comprende, y se disuelve, y así no hay temor, y, por lo tanto, la palabra "sufrimiento" resulta inexistente.

 

 

***

 

 

Todos experimentamos dolor. Si queremos podemos analizarlo y explicar por qué sufrimos, podemos leer libros sobre el tema o ir a la iglesia, y pronto sabremos algo acerca del dolor. Pero no estamos hablando de eso: hablamos del fin del dolor.

El conocimiento no pone fin al dolor. El fin del dolor empieza cuando nos enfrentamos a los hechos psicológicos que tienen lugar dentro de nosotros, y estamos por completo alertas, de instante en instante, a todas las implicaciones de esos hechos.

Esto significa no escapar jamás del hecho de que uno sufre, no racionalizarlo ni ofrecer opinión alguna al respecto, sino vivir completamente con ese hecho.

La mayoría de nosotros no está en comunión con nada. No estamos en comunión directa con nuestros amigos, con nuestra esposa, con nuestros hijos.

Para comprender el dolor debemos amarlo, debemos estar en comunión directa con él. Si queremos comprender algo (a nuestro vecino, esposa, o a cualquier relación), si queremos comprender algo completamente, debemos estar cerca de ello. Debemos llegar a ello sin reparo alguno, sin prejuicio, condena o repulsión, debemos mirarlo sin condicionamientos. Debemos estar en comunión con la persona o situación, lo cual implica que debemos amarla.

De igual manera, si queremos comprender el dolor, debemos amarlo, debemos estar en comunión con él. Pero normalmente no podemos hacerlo porque escapamos del sufrimiento mediante explicaciones, teorías, esperanzas y postergaciones, todo lo cual constituye un proceso de verbalización.

Así pues, las palabras y la mente me impiden estar en comunión con el dolor y con todas las cosas.

Por otra parte ocurre que nos habituamos a vivir con el dolor y esto nos impide ser uno con él. Vivir con algo o con alguien y no habituarse a ello requiere una energía enorme, una percepción alerta que impida a nuestra mente embotarse. De igual manera, el sufrimiento embota la mente si nos acostumbramos a él. Y casi todos nos acostumbramos a él. Pero no es necesario que nos habituemos al sufrimiento.

Únicamente si no establecemos relaciones ficticias con el dolor, si somos el dolor, si vemos el hecho de nuestro sufrimiento, entonces todo el tema se transforma, adquiere un significado por completo diferente. Entonces hay atención plena, y aquello que es observado en su totalidad, es comprendido y disuelto; por lo tanto la palabra dolor no existe.

 

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