Los
médicos saben que muchos pacientes no siguen con rigor los tratamientos que les
han prescrito. Se calcula que sólo se administra un 50 por 100 de las
medicaciones recetadas. En cambio se consume un volumen igual de medicamentos
sin estar indicados.
Existen
dos tipos de actitud equivocada frente a los medicamentos: a) Utilización
indiscriminada, b) Rechazo a priori.
Una parte
importante de los medicamentos que se toman fueron recetados a ese enfermo en
otro episodio de su dolencia (que pese a una apariencia semejante puede ahora
ser distinta), o aconsejados por el dependiente de la farmacia, o por un amigo
que «tiene lo mismo que yo y le sienta bien». En las consultas, es frecuente que
la familia reproche: «no ha mejorado, pero es que toma las medicinas cuando
quiere y como quiere», significa que las abandona en cuanto cree estar mejor, o
toma una cantidad excesiva a la menor molestia.
Interviene la toxicofilia psicológica de algunas personas, que a la menor
molestia (dolor de cabeza, insomnio, ardor de estómago) exigen alivio inmediato.
Crean así un hábito de tomar medicación, y con algunas (en especial analgésicos,
hipnóticos o tranquilizantes) pueden provocar una dependencia. Otros lo hacen
por una actitud hipocondríaca, están permanentemente alertos a evitar síntomas;
en cada comida sacan la cajita con varias píldoras multicolores, «para la
digestión, para el estreñimiento, vitaminas, para prevenir la coagulación,
etc.», no por suprimir molestias como el anterior grupo, sino por miedo a la
enfermedad. Un tercer grupo toma el exceso de medicación por pura
irresponsabilidad.
En
principio, no existe ninguna medicación totalmente inofensiva, no pueden tomarse
ni como una costumbre, ni sin asesoramiento técnico.
En los
últimos lustros, en especial en las tragedias con la talidomida y otros
fármacos, y de la divulgación de los riesgos farmacológicos, existe una
creciente corriente de opinión alarmista contra las medicaciones y sus efectos
secundarios. Muchos pacientes acuden a las consultas médicas con la advertencia:
«soy enemigo de las medicaciones». En especial en el campo de la psiquiatría es
muy frecuente la afirmación: «vengo a que me haga psicoterapia, pero no quiero
medicación». Esta postura preconcebida tiene, en los casos extremos e
irreductibles, el inconveniente de privar a muchos enfermos del óptimo
tratamiento, y quizá de su salud o vida.