|
EL ACOSO SEXUAL
EN LA ENSEÑANZA
El marco para el acoso sexual en los ambientes educativos también está
claro: el maestro o profesor ejerce su poder sobre las alumnas.
Una encuesta entre profesores varones de una prestigiosa universidad de
investigación indicó que el 26% admitía haber tenido algún encuentro o
relación sexual con una alumna. Por supuesto, es probable que esa estimación
se quede corta, puesto que se trata del tipo de conducta que el encuestado
podría no manifestar en su respuesta.
Una encuesta entre psicólogos puso de manifiesto que el 17% de las mujeres
pero sólo el 3% de los hombres, había tenido contactos sexuales con sus
profesores cuando estaba en el segundo ciclo de la carrera. Se consideraban
"contactos sexuales" el coito o la estimulación genital, pero no otras
actividades como los comentarios indignos. En este campo, la definición de
los términos es engañosa y no cabe duda de que parte de las actividades
sexuales manifestadas en esa encuesta se habrían realizado con mutuo
consentimiento y no "contra la voluntad" de la alumna. Por otra parte, hay
muchos casos claros de acoso sexual. Una mujer escribió el párrafo que
aparece a continuación sobre su experiencia en un curso de ciencias
políticas de una gran universidad estatal:
Este profesor hizo comentarios sexistas y despreciativos sobre las mujeres
en clase, en la vida pública y en general:
"Vosotras, las mujeres, vais a desperdiciar vuestra educación criando
bebés." "En las ciencias políticas, las mujeres no tienen futuro. No creo en
absoluto en las mujeres en el gobierno."
"..Ahora bien, si el jefe de policía judicial hubiera sido una mujer, se
habría sentado a llorar; ¿por qué razón? (y una buena razón) no hay mujeres
en el Tribunal Supremo"
"Cualquier marido que esté tan loco como para escuchar lo que su mujer dice
sobre política se merece todo lo que le pase."
Le dije que sus observaciones eran, al principio, irritantes y después,
progresivamente más ofensivas. Le dije que algunas mujeres de la clase se
sentían intimidadas y despreciadas. La cuestión es que, si este hombre
conseguía bajarme la moral a mí, que recibía toda clase de reforzamientos
positivos de profesoras y amigas feministas, con toda seguridad le ocurriría
lo mismo a otras alumnas.
Una vez más, el problema radica en la desigualdad de poder. En una situación
así, es difícil que las alumnas tengan fuerza para protestar, puesto que el
profesor tiene el poder de calificar en sus manos. En los casos antes
aludidos del segundo ciclo universitario, el profesor controla las
evaluaciones y recomendaciones críticas que afectan al desarrollo de la
carrera de la mujer. |
|