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LA AFECTIVIDAD Y
SEXUALIDAD DEL DEFICIENTE MENTAL
La sexualidad en este grupo ha sido y sigue siendo una temática impregnada
del fantasma de lo prohibido, raro y misterioso. Quien se aproxime a la
afectividad y a la sexualidad de los adolescentes deficientes mentales debe
huir de dos extremos totalmente falsos que responden a posturas sociales
contradictorias: no son personas con una sexualidad exacerbada
(potencialmente violentas sexualmente, sometidos a impulsos sexuales
incontrolables y de imposible inhibición) y, tampoco, en el sentido
contrario, seres asexuados (en infantilismo permanente -"el sexo de los
ángeles"-: ¿no es así que las personas cambian de voz, la infantilizan, al
dirigirse a un retrasado por muy adulto que sea?; libres del instinto sexual
o tan inocentes que son incapaces de experimentar este instinto), a los que
se debe reprimir sistemáticamente toda manifestación afectiva, por miedo a
sus repercusiones sexuales. La importante experiencia de los últimos años
muestra, de manera diáfana, cómo las personas con una deficiencia mental
potencian, muy significativamente, sus posibilidades de realización
personal, si no se reprime su afectividad. Si todo ser humano necesita
educación sexual, también la requieren los jóvenes deficientes mentales.
Sin embargo, acostumbra a ser "complicada" la llegada a la adolescencia del
niño con retraso en la maduración mental. De entrada, hay una pérdida del
aspecto infantil que, de alguna manera, dulcificaba la visión social de la
deficiencia. También coincide con una decepción del entorno familiar por la
ausencia de un evidente progreso, después de tantos años de abnegada
dedicación (meticulosos programas de estimulación, laboriosas técnicas de
rehabilitación, etc.). Asimismo, aparecen en el joven desagradables
conductas de rebeldía autoheteroagresivas. Y como el adolescente con
deficiencia mental siente las mismas pulsiones que el adolescente sin
deficiencia cuando llega a la pubertad, la sexualidad explota de forma
tumultuosa: masturbaciones incontrolables, relaciones sexuales que no pasan
por los juegos eróticos habituales, etc. La sexualidad del hijo adolescente
es vivida por los padres como una amenaza para ellos mismos. Al fin y al
cabo, el hijo retrasado es el resultado de una actividad sexual que ellos
tuvieron. ¿Y si se repitiera la situación de procreación de hijo retrasado?
Por cuestión de fechas, la sexualidad pujante del adolescente es,
inconscientemente, percibida por los padres como el fin de la suya propia.
Todo ello desconcierta a los progenitores, siendo así que, además, ha
coincidido la llegada a la adolescencia de su hijo deficiente con su próxima
jubilación laboral, y surge inevitable la angustiosa pregunta: ¿qué pasará
cuando faltemos?...
Hay unas circunstancias problemáticas añadidas como son el mayor número de
personas con retraso mental que sobreviven hasta la edad adulta, e incluso
alcanzan una considerable longevidad; la violencia sexual que impregna la
sociedad actual, especialmente en las grandes ciudades, y, por último, la
falta de un número suficiente de profesionales capacitados para la educación
afectivo-sexual de estos jóvenes.
Insistimos en que la educación sexual del joven deficiente mental es una
parcela pedagógica que forma parte de un proceso de educación integral.
Asimismo, es fundamental contar con la madurez sexual del educador y cómo
tiene asumida su propia sexualidad. Una regla básica es que no se debe
inducir a las personas con retraso mental a un comportamiento sexual
explícito (es decir, expresado claramente, con pelos y señales), si ellos no
lo descubren por sí mismas. Debemos, pues, ser muy respetuosos con la
intimidad sexual del joven deficiente, porque éste no puede decidir su
propia sexualidad y nosotros hemos de poner los medios para canalizarla;
porque él, a menudo, tiene que soportar la manipulación sexual de otros,
como en los casos de homosexualidad impuesta, felaciones, violaciones, etc.
Padres, educadores y personal sanitario, estemos alerta. |
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