QUÉ HACER Y QUÉ NO HACER PARA QUE UNA PAREJA FUNCIONE
Los
errores que tendremos mucho cuidado en evitar, si lo que pretendemos es una
relación de pareja que dure en el tiempo, y que también sea de calidad,
serán, principalmente:
Intentar cambiar a la pareja
Como
ya sabemos, la pareja es como es. Hay un periodo de conocimiento, en el que
es mejor analizar las características de esa persona y evaluar si puede ser
compatible con la propia forma de ser. Pensar que ciertos rasgos cambiarán
suele ser una expectativa equivocada. Este cambio puede ocurrir, o no. Lo
más aconsejable es una buena observación, y aprender a amar a la persona
corno es, no como a uno le gustaría que fuese. El proceso es, naturalmente,
recíproco.
Dejar los conflictos sin resolver
Suele
ser también frecuente que, tras un conflicto, la forma de solucionarlo sea
dejarlo pasar. No cabe duda de que se trata de una alternativa, pero
probablemente es la menos eficaz. El conflicto es indicativo de un
desacuerdo sobre el que hay que buscar un punto común, si lo que se pretende
es que la relación siga funcionando.
Más
bien al contrario, la acumulación de conflictos, desencuentros y la
prolongación de situaciones indeseadas provoca una profunda sensación de
malestar, en muchas ocasiones muy difícil de superar.
Un
buen ejercicio es acostumbrarse a escuchar lo que el otro tiene que decir,
guste o no, y pedir que nuestra pareja nos comunique su malestar, sin que
para ello haya que recurrir a insultos, enfados o chantajes innecesarios y
que no llevan, en la práctica, a ninguna solución eficaz.
Imponer el punto de vista individual
La
única ventaja que se obtiene de imponer el propio criterio es que puede
producir cierta sensación de bienestar, a costa del malestar de los que han
tenido que aceptarlo.
Otra
desventaja sería que realmente no se ha resuelto un conflicto y
probablemente habremos provocado cierto resentimiento en nuestra pareja.
Pretender que una relación funcione de esta manera podría considerarse
utópico, cuando no irracional.
Involucrar a los hijos en los conflictos
Los
conflictos de pareja no tienen nada que ver con los hijos y, sin embargo, se
les suele utilizar de múltiples maneras en estas situaciones. Bien como
escudo en el que esconderse y permitir que los primeros que reciban el daño
sean ellos. Bien como armas arrojadizas para chantajear y hacer daño a la
otra persona. Bien como cubos donde van a parar los insultos y las
culpabilidades recíprocas, si no toman una posición definida.
Los
problemas de pareja adulta han de ser resueltos, exclusivamente, entre los
dos miembros adultos de la pareja, y no involucrar a personas que no tengan
que ver con la falta de entendimiento entre ellos, especialmente los hijos.
Entre
las principales pautas que nos permitirán tener una relación afectiva
duradera y de calidad, destacamos las siguientes:
• No
dejar de ser uno mismo: en nombre del amor, suele ocurrir que algún miembro
de la pareja cede hasta que es incapaz de reconocerse a sí mismo, su
carácter y sus ilusiones. Más que un derecho, que lo es, se trata de una
estrategia eficaz, pues, si la pareja no le conoce a uno tal como es,
difícilmente podrá quererla y ayudarla a conseguir los objetivos que se
hayan marcado, individualmente y en conjunto.
Cuando uno deja de ser uno mismo, no se está dando, en primer lugar, la
oportunidad de saber si la otra persona le quiere a uno como es. En segundo
lugar, no está permitiendo que el otro le quiera por cómo es.
•
Comunicarse con respeto, cariño y en positivo: para comunicar algo que nos
desagrada o molesta no hay necesariamente por qué ofender, humillar o
agredir. Las parejas que tienen la fórmula de la felicidad duradera, y las
hay, se comunican de manera que el otro entienda lo que le está diciendo, y
entre ambos encontrarán soluciones adecuadas para los dos. Hablarse con
respeto, cariño y en positivo permite mirar al futuro e ir dejando atrás las
pequeñas diferencias cotidianas, sin dejar marcas ni heridas que ni siquiera
el tiempo logra cerrar.
• Por
último, es importante, aunque haya niños pequeños, no dejar de tener
espacios que sean sólo de la pareja. Cenar, pequeñas salidas o viajes,
actividades compartidas, etcétera. Los niños se harán mayores, se irán, y es
más saludable para la pareja que esos años no sean una hoja en blanco o, lo
que es más triste, que se hayan convertido prácticamente en unos
desconocidos.
El
amor no ocurre, se practica. A muchos les gusta contemplarlo y sueñan con
ser campeones, pero pocos están dispuestos a aprender y a poner en práctica
las mejores técnicas para conseguirlo. Hay quienes se conforman con ver el
sucedáneo en alguna pantalla o en las páginas de un libro. |