|
ASPECTOS Y
CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS DEL CICLO MENSTRUAL
Tanto los científicos
como los no profesionales saben que las mujeres experimentan cambios
emocionales o de humor según la fase del ciclo menstrual en la que se
encuentren. En este apartado revisaremos las pruebas acerca del carácter y
la medida en que se producen estos cambios de humor y de comportamiento y su
relación con los ciclos hormonales del ciclo menstrual.
En 1931, los investigadores denominaron tensión premenstrual a los cambios
de humor que se producen en los tres o cuatro días inmediatamente anteriores
a la menstruación (más o menos, entre los días 23 y 26 ó 28 del ciclo). Esta
fase se caracteriza por los sentimientos negativos, que se extienden a la
depresión, ansiedad, irritabilidad y la baja autoestima. Actualmente
disponemos de una extensa bibliografía sobre este fenómeno y sobre el más
general de las fluctuaciones de humor y de conducta correspondientes al
ciclo menstrual.
Para documentar la existencia del síndrome premenstrual, se han
utilizado cuatro tipos de estudios.
a) En primer lugar, se ha tratado de correlacionar las conductas observables
con las fases del ciclo. Por ejemplo, se ha descubierto que una importante
proporción de suicidios y actos criminales de violencia cometidos por
mujeres tienen lugar durante los cuatro días premenstruales y los cuatro
menstruales del ciclo. El 45% de las mujeres trabajadoras que enferman, el
46% de las que reciben atención psiquiátrica y el 52% de las que ingresan
por urgencias a causa de accidentes se encuentran en el período de los ocho
días premenstruales o menstruales. Además, las madres del 54% de los niños
que llegan a los centros
de salud con pequeños resfriados se encuentran en los ocho días
premenstruales y menstruales, lo que quizá indique un aumento de su ansiedad
en esos días. Por tanto, el síndrome premenstrual puede tener consecuencias
importantes y de largo alcance.
Por
otra parte, conviene señalar que los ocho días premenstruales y menstruales
constituyen el 36% del total de un ciclo. Por tanto, una estadística como
"el 49% de los actos criminales cometidos por mujeres se produce en estos
días", que parece un tanto impresionante dicho así, quizá no represente un
incremento sustancial o significativo con respecto al 36% que puede
esperarse al azar. E incluso contando con estos presuntos efectos
hormonales, hay que hacer notar que las mujeres cometen muchos menos
crímenes que los hombres. Otros estudios que han tratado de demostrar
cambios conductuales durante el ciclo menstrual no han descubierto tales
fluctuaciones con respecto al rendimiento intelectual ni al tiempo de
reacción.
b) El segundo tipo de estudio utilizado para documentar el síndrome
premenstrual se basa en cuestionarios en los que se pide a las mujeres que
informen en retrospectiva de sus síntomas y estados de ánimo en distintas
fases del ciclo. Tales estudios carecen en gran medida de utilidad porque
los relatos retrospectivos, sobre todo en fenómenos tan evanescentes como
los estados de ánimo en relación con el ciclo menstrual, son muy poco
fiables y no está demostrado que se correlacionen con otros indicadores del
síndrome premenstrual; es decir, no está comprobada su validez.
c) El tercer tipo de estudio utiliza informes diarios de las mujeres a lo
largo del ciclo. Esos estudios suelen poner de manifiesto estados de ánimo
positivos en torno al momento de la ovulación y diversos síntomas
premenstruales, como ansiedad, irritabilidad, depresión, fatiga y dolores de
cabeza.
d) El cuarto enfoque evita las preguntas directas sobre los síntomas a las
mujeres, utilizando, en cambio, una técnica proyectiva, según la cual las
participantes cuentan relatos a intervalos regulares durante el ciclo. Estas
historias se someten a examen, asignándoles una puntuación normalizada según
los temas que traten. Un ejemplo de este enfoque es un estudio en el que
grabaron los relatos espontáneos de 26 estudiantes universitarias en los
momentos correspondientes a su ovulación y premenstruación durante dos
ciclos menstruales, puntuando las historias mediante una escala determinada.
Descubrieron que estas mujeres normales mostraban una ansiedad muy elevada
con respecto a la muerte, la mutilación y la separación en la época
premenstrual, mientras que, durante la ovulación, la confianza en sí mismas
y la autoestima eran mayores.
Ahora veremos unos ejemplos de una mujer durante la ovulación:
"Cogimos nuestros esquíes y los colocamos en la baca del coche, partiendo
hacia el norte. Solíamos dar largos paseos por la nieve, y eso resultaba
fantástico, tranquilo y pacífico".
La ansiedad con respecto a la mutilación de la misma mujer, durante el
periodo premenstrual:
"... giró, dio unos bandazos y volcó. Recuerdo cómo caía ese coche sobre rni
mano, cómo me cortaba y toda aquella sangre extendida en el suelo. Después
creyeron que la mano estaba rota porque, en cuanto me tocaba el dedo, sentía
como si un clavo me atravesase la mano".
De otra mujer, en la ovulación:
"Hablo de mi viaje a Europa. Fue el mejor verano de mi vida. Nos encontramos
con gente fabulosa en todos los sitios adonde fuimos y nos ocurrieron las
cosas más extraordinarias".
La hostilidad de esta misma mujer, en la premenstruación:
"... hablo de mi hermano y de su mujer. La odiaba. Es que no podía
aguantarla... Solía hacer cosas terribles para separarlos".
En resumen, los resultados de la investigación, utilizando estos enfoques,
indican que el estado de ánimo fluctúa según las fases del ciclo menstrual.
Resulta tentador especular que estos cambios de ánimo estén relacionados con
las variaciones de los niveles hormonales que se producen durante el ciclo
o, quizá incluso, que estén provocados por ellos. En concreto, parece que
los elevados niveles de estrógenos (en la ovulación) están relacionados con
estados de ánimo positivos, mientras que los bajos niveles premenstruales de
estrógenos se relacionan con estados de ánimo negativos.
No obstante, sobre la base de una serie de aspectos, esa conclusión ha
recibido importantes críticas.
En primer lugar,
prácticamente todos los datos presentados para apoyar esta postura (con las
excepciones que mencionamos a continuación) son de carácter correlaciona!;
por tanto, en el mejor de los casos, las inferencias causales efectuadas a
partir de los mismos constituyen un procedimiento desafortunado. Es decir,
los datos sólo demuestran una correlación entre la fase del ciclo o los
niveles hormonales y el estado de ánimo. Esto no garantiza la corrección de
la inferencia de que las hormonas causen o influyan en el estado de ánimo.
De tales datos, también podría extraerse la conclusión de que el sentido de
la causalidad fuese el inverso: los factores psicológicos influirían en los
niveles hormonales y en la fase del ciclo menstrual. Por ejemplo, los textos
de ginecología dicen que el estrés puede retrasar la menstruación o
precipitar su comienzo; en los campos de concentración de la Segunda Guerra
Mundial, muchas mujeres dejaron de menstruar. Asimismo, los factores
sociales también pueden influir; por ejemplo, las mujeres que viven juntas
en un dormitorio universitario van sincronizando sus ciclos menstruales a
medida que avanza el curso académico. En resumen, la inferencia de que el
nivel hormonal influye en el estado de ánimo no puede justificarse por
completo sobre la base de los datos disponibles, aunque otras evidencias que
pudieran encontrarse permitieran decidir sobre la validez de la conclusión.
Un estudio que, en parte, responde a la objeción sobre los datos
correlaciónales, consistió en otorgar puntuaciones a las historias relatadas
en cuatro ocasiones por 102 mujeres casadas, durante el mismo ciclo
menstrual: en los días 4,10 y 16 del ciclo y dos días antes de comenzar la
menstruación. Se recogieron también otros datos para tratar de disimular el
objetivo del estudio. Se clasificó a las mujeres en tres grupos:
1) las que no tomaban anticonceptivos orales y nunca lo habían hecho;
2) las que tomaban una pildora combinada (las pildoras combinadas
proporcionan una elevada dosis regular de estrógenos y pro-gestina
(progesterona sintética), durante 20 ó 21 días], y
3) las que tomaban píldoras de tipo sucesivo (estrógenos durante 15 días,
seguidos de estrógenos y progestina durante 5 días, semejantes al ciclo
natural, pero en cantidades más elevadas).
Las mujeres que no tomaban ninguna clase de pildoras experimentaban
variaciones estadísticamente significativas de sus niveles de ansiedad y
hostilidad durante el ciclo menstrual, como habían puesto de manifiesto
otros estudios anteriores. Las mujeres que tomaban las pildoras sucesivas
mostraron los mismos cambios de humor que las que no tomaban pildora alguna,
lo que concuerda con el resultado previsto, ya que su ciclo hormonal
artificial concuerda, a su vez, con el natural. Las mujeres que tomaban
pildoras combinadas no mostraron los cambios de humor correspondientes al
ciclo menstrual: sus niveles de hostilidad y ansiedad permanecieron
constantes.
En consecuencia, parece que un nivel elevado y regular de ambas hormonas
lleva a un estado de ánimo constante. Este estudio constituye un
pseudoexperimento con respecto a los niveles hormonales, respondiendo, por
tanto, en parte, a las objeciones sobre las inferencias causales en las
relaciones entre las hormonas y la conducta.
La segunda crítica formulada sobre esta área de investigación consiste en
que la expresión síndrome premenstrual (SPM) o síndrome de tensión
premenstrual está definida vagamente. Por ejemplo, algunos autores la
describen de forma muy amplia, de manera que incluya "cualquier combinación
de características emocionales o físicas que se produzcan de forma cíclica
en la mujer antes de la menstruación". Aunque sea conveniente saber qué
porcentaje de la población femenina está aquejada de síntomas
premenstruales, las estimaciones de dicho porcentaje varían
considerablemente de una investigación a otra.
En un estudio, se encontró que la irritabilidad premenstrual aparecía en el
69% de la muestra; la depresión, en el 63%, y ambos síntomas en el 45%. En
otro estudio, en las respuestas a un cuestionario, entre el 30 y el 50% de
839 mujeres jóvenes casadas indicaban ciclos de los estados de ánimo con
respecto a la irritabilidad, la tensión y la depresión. Por otra parte, otro
investigador señaló que el 56% de las mujeres de su muestra no mencionaba
ningún síntoma significativo de tensión premenstrual. Ante la vaguedad de la
definición, no sorprende la falta de consistencia de estas estimaciones y,
hasta que no se defina el "síndrome" con mayor claridad, no podremos tener
una estimación precisa de su incidencia. Al menos, a partir de estos datos,
podemos concluir que el síndrome premenstrual dista mucho de tener un
carácter universal entre las mujeres. Es posible que el 50% no lo padezca.
Un tercer problema, muy real, de esta área de investigación es el de las
expectativas de los participantes. Es posible que quienes intervienen en
estas investigaciones mencionen más sentimientos negativos premenstruales a
causa del carácter normativo social de esos sentimientos (lavado de cerebro
mediante los anuncios de fármacos menstruales) o porque creen que el
investigador espera que aparezcan, dado que las mujeres son conscientes de
su interés por su ciclo menstrual.
Unos investigadores realizaron un inteligente experimento para determinar si
las expectativas de las personas influyen en sus informes sobre los síntomas
premenstruales. Sometió a prueba a estudiantes universitarias en el sexto o
séptimo día anterior al comienzo del siguiente período menstrual. Se les
informó que participarían en un estudio sobre una nueva técnica para
predecir la fecha de la menstruación mediante el electroencefalograma (EEG),
método que ya había sido comprobado con éxito con mujeres mayores. Efectuado
el EEG, se informaba a la mujer en cuestión de cuándo se produciría su
siguiente período menstrual, dependiendo de a cuál de los tres grupos
experimentales hubiera sido asignada:
1) se le decía que estaba en situación "premenstrual" y que su período se
cumpliría en uno o dos días;
2) se le informaba que estaba en situación "intermenstrual" o "a mitad del
ciclo" y que no tendría que esperar la regla hasta pasado un período entre
una semana y diez días, o
3) no se le daba ninguna información sobre la fecha prevista de menstruación
(grupo control).
A continuación, las mujeres rellenaban un cuestionario de informe personal
sobre trastornos menstruales. Los resultados mostraron que quienes creían
que estaban en fase premenstrual manifestaban una retención de agua, dolores
y cambios de los hábitos alimenticios significativamente mayores que las que
pensaban que se encontraban en la mitad del ciclo. (En realidad, no existían
diferencias significativas entre las mujeres de estos grupos con respecto a
la aparición de sus reglas respectivas.) No obstante, sobre las
apreciaciones de estados de ánimo negativos, no se registraron diferencias
significativas entre los grupos. Este estudio indica que probablemente,
debido a las ideas aprendidas, las mujeres sobreestimen los cambios que se
producen en los estados corporales durante el ciclo menstrual. Cuando creen
estar en fase premenstrual, mencionan más problemas que cuando piensan que
se encuentran en medio del ciclo.
En la investigación del ciclo menstrual surge un problema sutil de
interpretación. La conclusión típica es que los síntomas aumentan o que el
estado de ánimo es negativo en la fase premenstrual. Sin embargo, quizá este
estado sea el "habitual", produciéndose, de hecho, una disminución de los
síntomas o la modificación positiva del estado de ánimo en el momento de la
ovulación. Se trata, en realidad, del problema de establecer una línea base
de conducta; pero, ¿cuál tiene que ser? ¿Debe ser el promedio de los
varones? ¿O los varones son irrelevantes con respecto a estas
investigaciones? Es una cuestión compleja que hace falta resolver.
Conviene señalar también las tremendas influencias culturales en los cambios
de humor dentro del ciclo menstrual. Muchas sociedades y religiones
primitivas consideran impura a la mujer menstruante, apareciendo diversos
tabúes que impiden que su impureza se extienda a otros. Por ejemplo, puede
que no se le permita cocinar mientras menstrua o, incluso, que se la aisle
del resto de la comunidad, manteniéndola en una cabaña independiente, fuera
del poblado. Estas supersticiones se hacen más sutiles en el mundo
occidental moderno, pero persisten. Por ejemplo, muchas parejas se abstienen
de las relaciones sexuales durante el período de la mujer. Una encuesta
realizada a 960 familias de California puso de manifiesto que la mitad de
los hombres y las mujeres nunca habían mantenido relaciones sexuales durante
la menstruación.
Existen también diversas pruebas de las influencias culturales sobre los
trastornos menstruales. Por ejemplo, se compararon grupos de mujeres
casadas, según sus preferencias religiosas, en relación con sus actitudes
frente a la menstruación y las variaciones de la ansiedad durante el ciclo.
La mayoría de las judías y las católicas dijo que nunca practica el sexo
durante la menstruación, frente a menos de la mitad de las protestantes.
Estas últimas no experimentan grandes variaciones de su nivel de ansiedad
entre la ovulación y las fases premenstruales, mientras que las católicas
mostraban fluctuaciones extremas. Estas variaciones culturales con respecto
a las actitudes y síntomas menstruales pueden relacionarse con la enseñanza
religiosa sobre la menstruación. En todo caso, las mujeres protestantes,
católicas y judías tienen los mismos ciclos hormonales, pero los ciclos
psicológicos correlativos son diferentes, lo que indica que dichos ciclos
están, sin duda, influidos por la cultura.
Por último, esta área de investigación ha prestado poca atención a los
mecanismos de afrontamiento. La mayoría de las mujeres no se anega en
lágrimas ni queda reducida a un estado de incompetencia entre tres y seis
días de cada mes. No cabe duda de que elaboran mecanismos para afrontar los
cambios de humor, sobre todo si éstos son regulares y previsibles. En
realidad, sería razonable esperar que aquellas que experimentan mayores
cambios de estado de ánimo elaborasen las mejores estrategias para
afrontarlos. Por desgracia, disponemos de pocas pruebas empíricas sobre
estas cuestiones. Parece ser que la estrategia más corriente consiste en
aumentar la actividad, "mantenerse ocupadas". Otro mecanismo de
afrontamiento es aumentar el tiempo dedicado al sueño, una especie de
escapatoria, aunque también es un medio práctico para atajar las sensaciones
de fatiga. Además, como el síndrome premenstrual es tan conocido, es fácil
combatir los síntomas asociados, como la depresión (la mayoría de las
mujeres reconocen rápidamente que la depresión está relacionada con el
principio de la menstruación, dedicándose a sus cosas y despreocupándose de
los graves problemas psicológicos que padecen, porque saben que esos
síntomas desaparecerán a los pocos días).
Los enfoques feministas de la ciencia indican a menudo interpretaciones
alternativas de los fenómenos. Pero también es cierto que las perspectivas
de los distintos grupos étnicos sugieren nuevas interpretaciones. Las
mujeres indias norteamericanas creen que la menstruación es un momento para
centrarse y equilibrarse. El flujo que sale del cuerpo lava todas las
impurezas y las cosas negativas que han ocurrido durante el mes. Reflejando
la íntima conexión del pueblo indio con la naturaleza, la mujer india alude
al período menstrual como estar "en la luna", que se considera un momento
positivo. |
|