CÓMO MANTENER EL
EQUILIBRIO PSICOLÓGICO
En los
casos en los que la falta de equilibrio psicológico se debe a una enfermedad
mental, la primera medida será la de combatirla mediante un tratamiento
adecuado; pero muchas veces se trata de un problema de personalidad, con lo que
la cuestión que se plantea es la de cómo conseguir una personalidad equilibrada.
Cada
persona es realmente un mundo distinto y resulta una quimera exponer
detalladamente la forma de ser que aportaría a todos el equilibrio psicológico.
Para lograrlo no es necesario cambiar nuestra forma de ser hasta que se
configure dentro de nosotros una personalidad más o menos estandarizada, ya que
esto constituiría más bien un atentado contra nuestra propia identidad. Sin
embargo, sí que se pueden considerar una serie de factores psicológicos como
ingredientes fundamentales de toda personalidad que aspire a poseer una cierta
dosis de equilibrio, ya que constituyen pilares básicos de la misma, y, sin
ellos, una persona está expuesta a derrumbarse e ir de un lado a otro o a la
deriva.
En primer
lugar, es fundamental conseguir conocerse a sí mismo, lo que se puede lograr
mediante un análisis de nuestras aptitudes y limitaciones, es decir, de lo que
estamos dotados y somos capaces de hacer, así como de lo que nos resulta
difícil, casi imposible, debido a nuestras limitaciones en el campo físico o
intelectual. El conocimiento de uno mismo requiere un análisis introspectivo, es
decir, valorar nuestra forma de ser y nuestras capacidades, volcándonos en
nuestro interior, y un análisis extrospectivo, es decir, conocernos por nuestras
obras, por lo que hemos sido capaces de hacer hasta el momento actual. Ambos
análisis resultan dificultosos, ya que al ser jueces de nosotros mismos, ponemos
en marcha mecanismos de defensa y de autojustificación que hacen perder
objetividad a estos criterios, por lo que también suele ser positivo que
contrastar esta información con la de otras personas que nos merezcan confianza.
Una vez
que nos aproximamos al conocimiento de nosotros mismos resulta más fácil
establecer un proyecto coherente de vida que sea realizable dentro del marco de
nuestras propias posibilidades. De este modo se puede lograr una cierta
constancia frente a las adversidades, una mayor seguridad en sí mismo, a la vez
que se produce un menor número de frustraciones. Aceptar nuestras limitaciones
no supone renunciar a todas nuestras posibilidades, por el contrario, es
necesario conocer nuestras aptitudes para desarrollarlas y sacarles el máximo
provecho; sacarnos el «máximo partido», en definitiva, pero con realismo.
Además, de este modo se logra una mayor confianza y seguridad en uno mismo,
especialmente si se logra una mayor fuerza de voluntad y de autocontrol,
poniendo en nuestros actos una cierta dosis de reflexión a la vez que
conseguimos no desbaratar el camino trazado por culpa de conductas impulsivas de
las que después podemos arrepentimos.
Ser los
señores de nosotros mismos, como propugnaban los humanistas del siglo XVI, es
otra de las grandes claves para conseguir una personalidad equilibrada. Los
desequilibrios provienen no pocas veces de que nos vemos desbordados por nuestra
afectividad; ponemos demasiado corazón en las cosas y poca cabeza. Tampoco es
conveniente convertirnos en seres fríos, exageradamente racionales, sino tan
sólo intentar lograr un equilibrio entre lo racional y lo afectivo que nos
permita abordar los problemas y circunstancias con realismo y objetividad, sin
dramatizarlos y sin dejar de ser nosotros mismos, analizándolos con sencillez y
naturalidad.
Cuidar
algunos aspectos sociales puede ser de importancia capital. Intentar establecer
unas relaciones sociales, familiares o amorosas lo suficientemente amplias y
sinceras, con un espíritu abierto, tolerante y flexible ayuda a conseguir una
personalidad equilibrada, que no esté volcada sobre sí misma, sino
fundamentalmente sobre los demás, ya que de este modo se verá enriquecida,
abriéndose a horizontes más amplios.
El
trabajo también es importante. Tan perjudicial es trabajar demasiado, si esto
supone abandonar otros campos como el de la familia, la cultura, la
espiritualidad, la conciencia social, etc., como dedicarse poco a alguna tarea
profesional, procurando satisfacer sólo apetencias superficiales o meramente
materiales. En ambos casos se termina produciendo un desajuste de la
personalidad y un profundo y bastante grave desequilibrio psicológico.