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Calidad del
contexto
En el proceso de transformación interior, cualquiera que sea el método
elegido, lo que determina esencialmente la eficacia del trabajo realizado es
el contexto en el que se utiliza el método, no el método en sí mismo.
Estamos tan condicionados por el materialismo, que tenemos tendencia a dar
una importancia exagerada a las técnicas. Pero, cuando se trabaja de verdad
en un cambio de consciencia, se da uno cuenta de que el factor más
importante no es la técnica como tal, sino el contexto, es decir, el estado
de espíritu, la percepción inteligente, la motivación interior, la
intención, la claridad mental, la visión con la que se aborda el trabajo. El
ser humano posee una máquina, pero no es esa máquina. Por eso, una técnica,
por interesante o sofisticada que sea, no puede bastar para realizar un
trabajo interior. Es posible que parezca una sutileza hablar de la calidad
del contexto; pero eso es precisamente lo que garantiza la eficacia de los
resultados. En lugar de correr a derecha e izquierda intentando encontrar la
técnica o el maestro que facilite el crecimiento o la realización espiritual
más rápida, es más eficaz trabajar primero en la elaboración de un contexto
amplio e inteligente.
¿Cómo definimos un contexto? El contexto es el conjunto de pensamientos
(conscientes o inconscientes) que dan lugar a nuestras acciones. Podemos
definirlo también como un punto de vista, una manera de ver las cosas, una
filosofía, un modelo, un sistema de creencias. Es aquello sobre lo que se
apoya el método. Normalmente no nos paramos a pensar en el contexto, nos
apoyamos de forma automática en él, sin ser conscientes de que se trata sólo
de un modelo, de un punto de vista. La ciencia ha trabajado hasta ahora en
un contexto materialista; su punto de vista le hacía decir que sólo era real
lo que era material y podía ser aprehendido por los cinco sentidos o por
instrumentos físicos. Una enseñanza espiritual, con sus prácticas
correspondientes, se apoya también sobre una filosofía, sobre un enfoque
concreto de la realidad. Esos modelos de partida no son examinados casi
nunca, cuando deberían serlo, pues de ellos precisamente depende la claridad
con la que se percibe la realidad.
Cuanto
más amplio y claro es el contexto,
tanto más rica es la experiencia,
cualquiera que sea la técnica utilizada.
Puesto que el
contexto está formado por un sistema de pensamientos conscientes e
inconscientes, si queremos utilizar un contexto que sea un apoyo eficaz en
el camino, tendremos que examinarlo bajo dos aspectos: en primer lugar, el
consciente, tratando de ampliar nuestra percepción (mediante conocimientos
nuevos, por ejemplo, y, de forma general, mediante la apertura de espíritu);
y, en segundo lugar, el inconsciente, intentando deshacernos de los sistemas
de percepción automática procedentes del inconsciente. Desarrollaremos este
segundo aspecto un poco más adelante, pues el trabajo a ese nivel es
diferente.
En cuanto al nivel consciente, podemos mencionar algunos elementos que
garantizan un contexto suficientemente amplio para permitir una experiencia
de crecimiento rápido y eficaz, cualquiera que sea el método utilizado:
1. Adquirir un conocimiento y una comprensión del mecanismo humano lo más
claro posible, y estar siempre dispuesto a ampliar dicho conocimiento.
Cuanto más conozcamos nuestro mecanismo interior, mejor sabremos lo que hay
que hacer. Pero eso no es nuevo. Hace ya mucho tiempo, el oráculo de Delfos
decía: «Hombre, conócete a ti mismo»... La sugerencia es muy amplia, pero
fundamental. No se puede llegar a la gran liberación si no se es consciente
de determinados mecanismos de la naturaleza humana. Puede uno tener una
experiencia mística, o seguir una buena terapia, pero tarde o temprano
tendrá que asumir la responsabilidad total y consciente de su propia máquina
a fin de conseguir dominarla.
2. Haber integrado el principio de responsabilidad-atracción-creación. Este
principio resulta cada vez más familiar en la corriente actual de la nueva
consciencia, pero con frecuencia es mal comprendido. Es importante tener
este principio bien clarificado, porque, cuando se ha asimilado bien,
constituye una base muy sólida para cualquier trabajo sobre la consciencia.
Garantiza un contexto que permite encontrar el propio poder, facilita soltar
las ataduras de forma concreta y da lugar a que se haga de cada instante de
la vida una ocasión de crecimiento. Favorece que se tenga una actitud
relajada y serena ante la vida.
3. Aceptar el hecho de la existencia del alma, como una evidencia, si así se
siente, o como una hipótesis del trabajo. En cualquier caso, es una
hipótesis que aporta más resultados concretos en términos de sanación y
bienestar que el enfoque materialista.
4. Ser consciente de las dinámicas principales del ego (miedo, búsqueda de
poder, victimitis, egoísmo, querer tener razón, etc., y todas las dinámicas
que el ser humano desarrolla según su estructura del carácter) y tener la
firme intención de deshacerse de ellas -es decir de comprenderlas y que, por
la fuerza de la misma comprensión se desintegren.
5. Haberse deshecho de la dinámica dominante-dominado o, al menos, tener la
firme intención de hacerlo y estar dispuesto a realizar el trabajo interior
necesario para conseguirlo (¡eso sólo es ya todo un programa!). Esto permite
trabajar libremente, con respeto hacia sí mismo y hacia los demás.
6. Elegir conscientemente la sencillez, la integridad, la impersonalidad, el
desprendimiento, tanto como sea posible (otro programa que requerirá también
un trabajo interior riguroso).
7. Practicar la posición de “testigo”, tal como comentaremos más adelante.
8. Estar dispuesto a ampliar el propio contexto de pensamiento, es decir, a
ampliar el propio punto de vista cuando se presenten datos o conocimientos
nuevos que así lo sugieran; y estar abierto a un conocimiento cada vez más
amplio. Y, desde luego, haberse liberado de la dinámica de querer tener
razón a toda costa.
9. Estar dispuesto a hacer todos los esfuerzos necesarios, y perseverar en
ellos, para alcanzar la luz del alma, sabiendo que el camino no siempre será
fácil; no tener ya interés por el confort, la comodidad y la facilidad;
estar lo bastante entusiasmado interiormente por esa búsqueda como para
sentirse dispuesto a desprenderse de las ataduras de todo lo que más le
importa al ego (seguridad, placer, poder). Muchas personas tropiezan en ese
aspecto. Se les ha hecho creer que el proceso de transformación las llevaría
rápida y fácilmente al paraíso. El paraíso es accesible, por supuesto, pero
el precio que tiene que pagar el ego es elevado. Hay que saber que el
proceso de transformación no es un proceso cómodo; y hay que haber
comprendido su trascendencia para que no importe la incomodidad de la
personalidad.
Estas actitudes interiores mantienen la consciencia despierta y dispuesta a
abrirse hacia dimensiones más amplias.
Además de la apertura del contexto general, hay otras condiciones básicas
indispensables para garantizar la autenticidad y la eficacia del trabajo.
Entre las más importantes mencionaremos la pureza y la fuerza de la
intención.
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