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La emergencia de un
mundo nuevo por una humanidad libre. Presentación.
No
quiero reino ni dicha celeste,
ni liberación del ciclo de las existencias.
Sólo quiero el fin de la miseria de los hombres,
el fin de la miseria de todos los seres.
Si todos los seres
humanos vivieran en la consciencia del Ser, o al menos dieran prueba de un
mínimo de buena voluntad para alcanzar ese nivel, tendríamos, por cierto, el
paraíso en la Tierra. Pero, por el momento, lo que ocurre en el planeta
dista mucho de ser paradisíaco. Hay en el mundo mucho sufrimiento y reina
una gran confusión. Coexisten situaciones radicalmente opuestas:
— un inmenso poder (exploración del cosmos, experiencias científicas muy
sofisticadas) coexiste con la más terrible impotencia (hambre, desempleo,
epidemias);
— la mayor belleza (arte, arquitectura, productos de lujo) coexiste con las
mayores limitaciones (condiciones de vida degradantes, cuerpos físicos
decrépitos);
— la mayor compasión coexiste con la mayor brutalidad;
— la mayor riqueza coexiste con la mayor pobreza;
— un materialismo extremo coexiste con un movimiento de apertura espiritual
acelerado, etc.
Los medios de comunicación nos ponen a todos al corriente de ese estado de
cosas. Antes, cada uno vivía en su pequeño mundo, rico o pobre, tranquilo o
inquietante, sin saber que la vida podía ser diferente en otro lugar. Ahora
no lo sabemos todo, ni muchísimo menos, pero sabemos más. Los desfavorecidos
saben que algunos están colmados de riquezas, los privilegiados saben que
otros no tienen ni siquiera lo esencial, los prisioneros —física o
psicológicamente— saben que otros viven libres, y los que viven libres saben
que muchos no disfrutan ni de la décima parte de su libertad. Todo eso
conmueve la consciencia mundial. Cada uno reacciona a su manera, pero ya no
se puede permanecer indiferente. Toda esa información produce cierta
confusión, tanto personal como socialmente; confusión que puede ser el
fermento de un cambio importante.
¿Qué hacer ante esta situación? ¿Hay siquiera algo que hacer? Como hemos
visto, existen dos maneras de reaccionar a las condiciones que nos rodean,
dos maneras de reaccionar a la realidad: a través de la mente emocional
inferior o a través de la mente superior.
Ante tantos sufrimientos e injusticias puede uno indignarse, caer en la
agresividad y en la censura, o en el pesimismo y en la impotencia, o en el
cinismo y en la inconsciencia. Nada de eso arregla la situación.
En cambio, si uno percibe esa misma realidad a través de una consciencia más
amplia, es decir, si es capaz de comprender el proceso de transformación que
atraviesa la humanidad, entonces aparecen claramente las causas reales de
esa situación de hecho.
Hemos visto que las fuerzas de involución, que tienden a mantener al ser
humano prisionero de la materia y de los mecanismos del ego, tanto personal
como socialmente, deben dejar paso a las fuerzas de evolución, que harán que
cada ser humano viva según la voluntad de su alma. La humanidad debe
afrontar ese cambio radical de dirección, que es lo que está en el origen de
las fuertes tensiones y de los grandes contrastes que existen en el mundo.
De la misma forma que eso se traduce en la vida personal por algunas crisis,
tensiones internas, un intenso deseo de cambio y una aspiración profunda a
una vida mejor, así también, en la humanidad —considerada globalmente— se
traduce por grandes tensiones y crisis a nivel mundial y por una intensa
búsqueda colectiva para salir de las importantes dificultades que, por el
momento, parecen ir acentuándose con el tiempo. Percibir la realidad actual
como confrontación de dos fuerzas opuestas ayuda a comprender mejor la
dinámica que está actuando y, por lo tanto, permite encontrar medios más
eficaces para contribuir al cambio.
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