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El mecanismo de la
mente inferior abandonada a sí misma II.
2. FUNCIONAMIENTO
AUTOMÁTICO DE LA MENTE INFERIOR
¿Cuáles son los mecanismos de ese falso yo? ¿Cómo se programa a sí mismo?
¿Cómo reaccionamos cuando estamos aprisionados en ese mecanismo?
Hay dos etapas:
1) el ordenador crea una base de datos;
2) el ordenador la utiliza.
1. La constitución de la base de datos
En primer lugar, la mente inferior registra constantemente y guarda en la
memoria todas las experiencias vividas, en todos los aspectos: reacciones
físicas conscientes (gestos, acciones) y automáticas (secreción de hormonas,
latidos del corazón, tensiones musculares, etc.), sensaciones físicas
(visual, auditivo, kinesético, olfativo, gustativo), reacciones emocionales
y mentales. Todo, absolutamente todo, se graba y se guarda en la memoria...
inconsciente. La memoria consciente retiene relativamente poco de esas
grabaciones, pero todo está grabado en la parte «inconsciente» del
ordenador.
El término «inconsciente» puede prestarse a confusión y hacer pensar en un
mecanismo débil y menos activo que la consciencia de vigilia. Pero no es así
en modo alguno. La parte inconsciente del ordenador está en realidad muy
despierta, muy activa, y anota de manera escrupulosa todo lo que ocurre.
Funciona las veinticuatro horas del día; es coherente, muy bien organizada y
eficaz; trabaja sin descanso para cumplir su función. Y no olvida nada... Es
un mecanismo con unos engranajes extraordinarios.
Durante la grabación, se pueden presentar dos posibilidades: o bien la
experiencia vivida es agradable y no genera estrés ni tensión; o bien es
desagradable, causa estrés, y resulta amenazadora para la supervivencia tal
como el ego la interpreta. El ordenador registra los dos tipos de
experiencia de modo distinto, y los procesará de forma diferente.
Las memorias activas
Las experiencias dolorosas que la personalidad es incapaz de asimilar, que
no puede integrar, es decir, las que no puede recibir con naturalidad sin
estrés ni resistencia, son registradas como memorias que calificaremos de
activas. Son en esencia aquellas en las que se activa el miedo de una forma
u otra, aquellas en las que la personalidad se siente agredida física,
emocional o mentalmente, aquellas en las que su supervivencia, en sentido
amplio, está amenazada. Pueden provenir de un impacto relativo a la
supervivencia física (un accidente, una agresión), real o percibido como
tal, o de un fuerte impacto emocional inesperado (una experiencia de
abandono, de rechazo, de pérdida, de impotencia, de vergüenza, de
culpabilidad, etc.). O bien pueden provenir de experiencias dolorosas
continuadas, sean físicas (una enfermedad, carecer de cuidados, vivir en una
extrema pobreza, ser víctima de violencia una y otra vez, etc.), sean
emocionales (sentirse solo, abrumado, ser víctima de un desgaste psicológico
frecuente, carecer de afecto, etc.), es decir, el sufrimiento bajo una forma
u otra que la persona es incapaz de integrar. Cualquiera que sea la
naturaleza del sufrimiento, si el ego no puede aceptar serenamente la
situación, si no puede vivirla con sosiego y generosidad, entonces presenta
resistencia, se contrae y adopta una actitud de autoprotección y de
autodefensa. La energía se bloquea y carga en el ordenador una memoria
activa, una tensión no resuelta, que será utilizada posteriormente para
crear un determinado sistema de defensa.
Los traumas pueden ocasionarse en cualquier momento de la vida, pero los que
suelen anclarse más profundamente en la consciencia son los que se viven en
el momento de la muerte, en el momento del nacimiento y durante la primera
infancia. En cualquier caso, lo que marca más profundamente la memoria es: o
bien la intensidad del impacto, o bien la duración del sufrimiento.
Joseph, hijo de un campesino de la Edad Media, se encuentra en el bosque en
el momento en que el señor del condado va a salir a cazar. Cuando se da esa
circunstancia, los campesinos tienen prohibido estar por allí, y Joseph lo
sabe; a pesar de todo, ha decidido ir a buscar leña. En un determinado
momento oye que se acercan los perros y se esconde. Pero el dueño del
condado y sus acompañantes lo ven y azuzan a los perros contra él. Joseph
empieza a correr con todas sus fuerzas tratando de escapar, pero lo alcanzan
y lo muerden deforma brutal; cuando llegan los cazadores, hacen mofa de él,
y luego siguen adelante con sus perros. Joseph yace en el suelo, malherido,
sufriendo muchísimo, hasta que lo encuentra su familia horas más tarde. El
inconsciente de Joseph lo ha registrado todo. El miedo, el estrés, la
amenaza de muerte, el trauma de ser atacado físicamente, todo eso ha cargado
intensamente la memoria en los niveles físico y emocional.
Mariette tiene once años. Es una niña muy guapa, que parece mayor de la edad
que tiene. Un día, estando sola en casa, llega uno de sus primos, que tiene
unos veinte años, para ver a su hermano, que no está en aquel momento. Le
acompaña un amigo. Ambos empiezan a bromear con Mariette, pero ella no
entiende muy bien lo que dicen. Después, el amigo de su primo intenta
besarla. Ella lo rechaza. El se enfada, y su primo se ríe. La situación se
va complicando, y acaban por abusar sexualmente de ella. Y luego se van tan
rápido como habían llegado, diciéndole a Mariette que no cuente nada a nadie
porque de lo contrario lo harán otra vez y, además, le pegarán. Esta,
abatida, asustada., no dirá nada, por supuesto, porque al miedo se añade la
vergüenza. El inconsciente lo ha registrado todo: la agresión física, el
miedo, la vergüenza.
En estos dos ejemplos se ha grabado una memoria activa que, a partir de
aquel momento, será utilizada de forma automática e inconsciente, según una
determinada dinámica que describiremos más adelante.
No es necesario que ocurra un hecho importante para crear una memoria
activa, ni es la importancia exterior del acontecimiento lo que cuenta. Lo
que determina la intensidad del trauma es la vulnerabilidad de la persona en
aquel momento. Difiere muchísimo de unos seres a otros, y depende
esencialmente del grado de evolución de la persona y, como veremos en el
espacio siguiente, del tipo de memorias provenientes de un pasado más lejano
con las cuales esos acontecimientos, en apariencia anodinos, pueden entrar
en resonancia. Tomemos como ejemplo la historia de Benoit:
Benoit tiene ocho años, y está en la escuela en la misma clase que Ariane,
la hija de los vecinos. La encuentra tan hermosa, con sus largos cabellos
negros llenos de bucles, con sus ojos verdes..., que sueña casarse con ella
algún día. Está muy enamorado, pero, como es muy tímido, nunca se ha
atrevido a decírselo. Un día, como deberes de francés y ejercicio de
expresión, el profesor les manda escribir una poesía de tema libre que
deberán leer ante todos sus compañeros. Benoit se pone a pensar, y entonces
se le ocurre una buena idea. Escribirá un poema alabando la hermosura de
Ariane, y así ella comprenderá cuánto la quiere. Llega el día clave y,
cuando le toca a Benoit, se pone delante de todos y empieza a leer su
poesía. Tiene miedo, está muy emocionado. Recita todo el poema
entrecortadamente, y al final, donde había escrito sus más hermosos versos,
tiene un lapsus que hace que el texto resulte todo él grotesco. Todo el
mundo se ríe a carcajadas. Se va de inmediato a su sitio, abatido, se siente
profundamente desgraciado. Durante los días siguientes, los compañeros
siguen bromeando y riéndose de él, lo que le hace sufrir mucho.
El inconsciente graba esta situación, y la convierte en una memoria
activa... Los ejemplos precedentes muestran unas memorias que se han
construido en momentos señalados. Pero la vida de cada día proporciona mil y
una ocasiones para cargar de memorias activas la parte inconsciente y
automática de la mente inferior. Durante la infancia, en particular, se
reciben una cantidad enorme de impactos, tanto psicológicos como físicos,
incluso si, aparentemente, se ha tenido una infancia feliz. Como en general
no se hace nada para desactivar esas memorias, permanecen en el inconsciente
y condicionan el comportamiento de la mayoría de los seres humanos.
Hay que tener en cuenta que la memoria activa se imprime con tanta mayor
intensidad cuanto más cruel es la herida; y, al mismo tiempo, cuanto más
cruel es la herida, tanto mayor es la profundidad del inconsciente a la que
se relega la memoria asociada. En general, las memorias que más nos
condicionan son las más inconscientes, las que menos recordamos, incluso las
que no recordamos en absoluto. Traer a la memoria consciente recuerdos
dolorosos hace demasiado daño, de modo que un mecanismo primario de
protección nos los hace «olvidar». Pero el inconsciente no olvida nada.
Pocas son las personas que recuerdan de un modo consciente lo esencial de
las heridas que se grabaron en su mente durante los cinco o seis primeros
años de su vida actual. Han puesto un velo sobre el conjunto para «olvidar»
y, así, no sufrir. Pero eso tiene un precio, porque las memorias permanecen
activas y condicionan la vida de adulto robándole cualquier posibilidad de
felicidad duradera y de libertad.
La amalgama de memorias activas que se va construyendo así en la parte
mental-emocional inferior constituye una entidad cada vez más separada del
ser esencial, un falso yo, que tendrá su propia voluntad, sus propias leyes
de funcionamiento y su propia manera de percibir la realidad.
Subrayemos que el factor que determina la intensidad del anclaje de la
memoria activa en el ordenador es la carga emocional. Por ejemplo, si uno es
agredido físicamente, al dolor físico acompaña la carga emocional del miedo.
Es decir, se trata de un mecanismo en el que intervienen al mismo tiempo la
mente inferior, con su funcionamiento primario, y la parte emocional, con su
carga energética correspondiente.
Así pues, el ser humano está dirigido simultáneamente por un mecanismo
emocional no dominado y un mecanismo mental inferior, cuyo fin es asegurar a
cualquier precio la supervivencia del falso yo. En ese contexto, no hay
sitio evidentemente para la expresión del alma. Es interesante observar que,
en nuestra definición de las memorias activas, hay varios aspectos de lo que
en psicoanálisis clásico junguiano se llama «complejo»:
El Dictionnaire de la psycbanalyse ([Diccionario del psicoanálisis],
Librairie Larousse, 1974) presenta el concepto de complejo de la manera
siguiente:
Complejo:... La iniciativa de este concepto corresponde, en gran parte, a la
escuela de Zurich —en particular a Jung— que entiende por esto «fragmentos
desprendidos de la personalidad, grupos de contenidos psíquicos, que se han
separado de la parte consciente y que tienen un funcionamiento arbitrario y
autónoma, una existencia aislada en la oscura esfera del inconsciente, donde
pueden obstaculizar o favorecer en cualquier momento determinadas
producciones conscientes». Compuesto, según Jung, por un núcleo inconsciente
y autónomo, pero cargado de sentido, y un conjunto de asociaciones
conectadas entre sí por una carga afectiva que conforman unos esquemas de
conducta a los que el sujeto está predispuesto a su pesar, el complejo es
también designado como un organizador nuclear de perturbaciones funcionales,
un verdadero «punto neurálgico» de toda la vida psicológica. Cuando el
complejo se manifiesta en la parte consciente, interviene como un cuerpo
extraño, que no se asimila ni se disuelve. Según Jung, los complejos
designan, pues, «lo que ha quedado en el individuo sin resolver, es decir,
el punto débil en toda la acepción de la palabra».
Y he aquí lo que escribe Carl Gustav Jung en “L'homme a la découverte de son
âme”:
¿Qué es pues, científicamente hablando, un «complejo afectivo»? Es la imagen
emocional y viva de una situación psíquica anquilosada, incompatible,
además, con la actitud y la atmósfera consciente habituales; tiene una
fuerte cohesión interna, una especie de totalidad propia y, en un grado
relativamente elevado, autonomía: se somete a las disposiciones de la
consciencia sólo de manera efímera y, en consecuencia, se comporta en el
espacio consciente como un corpus alienum, animado de vida propia.
La hipótesis según la cual los complejos son parcelas escindidas de la
psique se ha convertido hoy en día en una certeza. Su origen, su etiología
es a menudo un impacto emocional, un traumatismo o algún otro incidente
análogo, que tiene como efecto separar un compartimiento de la psique. Una
de las causas más frecuentes es el conflicto moral, fundado, en último
análisis, en la imposibilidad aparente de conformarse uno plenamente a la
naturaleza humana. Esta imposibilidad entraña, por su misma existencia, una
escisión inmediata, lo sepa la consciencia o no lo sepa. Y como los
complejos son inconscientes por su propia naturaleza, eso les confiere mayor
libertad de acción, de modo que aparece en toda su amplitud su fuerza de
asimilación, ya que la inconsciencia del complejo ayuda a éste a asimilarse
al propio yo, lo que crea una modificación momentánea e inconsciente de la
personalidad, llamada identificación al complejo.
Así pues, no tenemos más remedio que suponer que los complejos autónomos
constituyen manifestaciones normales de la vida y que presiden la estructura
de la psique inconsciente. Al llegar a este punto, hay que hacer hincapié en
otro hecho importante, y es que el grado de anclaje de una memoria activa,
y, por consiguiente, su influencia en el comportamiento posterior de la
persona, depende mucho más de la evolución de la persona que de la situación
en sí misma. En situaciones traumáticas idénticas, una persona poco
evolucionada tendrá una reacción emocional más fuerte que otra, más
evolucionada, que ya haya adquirido un gran dominio de sus cuerpos físico y
emocional. Una experiencia de rechazo o de vergüenza pública, por ejemplo,
puede ser la fuente de una memoria muy cargada en una persona poco avanzada,
mientras que otra, más evolucionada, sabrá adoptar una actitud impersonal
ante esa situación, que no le creará memorias activas.
Aunque hay que decir que, en el estado de evolución media en el que nos
encontramos, la mayoría de nosotros tenemos sólo un dominio relativo de
nuestros tres cuerpos (mental, emocional y físico), y todos llevamos un
conjunto de memorias activas que limitan en grado sumo nuestro bienestar y
nuestra libertad.
Las memorias libres
Las situaciones en las que fluimos y nos dejamos llevar libremente,
aceptando con naturalidad lo que está ahí, sin resistencia, son registradas
como memorias libres. En esencia, situaciones en las que nos sentimos bien y
rodeados de seguridad. La energía circula con facilidad, tanto física como
emocional y mentalmente. Ningún bloqueo viene a cargar la memoria del
ordenador.
Por ejemplo: En el transcurso de un viaje que realizo por Arizona con unos
buenos amigos, visitamos el Gran Cañón acompañados por un guía. Estoy
deslumbrado por la belleza de lo que me rodea, me entero de cosas muy
interesantes relativas a la formación de ese paisaje tan especial. Mi cuerpo
mental registra esa realidad tranquilamente y sin carga emotiva.
El auténtico aprendizaje, el que permite la flexibilidad y apertura de la
personalidad y servirá para el desarrollo de la mente superior, es el que
queda depositado precisamente en las memorias libres que, como no llevan
carga emocional, no serán utilizadas por el programa automático que vamos a
describir. Puede observarse lo necesario que es vivir conscientemente en la
vida cotidiana, el ver y comprender todo lo que nos podría provocar una
reacción emocional fuerte. Sólo así se puede obrar ecuánimamente y generar
memorias libres.
2. El tratamiento de la información;
Puesta en marcha del programa automático en dos etapas
Ante una situación dada, la mente automática (que no ha conectado su
teléfono con el Ser) no tiene puntos de referencia para hacer actuar los
cuerpos físico y emocional del modo más conveniente. Sólo dispone de un
banco de datos (las memorias activas) y de un programa que le permite
gestionarlos. En cada instante de nuestra vida, la mente inferior recibe
información proveniente del exterior. Si la consciencia funciona a ese
nivel, entonces, a fin de asegurar la supervivencia de la personalidad según
su propia lógica, el ordenador se pone en marcha automáticamente, en dos
fases:
1) comparación, en cada instante, de la situación presente con todas las
experiencias pasadas grabadas en la memoria, con el fin de encontrar alguna
situación análoga a la que se presenta en ese momento;
2) activación automática de la personalidad: los resultados de la
comparación condicionan las reacciones de la personalidad y la llevan a un
comportamiento automático que asegure su protección y su «supervivencia»,
según los criterios del ordenador. Así todo el sistema físico, emocional y
mental es activado según un principio que llamaremos el «principio de la
mayor similitud».
El principio de la mayor similitud
Si el ordenador encuentra en su memoria una situación pasada idéntica a la
situación presente, entonces activa en los tres cuerpos unas reacciones
idénticas a las que tuvo en el pasado, siguiendo una lógica muy simple: «Si
en el pasado pude sobrevivir con esta respuesta, tendré que responder ahora
de la misma forma, porque es lo que me da más posibilidades de
supervivencia». El ordenador moviliza el cuerpo físico, que genera las
mismas reacciones del sistema nervioso, el mismo ritmo cardíaco, la misma
secreción hormonal, la misma tensión muscular. Las mismas emociones de
miedo, ansiedad, cólera, excitación, placer, entusiasmo (pues incluso las
alegrías pueden crear memorias activas si se apoyan en vivencias de
ansiedad, o de compensación de carencias, o en algún trauma), etc. se
adueñan del cuerpo emocional. Los mismos pensamientos negativos o positivos
(juicios, interés, aprecio, desprecio, atracción, desconfianza, cálculo,
etc.) invaden el cuerpo mental. Así es como la mente inferior tiene mayores
posibilidades de «sobrevivir», por lo que actúa en función de su intención y
de sus recursos. Nos lleva a reproducir automáticamente un escenario ya
vivido, sin posibilidad alguna de reaccionar de modo distinto.
Pero rara vez se presentan dos situaciones en circunstancias idénticas. Para
no correr ningún riesgo, y en ausencia de una similitud absoluta, el
ordenador examina la existencia de algún parecido. Entonces, basta con que
un pequeño detalle recuerde la situación pasada para que el ordenador, que
no tiene otros datos, retenga éste y se ponga en marcha, procesando la
situación presente exactamente igual que la que ha encontrado en su memoria.
No es la misma realidad, pero el ordenador la procesa de manera idéntica;
para él, la situación es la misma.
Cuando nuestra consciencia se identifica con la mente inferior, ese modo de
funcionamiento condiciona del todo nuestra vida, y tiene consecuencias
directas, algunas de las cuales vamos a examinar a continuación.
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