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La mente superior, sede de la verdadera inteligencia
Cuando el ser humano alcance su auténtica capacidad de
pensar, es decir, cuando se libere de los automatismos de la mente inferior,
entonces habrá adquirido realmente dominio y libertad.
Cuando uno está atrapado en los automatismos de la mente
inferior, no es inteligente. La verdadera inteligencia, la que nos permite
estar en contacto con la realidad objetiva, no es accesible desde el momento
en el que hay algún automatismo. Sin embargo, el común de los mortales
pensamos que no tenemos automatismos mentales programados y que lo que no
haríamos nunca es reaccionar automáticamente ni nada por el estilo. Pero la
realidad es que lo hacemos. Lo que ocurre es que no nos damos cuenta, porque
nuestros automatismos son eso, nuestros. Reaccionaremos en circunstancias o
situaciones que tal vez tienen un impacto importante en la calidad de
nuestra vida y que quizá están saboteando nuestro bienestar y nuestra plena
realización sin que nos demos cuenta. Cada uno, según sus estructuras
mentales, tiene su forma poco inteligente de organizar su vida.
No es una cuestión de desarrollo intelectual. Las personas
brillantes intelectualmente no están al abrigo de ese tipo de mecanismos, al
contrario. Es muy posible que su intelecto esté al servicio de antiguas
memorias. Pueden muy bien servirse de él para potenciar y justificar una
conducta automática y estereotipada. La trampa, para ellos, no sólo está en
las memorias inconscientes cargadas emocionalmente, sino en el propio
mecanismo de la mente inferior racional, muy desarrollado, que los hace
mantener su punto de vista, permanecer cerrados a todo cambio, querer tener
razón a toda costa, etc. Ocurre con frecuencia en determinados tipos de
estructuras mentales rígidas, que suelen estar sustentadas por una
inteligencia brillante. Desarrollar el intelecto está muy bien, es algo que
debe hacerse, pero debe ir acompañado de la correspondiente flexibilización
y apertura mental.
El mecanismo de la mente inferior y la inteligencia son cosas
distintas. Sólo se puede actuar con verdadera inteligencia cuando no se está
atado a ese mecanismo.
La mente superior es la sede de la verdadera inteligencia, la
que procede del alma. Da lugar al razonamiento imparcial y objetivo, a la
flexibilidad, a la apertura de espíritu, a la inspiración, a la intuición.
La verdadera inteligencia es la parte brillante de la mente, capaz de una
creatividad de amplio espectro, original, libre; no tiene inconveniente en
replanteárselo todo cuantas veces haga falta; se apasiona por todo
descubrimiento, al contrario de la mente inferior, que se aferra a lo
conocido y tiene miedo de lo nuevo. La mente superior permite acceder a la
Mente Universal, fuente de una inmensa inteligencia creadora.
Así pues, no hay que denigrar a la mente en bloque. La
capacidad de pensar es un instrumento maravilloso que ha sido dado al ser
humano para que se construya él mismo su propia libertad. Pero no podrá
conseguirlo si está aprisionado en un mecanismo automático inadecuado. Si
quiere adquirir el dominio de los tres mundos y encontrar su libertad, el
ser humano debe desarrollar su plena capacidad de pensar con inteligencia,
deshaciéndose de la tiranía de la mente inferior ligada al cuerpo emocional.
El pensamiento y el silencio mental
Muchos maestros espirituales insisten en la necesidad del
silencio mental, y es muy importante comprender exactamente lo que significa
para evitar una confusión lamentable.
Tener un sistema mental es para el ser humano un gran
privilegio. Lo que ha de conseguir es dominarlo, utilizarlo apropiada e
inteligentemente, no deshacerse de él porque sea origen de muchos problemas.
Hacer el silencio no significa negar el proceso del
pensamiento. De lo que se trata en realidad es de acallar la mente inferior,
es decir, de calmar la agitación desordenada de los pensamientos, de detener
la construcción incesante de las formas-pensamiento activadas por las
memorias y por el cuerpo emocional no dominado ni equilibrado. Cuando se
controla esa parte de la mente, se consigue, efectivamente, el silencio
interior. Y entonces es cuando se puede oír la voz del alma, que se expresa
mediante ideas y pensamientos creadores, inteligentes, impersonales, justos
y útiles. Ésos son los pensamientos que emergen cuando se consigue el
silencio mental, los pensamientos que expresan la voz del alma.
Así pues, el silencio mental no significa en ningún caso que
no tenga uno que pensar, convirtiéndose en un zombi dirigido únicamente por
el “sentir” como si fuera la intuición. Si actuáramos así, no haríamos más
que retroceder, porque estaríamos dejándonos guiar por las emociones,
confundiendo una vez más emoción con intuición. Es cierto que, cuando uno se
deja llevar por la verdadera intuición, el mecanismo habitual del
pensamiento está ausente, en el sentido de que no está activo, no es él el
que dirige las operaciones. Pero debe estar presente como receptor
inteligente y transmisor fiel de la idea creadora. Para que pueda
manifestarse la intuición, se necesita un sistema mental bien entrenado. Y
para alcanzar la plena realización espiritual es esencial haber dominado la
mente, y haber desarrollado cualidades como la concentración, la atención,
la reflexión, la agudeza y la comprensión superior. La inteligencia es una
cualidad del alma, que es tanto del corazón como del espíritu, es la
inteligencia “intuitiva”.
Y
aquí surge una pregunta importante... Si se utiliza la mente superior, ¿hay
que tirar el ordenador a la basura?
La construcción del ordenador que la naturaleza ha dado al
ser humano ha requerido miles de años. Tiene su razón de ser. Ya hemos visto
que forma parte de la cadena de transmisión de la voluntad del alma hasta el
plano físico. Así que no hay que tirarlo, sino hacer de él un instrumento
silencioso, transparente y receptivo, sin programaciones previas, dispuesto
en todo momento a recibir las instrucciones del Ser. Permitirá que el ser
humano no necesite focalizar su consciencia sobre algunos aspectos de la
vida completamente dominados. En ese sentido ya se ha recorrido una buena
parte del camino. Por ejemplo, ya no necesita consumir energía mental para
digerir los alimentos, ni siquiera para andar. Esas dos actividades, al ser
ya automáticas, le permiten disponer de mayor energía creadora para
manifestar en el mundo aspectos más elaborados de la voluntad del alma.
Conocer el funcionamiento de la mente superior está muy bien,
pero es mucho más importante llevar ese conocimiento a la práctica, que es
donde está la realidad de la vida. De modo que trataremos de saber qué es lo
que facilita el funcionamiento de la mente superior y qué es lo que minimiza
las posibilidades de perder la libertad, tiranizados por la mente inferior.
Debe emprenderse un trabajo específico en relación con las memorias,
ciertamente, tema que abordaremos en la cuarta parte de esta obra. Pero
podemos ya empezar a tomar consciencia de ciertos principios que pueden
iluminar el trabajo práctico que hemos de realizar para adquirir el dominio
de la personalidad. Es el tema que expondremos en el próximo espacio.
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