Los
complejos son conflictos psicológicos inconscientes; es decir, conflictos que
permanecen fuera del campo de la conciencia, en el llamado inconsciente, con lo
que la persona que los padece no se da cuenta de que éstos existen.
¿Cómo se
puede constituir un complejo? Cuando se produce un conflicto psíquico de cierta
importancia, hay personas, sobre todo aquellas que tienen un yo débil, que no
son capaces de elaborarlo y asimilarlo psicológicamente de forma adecuada, con
lo que tienden a rechazarlo por el denominado mecanismo de represión fuera de la
conciencia, hasta el inconsciente. El mecanismo de represión equivale en cierto
modo al no querer ver el conflicto, como el avestruz que esconde la cabeza entre
sus alas, con la particularidad de que generalmente la represión se lleva a cabo
de forma automática e involuntaria. De este modo se consigue que el conflicto
quede ignorado en el plano de la conciencia. Para evitar que el conflicto
retorne a la conciencia desde el inconsciente en el cual ha quedado albergado,
el sujeto pone en marcha una serie de mecanismos psicológicos de inhibición y
bloqueo. De este modo se establece una personalidad perturbada en la que el
conflicto originario, transformado ahora en complejo, cobra una importancia cada
vez mayor, ya que va creciendo progresivamente a costa de nuevos conflictos
similares que van surgiendo a lo largo de la vida y que, como en el primer caso,
el sujeto reprime hacia el inconsciente.
La
instauración de un complejo dentro de la personalidad depende, pues, de la
debilidad del yo y de la intensidad del conflicto, pero la circunstancia
determinante no es el conflicto psicológico en sí mismo, sino la represión del
conflicto. La posesión de un complejo da lugar a una afectividad conflictiva y
ambivalente, que dificulta las relaciones humanas sanas y sinceras, creando
problemas de adaptación al ambiente familiar y social en el marco de una
personalidad caracterizada fundamentalmente por la inseguridad y un difícil
manejo de la angustia y la agresividad.