LA COMUNICACIÓN Y EL LENGUAJE
La
comunicación humana consiste, fundamentalmente, en transmitir cierta información
de una persona a otras. Esto se lleva a cabo principalmente a través del
lenguaje verbal en todas sus formas: oral, es decir, de palabra, escrito o a
través de otros símbolos (jeroglíficos), etc. Además, el lenguaje entendido en
un concepto amplio, abarca un campo más extenso, como los gestos y otras formas
de expresión, que también constituyen un lenguaje y que sirven para lograr una
mayor comunicación.
La
conducta verbal es una de las principales características que diferencian al ser
humano del resto de los seres vivos, tanto más si tenemos en cuenta la estrecha
relación de dependencia que mantiene con el pensamiento. Desde el punto de vista
evolutivo, se ha discutido mucho sobre si el lenguaje es anterior al
pensamiento, o viceversa. La adquisición del lenguaje parece permitirnos una
mayor profundidad en nuestros pensamientos, y a su vez, sirve para que podamos
expresarlos. Se crea por tanto, una gran interdependencia mutua que dificulta
muchas veces distinguir qué parcela pertenece estrictamente a cada cual; lo
mismo ocurre cuando hablamos de alteraciones del pensamiento o del lenguaje, ya
que surgen en la persona, casi siempre, de forma simultánea.
La meta
del lenguaje es la comunicación, con lo que secundariamente contribuye al
enriquecimiento de las relaciones humanas, favoreciendo la integración social de
la persona y la vida en comunidad. Cada sociedad necesita un lenguaje para poder
mantenerse como tal. También es necesario el lenguaje para conseguir el progreso
intelectual, por lo que muchas ramas de la ciencia tienen un cierto lenguaje
privado que permite una comunicación más rápida y precisa.
Hay dos
aspectos fundamentales que se unen en el lenguaje desde el punto de vista de la
comunicación: lo que decimos y cómo lo decimos. A un determinado relato parece
corresponderle una forma especial de hablar y, sobre todo, determinados gestos.
Si no es así, no quedamos asombrados. A veces, esta contradicción entre el
lenguaje verbal y los gestos (paramimias) se debe a un trastorno
psícopatológico, siendo bastante frecuente en los estados de perplejidad y en la
esquizofrenia catatónica.
Otras
veces lo que sucede es que nos llama la atención la escasez de gestos de la
persona que nos habla (hipomimia), lo que puede deberse, simplemente, a la
personalidad de esa persona, aunque muchas veces es un síntoma más de una
depresión inhibida, de esquizofrenia, de demencias, sobre todo si se asocian a
enfermedad de Parkinson, en las que la pobreza de gestos puede ser tan exagerada
que éstos están completamente ausentes (amimia).
En otras
ocasiones sucede lo contrario, nos sorprende la gran riqueza de gestos
(hipermimia), lo que también puede corresponder a un modo peculiar de expresión
de esa persona, aunque es típico de la fase maníaca de las psicosis
maniaco-depresivas, o de cualquier cuadro que curse con ansiedad. La ansiedad se
manifiesta también en otros niveles de la comunicación gestual, por ejemplo,
jugando con los dedos, con el bolígrafo u otros objetos, etc.
También
la forma de hablar nos puede revelar muchos datos sobre la psicología de la
persona que tenemos ante nosotros, a veces por el mero estilo, que puede
resultar amanerado, pedante o afectado. En otras ocasiones, lo que nos llama la
atención es la pobreza del vocabulario, ya que se utilizan las mismas palabras
para conceptos distintos, o un número exagerado de «muletillas» (estereotipias
verbales) a lo largo de la conversación que, a veces, tienen carácter sucio o
grosero (coprolalia). Si este empobrecimiento lingüístico no se debe a patrones
culturales y se asocia con repetición de una misma temática en la conversación
(lenguaje reiterativo) hay que pensar que se debe a un empobrecimiento del
pensamiento propio de enfermedades orgánicas, como la demencia o bien, de
enfermos seniles.
Otras
veces podemos observar ceceos o tartamudez que suelen aumentar en las
situaciones de ansiedad, o, en casos graves, un lenguaje incoherente o
disgregado que traduce importantes alteraciones del pensamiento que se deben a
trastornos psicóticos, en los que resulta imposible la comunicación.
En otras
ocasiones, la comunicación se ve dificultada por el uso exagerado de metáforas,
por alteraciones en la estructura sintáctica de las frases (asintaxia) e incluso
por la creación de palabras nuevas, cuyo significado permanece oculto para todas
las personas a excepción de la que las ha creado (neologismos), o por la
utilización de palabras en un sentido diferente al admitido comúnmente
(paralogismos). Todas estas alteraciones son frecuentes en las psicosis,
particularmente en la esquizofrenia, en la que se puede observar ecolalia, es
decir, repetición de las mismas frases que acabamos de decir nosotros, como si
de nuestro eco se tratase, por parte de estos enfermos.
Otra de
las características importantes del lenguaje verbal sería el del ritmo de
emisión de las palabras. Hablar rápidamente (taquilalia) puede ser un síntoma de
ansiedad o bien de la fase maniaca de las psicosis maniaco-depresivas, en las
que se suele hablar sin cesar (verborrea).
Otras
veces, sucede lo contrario, la persona con la que hablamos lo hace
exageradamente despacio (bradilalia), lo que suele deberse a temperamentos muy
pausados, o bien a que el pensamiento es más lento (bradipsiquia), fenómeno
típico de las depresiones inhibidas, estados confusionales o incluso de lesiones
orgánicas del sistema nervioso.
Estas
alteraciones del lenguaje oral se pueden ver también reflejadas en el lenguaje
escrito. Otras veces, el trastorno se limita exclusivamente a esta última forma
de comunicación, como en el caso de las agrafias, en que resulta imposible
escribir, muchas veces debido a una alteración orgánica. En otras ocasiones, el
contenido de la escritura es totalmente incomprensible porque se ha elaborado de
forma totalmente privada, como si fuera una clave personal (criptografías).