La adolescencia debe ser vista como un momento en la
etapa evolutiva de la familia; una etapa de crisis y crecimiento tanto para
el adolescente como para los padres y la familia al completo como una
unidad.
Tradicionalmente, el estudio de la adolescencia ha
considerado únicamente el desarrollo del joven como individuo y su impacto
en los padres. Mientras que, desde el punto de vista de la teoría sistémica,
que entiende a la familia como un sistema vivo en constante evolución, es
necesario incluir la experiencia de los padres como individuos y como
pareja, también en desarrollo. La adolescencia es un período de transición
especialmente crítico e intenso en el ciclo vital familiar, marcado por la
inestabilidad y el desequilibrio, tanto en cada uno de sus miembros como en
toda la familia, ya que todos están sometidos a impactos de crecimiento y
desarrollo. Nos podemos referir a los intensos cambios emocionales de muchos
jóvenes con la denominación de"síndrome de adolescencia normal-anormal".
El adolescente, en su tarea de descubrir nuevas
direcciones y formas de vida, desafía y cuestiona el orden familiar
preestablecido. En su íntima contradicción independencia/dependencia, el
joven puede crear una inestabilidad y tensión en las relaciones familiares,
lo que a menudo resulta en conflictos intensos que pueden volverse crónicos.
Sin embargo, hay que estar advertidos de que cierto grado de conflicto entre
las generaciones es frecuente y necesario para permitir el cambio y promover
el crecimiento individual y familiar. También es comprensible que el proceso
familiar se desarrolle a través de la renegociación de las relaciones entre
padres e hijos, con las consiguientes modificaciones de los papeles y las
reglas de funcionamiento de la estructura familiar.
En el ciclo vital familiar, la mayoría de las personas y
sus familias experimentan cambios (crisis normativas) cuando pasan de una
etapa evolutiva a la siguiente. Las crisis normativas son aquellas
precipitadas por transiciones evolutivas esperadas, como son: nacimiento del
primer hijo, adolescencia, matrimonio del hijo, jubilación, y otras.
Mientras que las denominadas crisis no normativas son las causadas por
sucesos inesperados: catástrofes, desempleo, ruptura matrimonial,
enfermedades terminales, etc. Según esta perspectiva -sistémica-, los
síntomas o problemas que manifiesta una estructura familiar son vistos como
un signo de que la familia experimenta dificultades en el paso de una etapa
a la otra. La tarea formativa y terapéutica -que se encomienda habitualmente
a la terapia familiar- consiste en ayudar, en la transición, a que el
individuo/familia se preparen para asumir las funciones y tareas típicas de
la etapa siguiente. Por ejemplo, una conducta de riesgo en un adolescente
puede representar una forma de mantener la conexión con los padres, a la vez
que el adolescente se distancia (con la conducta de riesgo) para separarse
de ellos, y también todo esto puede estar relacionado con el temor que
sienten los padres a no estar preparados para abdicar de su papel
excesivamente proteccionista. En algunas situaciones, un joven puede seguir
conductas de riesgo para provocar o incitar a un progenitor deprimido o con
tendencias suicidas, quien de esta manera es estimulado a "hacer algo" y de
este modo salir del cuadro depresivo. De manera paradójica, el adolescente
perturbador o sintomático se sacrifica para rescatar a un padre en peligro.
La familia, y en especial los padres, constituyen el
principal apoyo para el adolescente. Esta dimensión no debe ser olvidada a
pesar de los conflictos intergeneracionales y de la necesidad del
adolescente de separarse y diferenciarse de la familia. Tampoco olvidemos
que la familia es el grupo original en que las personas aprenden las normas
básicas de comportamiento humano y las expectativas sociales. En dicho
contexto, los valores y las actitudes son transmitidos a las generaciones
futuras, dando a los individuos un sentido de historia y continuidad. El
grupo familiar proporciona apoyo emocional y protección a sus miembros y les
permite su crecimiento y desarrollo, una función especialmente importante
durante la adolescencia. Así resulta que, a pesar de sus intentos de
distanciamiento y a veces actitudes agresivas, el joven necesita de la
cercanía y disponibilidad afectiva de los padres.