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LA DISCRIMINACIÓN DE
LA MUJER EN CONTRATOS Y ASCENSOS
Algunos autores han utilizado la expresión techo de cristal para referirse
al fenómeno de que, en muchos casos, las mujeres ascienden y avanzan sin
problemas en sus empresas hasta cierto nivel, a partir del cual parece haber
un techo de cristal que les impide ascender más. Llegan a los niveles
superiores de gestión, pero parece que no pueden acceder a puestos
ejecutivos.
Existe una continua discriminación sexual en la selección de personal para
diversos empleos. Se prefiere a los hombres para los puestos más
importantes, para aquellos cuyos clientes son hombres y para los puestos
cuyo estereotipo de trabajo corresponde a éstos. Por su parte, se prefiere a
las mujeres para puestos de menor importancia, cuando los clientes son
mujeres, cuando se sabe que el cliente se opone a la discriminación sexual,
cuando el estereotipo del trabajo corresponde a la mujer o cuando, de forma
independiente, se ha reconocido que la mujer en cuestión es valiosa. Estos
experimentos iluminan los complejos factores que pueden contribuir a la
discriminación en contra de las mujeres, impidiéndoles acceder a puestos
importantes y tener oportunidades de ascenso.
La mayor parte de lo dicho respecto a la discriminación sexual caracteriza
también a la discriminación racial. Por ejemplo, se prefiere a una mujer
negra para un puesto si el cliente es una mujer negra, pero se escoge a un
hombre blanco si el cliente también lo es y, en el mundo de los negocios, en
la mayoría de los casos, el cliente es un hombre blanco.
Sobre una base estrictamente lógica, la discriminación en la contratación y
en los ascensos carece de sentido. Todas las empresas obtienen el máximo
beneficio al contratar y ascender a las personas mejor cualificadas, con
independencia del género y de la raza. ¿Por qué, pues, persiste la
discriminación?
La discriminación se produce porque los mandos intermedios encargados de
asignar puestos de trabajo y de recomendar los ascensos se comportan
buscando en exceso su propio provecho. Es más, estos mandos intermedios
suelen percibir que las normas del mundo de los negocios apoyan la
discriminación. Por tanto, dichos mandos intermedios creen esencialmente que
lo que más les beneficia es comportarse como piensan que desean los
directivos de la empresa: destinando a las mujeres a trabajos estereotípicos
suyos, apartándolas de puestos importantes, etcétera. No cabe duda de que
los mandos intermedios pueden malinterpretar el pensamiento de los
ejecutivos de nivel superior, pero si no están seguros de lo que piensan
aquéllos, se comportarán de manera discriminatoria.
¿Tienen solución estos espinosos problemas? Si un cliente o el presidente de
la compañía ha hablado en contra de la discriminación, esa acción influye en
el comportamiento de los mandos intermedios, que estarán menos inclinados a
discriminar al destinar a las personas a los distintos puestos. Por tanto,
quizá sea aún más importante establecer un clima en el que quede patente la
oposición de la dirección a la discriminación. Los mandos intermedios, aun
en su propio beneficio, serán más proclives a comportarse de forma justa con
respecto al género. |
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