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La especificidad de
los retos en la vejez.
Quienes trabajan con personas mayores llegado este punto pueden pensar que
nuestra visión de la vejez es extremadamente optimista. El hecho de subrayar
una creciente madurez evidencia un enfoque intencionado en el desarrollo
normal a lo largo del ciclo vital. Muchas de las personas mayores que pueden
beneficiarse de una terapia conductual se encuentran afrontando problemas
que amenazan su equilibrio personal en cualquier punto del ciclo vital:
enfermedades crónicas, discapacidades, el cuidado de una pareja con
demencia, experimentar un déficit o un declive cognitivo y la pérdida de
seres queridos.
Si bien estos problemas no son específicos de la vejez sí son más frecuentes
en la edad avanzada. Se añaden problemas que no son específicos de la edad:
trastornos de adaptación, trastornos del sueño, trastornos sexuales o dolor
crónico. Finalmente, muchas personas que han tenido problemas de depresión,
ansiedad, abuso de sustancias o
psicosis a lo largo de su vida pueden hacerse mayores enfrentándose todavía
a estos problemas.
A pesar de que el duelo no ha sido típicamente tratado desde el enfoque
conductual debido a su proceso normativo y centrado en las emociones,
también puede, como el resto de condiciones enumeradas, responder al
tratamiento conductual.
La naturaleza específica de estos problemas es importante para la práctica
de la psicoterapia con las personas mayores. De la misma manera que muchos
ignoran las evidencias de una maduración en las personas con el paso de los
años, creer que las pérdidas genéricas son una norma de la vejez no es
apropiado. Toda pérdida que se sufre tiene una naturaleza específica, y es
muy importante distinguir entre la pérdida del cónyuge, de la visión o de la
movilidad de una pierna.
Debemos reconocer que cada pérdida tiene unas características propias y ver
en ellas retos que pueden ser superados o adecuadamente asumidos a través de
la propia reflexión y del consejo o asesoramiento adecuado a cada situación.
Esta forma de ver las cosas, de ver que la madurez nos llega con unos retos
específicos también nos ayuda a reconocer cuándo la depresión no es
normativa para una experiencia vital dada. Por ejemplo, una depresión
subsiguiente a la jubilación puede verse como atípica desde esta manera de
pensar (ya que muchos adultos mayores disfrutan de su libertad respecto a
las demandas laborales) y por tanto se necesita en este caso una cuidadosa
reflexión y evolución psicológica.
No es adecuado inducir la simple “adaptación” a los retos que surgen en la
edad madura, a esas pérdidas naturales que suceden en la vejez y al
sentimiento de aflicción por ellas. No hay nada de "natural" en la ceguera,
en una enfermedad cardiaca o en un cáncer. El hecho de que sean más
frecuentes en la edad avanzada no significa que estas enfermedades y
discapacidades sean parte del desarrollo normal. Ciertamente, que su
ocurrencia sea más probable no hace que la persona mayor lo viva como normal
o le suponga necesariamente una "menor crisis" que a personas más jóvenes.
En todos estos casos se debe reflexionar y trabajar sobre cómo optimizar el
funcionamiento. La rehabilitación puede iniciarse por la aceptación del
déficit o la disfunción, pero todo no acaba ahí. El paso siguiente es
considerar cómo mejorar la calidad de vida de la persona. Esta meta no tiene
por qué implicar el regreso a los niveles premórbidos de funcionamiento y de
estado de ánimo, pero siempre es posible mejorar los niveles iniciales de
funcionamiento y estado de ánimo. |
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