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Estado de miedo
Gran parte de la población mundial siente miedo. Se teme ataques
terroristas, enfermedades mortales, asaltos y secuestros, escasez económica,
falta de empleo, robo de identidad, estafas bancarias o de tarjetas de
crédito. Se tiene pavor a ladrones, a las pandillas, a policías corruptos, a
la inseguridad personal y legal, además de la fobia a las cucarachas y los
miedos tradicionales como la aprensión a la muerte, "hacer el ridículo" o
hablar en público. Todo esto sin contar con el miedo de estado, en países
donde expresarse en contra de la autoridad tenga consecuencias arriesgadas.
En sociedades sin cohesión social y solidaridad entre sus ciudadanos se
percibe el miedo a los demás.
Se vive en permanente estado de miedo. De alguna manera se reciben
referencias interesadas que traen consigo substanciales dosis de
incertidumbre, dudas y miedo.
El miedo, en si mismo es natural y vital para la vida. Sin miedo la
humanidad no hubiese sobrevivido. Aparece al manifestarse un riesgo o daño.
En presencia de peligro, el sistema nervioso segrega adrenalina, epinefrina
y norepinefrina y prepara al organismo para enfrentar el hecho con una
respuesta de huida, para preservar la vida, o de ataque, haciendo frente al
acontecimiento. Cuando el miedo es latente como una amenaza sin resolverse,
la angustia del día a día va llenando de adrenocorticoides al organismo y
provoca un estrés continuo perjudicando severamente la salud, a la par de
acortar el tiempo de vida. Para aminorar el problema debemos ir a lo básico:
Huir o atacar. La tercera opción es paralizarnos, lo cual nos deja a merced
del lo que esté provocando el mejor mecanismo de defensa para la
supervivencia: El miedo.
Debemos aceptar que el miedo seguirá allí mientras la causa que lo incita no
haya desaparecido. La única manera de reducirlo o desvanecerlo es eliminando
sus orígenes.
Tenemos el derecho de vivir sin miedo y podemos lograrlo si nos ponemos en
marcha. Primero, haz un análisis de tus miedos, enuméralos y valóralos.
Luego, establece la prioridad de ellos por una parte, y por la otra, ve
cuales puedes resolver. Un miedo a hablar en público se puede solucionar
tomando un curso de oratoria, pero el miedo a la inseguridad es otra cosa.
Sin embargo, puedes buscar ayuda con tus vecinos y entre todos diseñar
normas que protejan a tu comunidad de la delincuencia. Al mismo tiempo debea
tomar individualmente las precauciones necesarias para evitar ser víctima.
Éstos son sólo dos ejemplos. Ante tus miedos, toma la iniciativa, muévete y
no te quedes sin hacer nada o siempre vivirás con miedo. |
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