Se encuentra en medio de
un atasco y no le da tiempo a llegar a esa cita tan importante, pero además
llegará tarde a la comida y todo el trabajo de la tarde se retrasará. Las cosas
se le acumulan, le falta el tiempo y casi no descansa. Corre de un lado para
otro desbordando actividad, pero su organismo empieza a quejarse. Se siente
agobiado, nervioso, sobrecargado, camino del agotamiento y para colmo le ha
salido un desagradable eczema en la cara. Está claro, sufre el mal de nuestros
días, sufre de estrés.
Canon fue el primero en
utilizar el término estrés, con relación a la homeostasis, que se refiere al
equilibrio de un organismo, de forma que, al ser descompensado por un agente
externo tiende inmediatamente a recuperar su situación anterior. Seyle describe
el Síndrome general de adaptación, que consiste en un conjunto de reacciones
fisiológicas coordinadas con las que el organismo responde ante cualquier agente
procedente del exterior (agente estresante). Esta respuesta tiene tres fases, la
fase de alarma en la que se movilizan las defensas del organismo (se pone en
marcha el eje hormonal hipotálamo-hipófísis-suprarrenal); la fase de adaptación,
en la que el organismo se acopla y las hormonas liberadas (corticoides) vuelven
a la normalidad. Si la adaptación no se produce y el agente estresante sigue
actuando se entra en la fase de agotamiento, que, a la larga, puede provocar la
muerte. La perspectiva psicológica es iniciada por Wolff, que habla de estrés
vital como respuesta específicamente humana a distintos tipos de agentes nocivos
y amenazas que proceden del ambiente social del sujeto. Lazarus sistematiza de
forma definitiva el concepto de estrés. Para él es un proceso complejo que
abarca desde los estímulos estresantes a la respuesta del organismo pasando por
los procesos intermedios psíquicos y biológicos. Plantea como eje central la
sensación de amenaza que desencadena la respuesta psicobiológjca y que tiene que
ser previamente conocida por el sujeto. Holmes y Rahe destacan el valor de los
acontecimientos vitales (live events) como agentes productores de estrés y crean
un cuestionario autoaplicable con 43 tipos de sucesos cada uno con su
puntuación, como la muerte de un familiar, un divorcio, un despido, cambios
económicos, cambios de domicilio, vacaciones...
Lazarus,
partiendo de la sensación de amenaza, explica las reacciones o respuestas al
estrés que se manifiestan en cuatro aspectos:
1.
Descripciones verbales de las alteraciones emocionales acompañantes: la persona
estresada suele explicar su estado de ánimo como «estoy nervioso», «triste»,
«irritado», «me encuentro mal», «ya no puedo más»...
2.
Modificaciones de la actividad cognitiva: el estrés puede mejorar el rendimiento
cognitivo al elevar la atención y el nivel de conciencia. Pero lo más frecuente
es que ante esta situación prolongada se empeore todo tipo de actividad
intelectual, razonamiento, juicio, relaciones sociales...
3.
Conductas motoras específicas que van desde el temblor a la rigidez muscular,
las expresiones de la cara o el cambio de trabajo o de lugar de residencia.
4.
Modificaciones fisiológicas: toda la estructura neuro-endocrina sufre
alteraciones, sobre todo el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal y el sistema
vegetativo. El hipotálamo estimula a la hipófisis y ésta a las suprarrenales,
que liberan los corticosteroides en la sangre y que ejercen su efecto en todo el
organismo (alteran la producción de insulina, facilitan las úlceras
gastroduodenales, provocan pérdidas de calcio de los huesos, dan lugar a
irregularidades menstruales e inducen la hipertensión). El sistema nervioso
vegetativo responde con estimulación simpática y liberación de catecolaminas,
como adrenalina, que altera la tensión arterial, las hormonas sexuales y
tiroideas entre otras cosas.
Está
claro que ante el estrés el organismo en bloque reacciona tanto en el aspecto
biológico o corporal como en el psicológico. Como consecuencia actúa como
desencadenante de enfermedades sobre todo del sistema inmunitario,
cardiovascular, gastrointestinal y psicosomáticas. La hipertensión, la úlcera
gastroduodenal, los trastornos del ritmo intestinal (estreñimiento y diarrea),
el infarto, el descenso de las defensas y la propensión a las infecciones, la
tensión premenstrual, todo tipo de trastornos psicosomáticos y hasta el cáncer
están íntimamente relacionados con el estrés. El estrés mantenido provoca
agotamiento físico y cansancio psicológico. El surmenage y el gasto de energías
debilitan las fuerzas del organismo, y uno se siente cansado; pero el
debilitamiento psicológico es el origen de situaciones de total agotamiento
aunque no se haya hecho nada, porque el cansancio es psíquico.
No todas
las personas responden igual ante el estrés, dependiendo cada reacción de la
personalidad individual, de los mecanismos de defensa que se ponen en marcha y
de las circunstancias socioambientales que concurren en cada momento. Por
ejemplo, una mujer soltera no vive un embarazo de la misma forma que una casada
que lleva esperando tres años a tener un hijo o una que ya tiene otros dos. Hay
personas más propensas a sufrir de estrés, como las que cambian de residencia o
de trabajo, las que tienen pocos recursos económicos, o no cuentan con un
equilibrio afectivo y emocional.