Spranger
realizó una clasificación de diversos tipos de personalidad en relación con su
forma de vida. No se trata de una clasificación de los diversos tipos de
profesión, sino de tipos de aptitud espiritual básica, que darían lugar a
diferentes tipos de nombres que Spranger denomina: teóricos, económicos,
estéticos, religiosos, sociales, políticos, técnicos, jurídicos y educadores.
El hombre
teórico se caracteriza porque la esfera de sus intereses está dirigida
fundamentalmente hacia el conocimiento científico. Le interesa todo lo objetivo
y elimina lo subjetivo. Son personas alejadas de otras esferas como la económica
(no se interesan por lo útil) y la estética (se interesan por lo abstracto y no
por lo individual). No suelen tener demasiada capacidad para la actividad
política, ya que son poco prácticos, no tienen suficientes dotes de organización
sobre lo concreto. Para el hombre teórico, la sabiduría, el conocimiento, es
equivalente al mismo poder. Suelen ser muy individualistas.
El hombre económico está
fundamentalmente orientado en su actitud hacía lo útil y práctico. Prefiere lo
confortable a lo bello, con lo que suele estar alejado de la esfera estética,
excepto en lo que se refiere a la confluencia de ambas en el lujo o cuando el
arte se utiliza como demostración social de riqueza. Para él, la riqueza es un
equivalente del poder. No suelen estar próximos a intereses idealistas, y en la
esfera de lo religioso se produce también un distanciamiento, ya que el valor
económico es lo que les resulta más elevado. Pueden ser codiciosos, ya que la
obtención de la riqueza puede ser más un fin que un medio. Suelen ser sagaces,
prácticos y previsores.
El hombre estético busca
la belleza, la armonía y estética en todas partes para contemplarla. Se centra
en lo concreto. Es individualista, intuitivo, y evita lo puramente práctico.
Desprecia lo grosero y lo vulgar, erotiza las relaciones sociales y suele tener
una exagerada necesidad de autoafirmación.
El hombre
religioso busca fundamentalmente la espiritualidad trascendente, y se esfuerza
en ponerse a sí mismo en resonancia con su visión del mundo y de la vida. En la
forma mística desdeña lo terrenal, orientándose hacía Dios, que descubre al
negar al mundo. El tipo dualista, sin embargo, acepta algunas cosas del mundo,
mientras que rechaza otras, según tengan o no relación con lo divino.
El hombre
social está fundamentalmente orientado hacia el amor por los hombres, a la
entrega a los demás, aunque su objeto no tiene por qué ser toda la humanidad,
sino tan sólo un grupo más o menos amplio de personas. Frecuentemente es
altruista. El poder es el poder del amor, y se aproxima mucho a la esfera
religiosa.
El hombre
político busca el poder, no necesariamente el poder del Estado, sino el poder en
todas sus vertientes. Son personas persuasivas, que tienden a dominar a los
demás para imponerles sus propios criterios. Identifican la grandeza política
con la grandeza moral. La riqueza es aquí utilizada para influir sobre los
demás. Si el hombre social encuentra su mayor satisfacción en darse a los demás,
en el desprendimiento, el hombre político sólo utiliza las relaciones sociales
como un medio de autoafirmación y autorrealización. Puede subyacer una actitud
de profundo desprecio hacia los demás.
El hombre
técnico sería un tipo mixto entre el hombre teórico y el económico; su principal
actitud ante la vida está enfocada a lograr medios científicos y operativos para
lograr el progreso económico, al margen de consideraciones o metas de índole
estética. Son prácticos y con buenas dotes para la organización.
El hombre
jurídico es un tipo mixto entre el hombre social, el político y el teórico. El
derecho está emparentado con una actitud del conocimiento, ya que pretende una
regulación social que va más allá de lo meramente individual, que, por otra
parte, depende de circunstancias de poder. El poder sirve de fundamento para el
derecho. Por último, también guarda una relación estrecha con lo social, ya que,
al fin y al cabo, el derecho debe recoger y encauzar las exigencias justificadas
de los demás. El hombre jurídico observa las exigencias y necesidades de los
demás, les da forma y las aplica a través del poder, buscando el medio ideal
para lograr este objetivo.
El hombre
educador sería un tipo mixto entre el hombre social y el hombre religioso. La
educación está íntimamente vinculada a lo social, ya que implica amor y
dedicación a las personas que se está educando. La educación no es un medio de
proporcionar conocimientos o mera información, sino que es más bien una forma
válida del mundo y un sentido a la vida, lo que se acerca un tanto a la esfera
de lo religioso y lo moral. El Hombre educador, como ya dijimos, no es
necesariamente el que se dedica a esta profesión, sino aquel que se encuentra
repleto de amor pedagógico, que expresa a través de todas sus relaciones
interpersonales o sociales.