|
Fundamentos de la
meditación de la respiración
Trabajar con la respiración constituye la base de cualquier buena práctica
de meditación. El mismo Buda la describió con todo lujo de detalles, y
aunque no es necesario que entremos en ellos con los niños más pequeños
(algunos no tienen ningún significado hasta que se ha alcanzado un nivel
bastante elevado en la práctica de estas técnicas), se pueden explicar
perfectamente a los adolescentes. Sea como fuere, es muy importante que el
profesor los conozca a
fondo.
En budismo, los puntos principales relativos a la respiración reciben el
nombre de "puertas maravillosas" hacia la meditación.
Son seis: recuento, seguimiento, parada, observación, retorno y sosiego.
1. Recuento.
Contar cada respiración es muy útil para el principiante, y lo es por dos
motivos: en primer lugar, ayuda a que la mente se concentre en la
respiración; y segundo, la acción de recuento propiamente dicha tiende a
evitar la intrusión de pensamientos que distraen al meditador o que dominan
su mente.
2. Seguimiento.
Cuando los niños empiezan a ser atentos, el recuento puede producir
aburrimiento, de manera que, alguna que otra vez, vale la pena interrumpirlo
y desviar la atención de la respiración. Es lo que se conoce como
continuación, porque el meditador se limita a "seguir" la sensación que
produce la respiración, es decir, del aire circulando a través de las fosas
nasales, fresco al entrar y cálido al salir. Seguimiento no significa, pues,
que nos dejemos llevar por el flujo del aire hasta que llega a los pulmones,
ya que eso disiparía el verdadero centro de atención e impediría la
concentración. Hay que mantener siempre la consciencia en las fosas nasales.
3. Parada.
A medida que la atenciónse va desarrollando a través del seguimiento, se
abre la tercera puerta, llamada parada, en la que se cierra el paso a los
pensamientos discursivos que nos suelen llamar la atención. La acción de ser
atentos de la respiración es lo que provoca automáticamente la parada. Por
lo tanto, no es algo que exija un esfuerzo deliberado por nuestra parte.
Cuando no lo consigues es porque la fase de seguimiento no se está
practicando correctamente.
4. Observación.
Cuando los pensamientos se detienen, o por lo menos amainan, la cuarta
puerta se abre ante el meditador, y se siente capaz de ver las cosas con
objetividad, es decir, de observarlas sin la intrusión de conceptos. En
general, cuando observamos algo, la mente se pone automáticamente en acción
sugiriendo definiciones, juicios y una larga serie de asociaciones. Eso hace
que nunca se pueda observar realmente lo que tenemos ante nuestros ojos. En
meditación, todo es susceptible de ser observado, pero el punto de partida
no suelen ser los ojos, sino el cuerpo. El meditador analiza las diversas
sensaciones corporales que genera la consciencia. Así, por ejemplo, se
aprecia la comodidad o incomodidad, pero ningún sentimiento se considera
mejor ni peor que los restantes, sino en pie de igualdad. Sólo existen
estados de existencia. Los sentimientos, las sensaciones y las emociones se
observan del mismo modo. Con los niños más pequeños, el período de
meditación es demasiado corto para que puedan realizar una observación
minuciosa o prolongada. Sin embargo, a partir de los siete años, una vez
dominados los procesos de seguimiento y parada, ya son capaces de observar
(y, generalmente, de hacerlo con sumo interés) lo que parece estar
sucediendo en su propio cuerpo (y mente).
Con los niños a quienes les resulta difícil esta fase de observación, puedes
trabajar sistemáticamente, de arriba a abajo, desde el pelo (cabeza) hasta
las puntas de los pies. Pídeles que desvíen la consciencia desde la
respiración hasta los ojos; después, hasta la boca; más tarde, hasta los
latidos del corazón; a continuación, hasta los brazos y las manos; luego,
hasta la dilatación y contracción del abdomen; posteriormente, hasta su peso
corporal apoyado sobre la silla, y así sucesivamente, siempre hacia abajo,
hasta llegar a las puntas de los pies. Los efectos de la observación no son
fáciles de describir. Se produce un aumento de la consciencia corporal,
existe algo que se podría expresar como una unión del niño que está
observando y de la zona del cuerpo que está siendo observada. Es casi una
experiencia mística, aunque sólo tiene sentido en nivel racional. La
consciencia no está sólo en los ojos, es! decir, en el punto desde el que el
niño está mirando, sino también en la región corporal observada.
5. Retorno.
Se trata de un concepto más difícil, si cabe, de explicar, y forma parte de
una práctica de la meditación bastante avanzada, aunque los niños suelen
alcanzar este nivel más rápidamente que muchos adultos; (¡no les
subestimemos!). El retorno se refiere a la capacidad del meditador para
"regresar" a la fuente mental, es decir, a mirar en la mente cuando las
ideas no llamen su atención. No somos nuestros pensamientos, ya que de lo
contrario seríamos unas criaturas demasiado efímeras y transitorias,
sometidas a un constante ir y venir de ideas que captarían, todas ellas,
nuestra atención durante unos breves instantes. Tenemos que ser algo más que
simples sucesos mentales fugaces. El retorno ayuda al meditador a ser
consciente de este hecho, tanto si es adulto como niño y tanto si es
plenamente capaz de expresar la experiencia como si no.
6. Sosiego.
Sosiego es un término muy inadecuado para la sexta puerta de la meditación.
Cuando el meditador es consciente, primero del cuerpo y después de la mente,
experimenta un sentimiento de profunda paz, nacida de una sensación de
unidad y armonía consigo mismo. La mente y las regiones corporales ya no
poseen una existencia separada y fragmentada, sino que todo converge en una
única sensación de globalidad y de plenitud. Los brazos, las piernas, el
corazón, el abdomen y la mente son aspectos integrales e interdependientes
de un ser. La distinción entre el meditador y el objeto de la meditación
desaparece y sólo existe un feliz y pacífico sentimiento de existencia. |
|