El interés por la
cultura
El
término cultura procede del verbo latino “coló” que significa cultivar. El
interés por la cultura equivale en cierto modo al deseo de cultivarnos, de
conocernos mejor a nosotros mismos y al ambiente que nos rodea desde todos los
puntos de vista que nos ofrecen las opiniones de los demás y su forma de actuar,
solo o en grupo, a lo largo de la historia. Es por tanto equivalente a
profundizar en las raíces del ser humano y del sentido de la vida; descubrir
facetas inexploradas hasta ahora para nosotros, reconocernos en los demás,
aprender por otros, conocer mejor nuestras dimensiones y las del mundo exterior.
Es muy
distinto el concepto de cultura y el de información. La información se refiere
exclusivamente a la posesión de una serie de datos. La cultura implica la
capacidad para interpretar y elaborar adecuadamente la información que llega
hasta nosotros; es decir, implica una cierta información previa que nos capacita
para sacarle partido a la información que llega hasta nosotros, evitando
equívocos o las manipulaciones de masas que se pueden ocasionar mediante una
información dirigida a ciertos fines a través de los medios informativos. La
cultura es, por tanto, algo que hace al ser humano más libre e independiente, a
la vez que lo enriquece verdaderamente, en profundidad, y le facilita el
desarrollo expansivo de su personalidad, su progresivo perfeccionamiento
evolutivo.
La
cultura es un bien a alcanzar. Así concebida, es algo a lo que nos podemos ir
aproximando sin que nunca lo lleguemos a alcanzar, ya que no tiene límites. La
información tiene, a su lado, un escaso valor; solamente se puede considerar un
mero instrumento de la cultura, siempre que ésta proceda de fuentes distintas
que nosotros debemos saber escoger cuidadosamente, para poder contrastar las
diversas opiniones, haciendo que nuestros puntos de vista sean más amplios y
completos. Si, por ejemplo, leemos un libro, no importa que al cabo de cierto
tiempo recordemos los datos que se exponían en el mismo, ni tan siquiera su
trama fundamental, ya que lo más importante es el poso que su lectura va a dejar
en nosotros. Por otro lado, la cultura no se establece exclusivamente a través
de fuentes de este tipo. Cultura es la música, una conversación interesante, la
observación de la naturaleza, la contemplación de un cuadro, de una escultura,
una obra de teatro, la arquitectura y un largo etcétera.
La
cultura dirige a menudo al ser humano a descubrir las raíces de la sociedad en
la que vive, lo lanza a adentrarse en su historia para así comprender mejor el
proceso evolutivo de su mundo y situarse así con mayor capacidad crítica en el
presente, o mejor, en el presente-futuro que se presenta ante él. También la
cultura ayuda a comprender la auténtica realidad de las cosas, ya que facilita
la profundización al margen de las apariencias y contenidos superficiales. Se
puede afirmar que mediante una formación cultural el ser humano se halla en
mejor disposición para encontrar la auténtica verdad, y sobre todo, su verdad
individual, ingrediente clave de la libertad, ya que entonces es cuando el ser
humano puede verdaderamente elegir sin equívocos a corto o largo plazo,
consciente de lo que sucede a su alrededor y de su realidad personal,
individual, con auténtica independencia.
La
cultura facilita además nuestra vida de relación con los demás y nuestra
adaptación dentro del marco social en que nos desenvolvemos, ya que nos hace
menos rígidos, más tolerantes con los puntos de vista de los otros, que
respetamos al entender que pueden estar repletos de sentido para ellos, a pesar
de que nosotros no lo compartamos. La cultura hace que comprendamos mejor lo que
sucede a nuestro alrededor y nos facilita también un contacto más comprensivo
con los demás. Simultáneamente nos aproxima más a nosotros mismos, a conocernos
mejor, nuestra ubicación, colaborando a que encontremos el verdadero sentido de
nuestra vida, todo lo cual se traduce a largo plazo en un mayor equilibrio
psicológico.