LA MEMORIA
«Me falla
la memoria», «estoy perdiendo memoria», «tengo muy mala memoria»..., expresiones
como éstas las oímos a diario. ¿Realmente son tan frecuentes los trastornos de
la memoria? La memoria consiste, fundamentalmente, en la capacidad de conservar
lo vivido o aprendido en el pasado, de modo que, posteriormente, pueda ser
recordado. A la capacidad para «fijar» o «archivar» lo vivido o aprendido
recientemente se la denomina memoria de fijación, y a la encargada de traer al
presente lo fijado hace mucho tiempo, memoria de evocación. En ocasiones puede
estar disminuido un tipo de memoria sin que lo esté la otra.
Por otro
lado, hay que tener en cuenta que todos albergamos en nuestra memoria más de lo
que podemos recordar. No se trata ya de que, a veces, no nos venga a la cabeza
algo de lo que, sin embargo, nos acordamos perfectamente al rato o unos días
después. Durante toda nuestra vida vamos asimilando experiencias y conocimientos
que, posteriormente, no conseguiremos evocar, pero que permanecen en nosotros
constituyendo lo que se denomina la memoria experiencial, la cual influye de
forma importante a la hora, por ejemplo, de actuar en un determinado sentido.
Toda esa
serie de experiencias que vamos acumulando constituyen una fuente de
conocimientos que se aloja en los estratos profundos de la personalidad. Por
ejemplo, una persona que lea mucho no recordará más que una pequeña porción de
lo leído, pero asimilará conocimientos más abstractos, que irán configurando su
propia formación cultural, lo que es muy distinto de la información precisa y
puntual propia de los ordenadores.
Muchas personas que dicen
tener problemas de memoria tienen en realidad disminuida su capacidad de
concentración. Al no poder concentrarse en lo que están haciendo o estudiando
les resulta imposible recordarlo después. La disminución de la capacidad de
concentración es un síntoma frecuente de
numerosos cuadros
psicopatológicos, como la depresión, la esquizofrenia, el estrés y, en general,
de todos los síndromes que se caracterizan por una cierta ansiedad. En otros
casos se trata de personas que están más o menos acostumbradas a pensar en otra
cosa distinta de lo que están haciendo y que suelen tener fama de
«despistadas»...
Cuando se
trata, verdaderamente de una pérdida o disminución de la memoria, hablamos de
amnesia. Cuando la pérdida de memoria afecta solamente a uno o más períodos
cortos de tiempo, recordando en cambio, perfectamente, todo lo que ocurrió antes
y después —como si tuviésemos «lagunas» en la memoria—, hablamos de amnesia
lacunar.
Si la
dificultad radica en recordar hechos recientes, hablamos de amnesia de fijación;
y si, por el contrario, se recuerda lo que ha sucedido hace poco tiempo, pero
resulta imposible acordarse de lo que ocurrió hace mucho, lo denominamos amnesia
de evocación. Ambos tipos se pueden padecer de forma simultánea, pero no siempre
sucede así. Entre los ancianos y en las personas que padecen una demencia
orgánica es frecuente que exista una amnesia de fijación, mientras que se
conserva la memoria de evocación; es decir, no recuerdan los sucesos más
recientes, pero pueden acordarse de acontecimientos vividos hace mucho tiempo,
como los infantiles, constituyendo el síndrome de Ribot.
No todos
los trastornos de la memoria consisten en una pérdida de la misma; a veces se
pueden producir fenómenos de signo opuesto, como la hiperamnesia, o exagerada
facilidad para recordar, fenómeno infrecuente, pero que puede ocurrir durante
las fases hipertímicas de las depresiones maniaco-depresivas. Otras veces se
trata de paramnesias, es decir, trastornos cualitativos de la memoria. En estos
casos, la memoria falla porque tenemos la sensación de recordar algo que nunca
hemos visto (fenómeno del ya visto) o, por el contrario, tenemos la sensación de
no haber visto nunca algo perfectamente conocido por nosotros (fenómeno del
nunca visto).
En otro apartado de la
Web se encuentra el tema
La memoria