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EL MIEDO A LA MUERTE
El miedo es, sin duda, una de las características de la humanidad, uno de
los elementos fundamentales en la organización o desorganización tanto del
proceso de formación de la personalidad de un individuo como del de las
estructuras sociales, y es esencial para comprender el comportamiento de
unos con otros. Se define como una de las emociones que están al servicio de
la supervivencia, puesto que nos avisa y nos ayuda a detectar un peligro y
evitar posibles amenazas. En este sentido, como todas las emociones, cumple
una función protectora para las personas. El problema surge cuando tanto la
situación que lo provoca, como la respuesta que damos, es excesiva, se
presenta de forma repetida o frecuente, o bien paraliza y/o obstaculiza
otras respuestas o acciones. No es lo mismo sentir miedo que pánico;
mientras que el miedo nos protege porque nos prepara para dar una respuesta,
el pánico nos paraliza y perjudica.
El estudio del temor al otro, a lo desconocido, de los miedos naturales o
culturales, individuales o colectivos, reales o imaginarios, pone en
evidencia que el miedo a la enfermedad y a la muerte es el más frecuente,
doloroso, universal e inseparable de la condición humana. En este sentido,
de la misma manera que no es lo mismo hablar de miedo adaptativo que
desadaptativo, tampoco es lo mismo hablar de miedo a la muerte que de miedo
a morir.
Una de las diferencias más importantes radica en el modo de entender la
muerte: una cosa es pensarla como concepto (la muerte) idea, algo abstracto
o algo que sólo les sucede a los otros, y otra entenderla como proceso
(morir), a saber: una realidad que cada persona tendrá, inevitablemente, que
afrontar de forma particular. Afrontar una situación en la que el horizonte
sea nuestra propia desaparición o la de alguien que queremos, requiere de un
proceso de acercamiento por medio de las emociones, de los afectos y
sentimientos que despierta y promueve en cada uno de nosotros, pues se trata
de un hecho que se sitúa en el ámbito de las experiencias y de las vivencias
vitales y que, por tanto, no es ajeno a las circunstancias culturales en las
que vivimos.
La muerte en nuestra cultura
Lo habitual en nuestra cultura actual es que no se piense en la muerte y son
la negación y el olvido las actitudes más usuales al respecto. Vivimos en
una cultura que niega la muerte y hace del hecho de morir un tabú. Esta
situación tiene como consecuencias:
• Por una parte, que no se nos educa para la muerte y no se nos prepara con
estrategias que permitan afrontarla de la forma menos dolorosa posible
cuando se presenta en nuestras vidas. Las personas cada vez somos
mentalmente más frágiles y vulnerables frente a la realidad de la muerte y
estamos más indefensos frente a las experiencias de pérdidas que la vida nos
va poniendo en nuestro recorrido.
• Y, por otra, que al negar la muerte también se está negando todo lo que se
relaciona con ella, y con el proceso de morir. Algunos de los efectos de la
negación de éste son:
• La indefensión y el aislamiento de las personas que están pasando por este
proceso único, es decir los enfermos terminales.
• La falta de atención y de consideración a sus deseos y a la expresión de
su voluntad en el proceso del final de su vida.
• La ausencia de interés y de esfuerzo en la investigación del propio
proceso de morir, o de la paliación del sufrimiento que genera, para que se
produzca en paz.
El miedo a morir, a pesar de ser una de las emociones más frecuentes que
sienten las personas que padecen una enfermedad terminal, no es exclusivo de
estas situaciones. Existe igualmente en personas sin problemas graves de
salud, y es aún más frecuente, si cabe, que este miedo no se exprese
abiertamente, y que los profesionales lo detecten por sus efectos clínicos.
También el miedo a la muerte puede ser motivo de sufrimiento subjetivo y
constituir en sí mismo un síntoma y, en casos extremos, un trastorno
psicológico.
Saber de la existencia de la muerte no implica su aceptación. El proceso de
fin de la vida es algo individual y particular, y el modo de afrontarlo
dependerá de las circunstancias biográficas, perceptivas, sociales y
culturales de cada persona cuando la muerte se presente, y dependerá,
asimismo, de cómo ocurra.
Recuerda!
La enfermedad y la pérdida de la vida propia o de alguien cercano producen
toda una serie de sentimientos complejos, difíciles de expresar y muy
ansiógenos, que desencadenan un proceso de duelo en la persona que va a
morir y en los que la rodean. El miedo a la muerte es una de las emociones
que está presente en esos momentos en que las personas están en una
situación de terminalidad, independientemente del tiempo real de vida que
tengan, pero está presente también en las personas tanto en situaciones de
salud normal como en situaciones agudas. En sí mismo puede suponer un
sufrimiento añadido a las enfermedades que padezcan las personas o, sin
padecer enfermedad, a la vida que viven y, por eso mismo, hay que tratarlo
en aras de conseguir la mejor calidad de vida posible en estas situaciones,
sobre todo cuando interrumpe la posibilidad de tomar determinadas decisiones
y se constituye en un obstáculo para vivir y/o morir.
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