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EL PAPEL DE LA
MUJER EN EL FUTURO
¿Cómo será el papel femenino que surja en el mundo occidental a partir de la
actual alteración de los roles asignados a los géneros? Estructuraremos el
tratamiento de este tema en torno a otras dos preguntas que, aunque
semejantes a primera vista, desde nuestra perspectiva tienen respuestas muy
distintas:
1) ¿cómo se comportarían los varones y las mujeres (cuál sería el carácter
de los papeles asignados a los géneros) en ausencia de las fuerzas que
exigen que haya diferencias entre los géneros, ya sean las correspondientes
a las prácticas de crianza y educación o a las presiones sociales, legales,
económicas o de otro tipo? Es decir, si se tratara igualitariamente a
varones y mujeres, ¿se comportarían de un modo similar o aparecerían aún
diferencias? Si éstas surgieran, ¿cuáles serían?
2) ¿Cómo se comportarían los hombres y las mujeres si todas las fuerzas
sociales estuviesen dirigidas a hacer que se comportasen igual (es decir, si
configurásemos, a ambos de forma sistemática, para que se comportaran del
modo más parecido posible)? (Nótese que esta segunda condición hipotética, a
diferencia de la primera, puede llevar consigo el tratamiento diferenciado
de hombres y mujeres, con el fin de dirigirlos a la pretendida semejanza de
conducta, como, por ejemplo, para estimular el comportamiento agresivo de
las niñas y disuadir a los niños con respecto al mismo tipo de conductas, a
fin de conducirles a un nivel intermedio de conducta agresiva: ni demasiado
agresiva ni demasiado pasiva.)
Creemos que, en la condición 1), aparecerían diferencias de género y que, en
la condición 2), no se producirían. Aunque hemos sostenido que predominan
las semejanzas entre los géneros, creemos también que hay algunas
diferencias entre ellos que surgirían en la condición 1); aunque también
estamos convencidos de que los seres humanos somos tan maleables que,
incluso estas diferencias, podrían eliminarse mediante manipulaciones
ambientales.
¿Qué pruebas tenemos para hacer semejantes afirmaciones? Nuestra convicción
de que, en ausencia de presiones para configurarlas, aparecerían diferencias
de género (condición 1) se funda en dos motivos: los datos transculturales y
los datos biológicos. La universalidad transcultural de la existencia de
papeles asignados a los géneros constituye un potente argumento a favor de
que, si se partiera de un estado en el que no se plantearan roles
específicos, esa situación no se mantendría mucho tiempo, hasta alcanzar un
equilibrio en el que hubiera diferencias, aunque el contenido de éstas fuera
muy distinto de las vigentes en la civilización occidental. Parece que los
humanos tenemos una tendencia universal a crear papeles propios de cada
género, aunque pueda variar su contenido. Los datos biológicos nos persuaden
de que las diferencias biológicas entre los géneros provocan las
psicológicas. No cabe duda de que las diferencias de género en cuanto a la
fortaleza física tendrán consecuencias, igual que las hormonas sexuales,
probablemente de mayor importancia para las conductas agresivas. Es probable
que las experiencias determinadas por la biología, en especial el embarazo y
la lactancia, tengan consecuencias, sobre todo cuando las funciones
correspondientes a ambos estados se generalizan para abarcar la crianza y
educación.
Por otra parte, los datos transculturales también nos persuaden de que esas
diferencias pueden eliminarse mediante manipulaciones ambientales adecuadas
(condición 2). Por ejemplo, en el pueblo Mundugumor, las mujeres pueden ser
tan agresivas como los hombres, porque la cultura las configura de ese modo.
En efecto, los hombres podrían tener asignado un papel igual en la atención
a los hijos, sobre todo cuando la lactancia artificial es tan corriente, y
esa asignación podría ser satisfactoria. La característica suprema de la
especie humana es su maleabilidad, su capacidad de adaptación, sea en
relación con las condiciones climáticas o con los cambios de roles asignados
a los géneros. )
La línea de actuación que se adopte no es, en último término, una cuestión
científica, sino de valores: cómo deben ser las mujeres y los hombres, según
el modo de pensar en una cultura. Los investigadores establecieron una
excelente analogía entre este proceso de decisión y las diferencias entre
las personas con buena vista y las que poseen una visión deficiente. Sin
duda, desde el punto de vista fisiológico entre éstas hay diferencias
biológicas: quienes pertenecen a un 1 grupo ven mejor que quienes se
integran en el otro. Pero la sociedad sostiene que la categoría social de
los que poseen una visión peor no debe resentirse por ello,
proporcionándoles lentes con las que remediar la deficiencia fisiológica y
pemitiéndoles operar igual que quienes disfrutan de buena visión. ¿Nuestro
sistema de valores sostiene también que las mujeres deben funcionar igual
que los varones? Si es así, no cabe duda de que existen técnicas adecuadas
para superar las diferencias biológicas entre los géneros (p. ej., el uso de
máquinas para que las mujeres cuya fortaleza física no sea la adecuada
puedan cargar grandes pesos o la lactancia artificial para que los varones,
cuyos dispositivos mamarios son inadecuados, puedan alimentar a los bebés),
como en el caso de las gafas para quienes no tienen muy buena vista.
La pregunta sigue en pie: como sociedad, ¿qué acciones emprenderemos al
respecto? ¿Optaremos por la condición 1), por la 2) o por otra alternativa,
como una versión modificada del statu quo? Por supuesto, no podemos
atrevernos a predecir el rumbo que tomaremos, pero sí deseamos estimularte
para que explores las consecuencias de las distintas alternativas.
En muchos aspectos, nuestra época puede ser óptima para el cambio de los
papeles asignados a las mujeres. La reducción del valor otorgado a la
fertilidad y la crianza de los hijos puede ser crítica. El carácter del rol
femenino está íntimamente ligado a la voluntad de la sociedad con respecto a
la mayor o menor tasa de reproducción. Cuando se hace especial hincapié en
la procreación, se insiste en los aspectos maternales del papel femenino. En
la situación actual, en la que no se resalta la fertilidad, el desarrollo de
una profesión constituye una alternativa mucho más viable para la mujer de
lo que fue en otros tiempos. En efecto, el hecho de no tener hijos se está
convirtiendo en una opción para las mujeres, liberándolas de manera que
puedan desempeñar papeles muy distintos de los de la madre-ama de casa.
Por otra parte, tenemos que reconocer la aparición del movimiento político
conocido como la Nueva Derecha. La Nueva Derecha se opone a los cambios
sociales recientes. Proclama que su postura es "a favor de la familia", pero
la define de forma muy estricta, como la pareja heterosexual con hijos, en
la que el marido trabaja y la esposa permanece en el hogar prestándole plena
dedicación. La Nueva Derecha lamenta el final del patriarcado y la pérdida
de la autoridad del padre en la familia. Para decirlo de forma suave, las
fuerzas de la Nueva Derecha actúan en franca oposición a las del feminismo.
Queda por ver quién gana. Es interesante señalar que la Nueva Derecha va
perdiendo algunas batallas legislativas.
Un problema que hay que afrontar es que, en realidad, carecemos de una
medida adecuada del cambio social. Ha existido una tendencia a equiparar el
trabajo fuera de casa con el progreso de la mujer. Sin embargo, la actividad
laboral es lo opuesto al progreso si además deben hacerse todas las tareas
de la casa y las asignadas a las madres. El trabajo de la mujer, sea dentro
o fuera del hogar, debe evaluarse en términos de su contribución a la
sociedad en general y al desarrollo de la persona. De ahí se derivaría una
medida mucho más compleja y adecuada del cambio social.
Portanto, necesitamos ampliar nuestra idea del significado de la igualdad;
por ejemplo, es más que el simple hecho de que las mujeres tengan un trabajo
retribuido fuera de casa. En parte, la expansión supone cambios en el papel
asignado al varón. La igualdad requiere la modificación del rol masculino,
no sólo para hacer posible el cambio del papel femenino, sino porque el
mismo rol masculino necesita ser revisado.
Pero debemos añadir una advertencia con respecto a los valores vinculados a
los papeles asignados a los géneros. Desde el punto de vista transcultural
(al menos, en la actualidad), el hecho de que el rol masculino sea siempre
más poderoso y el de la mujer menos valorado constituye un fenómeno
universal. Esta devaluación del papel femenino tiene, sin duda, muchas
consecuencias y, entre ellas, las psicológicas, como la mayor frecuencia de
problemas psiquiátricos entre las mujeres. Desde mi punto de vista, es
imperativo que, con independencia de la reasignación o modificación de los
papeles otorgados a los géneros, acaben valorándose de igual modo el papel
del varón y el de la mujer.
Aunque insistimos sobre la necesidad de evaluar más el papel femenino,
también es cierto que la mayor valoración no sólo ha de venir desde fuera,
sino también desde el interior. Es decir, el cambio institucional orientado
a elevar el valor del papel femenino, por ejemplo, considerando la crianza
de los niños como una profesión, y a cambiar las actitudes de los varones no
es suficiente. También las mujeres deben valorarse a sí mismas. Éste es un
importante objetivo de los grupos de concienciación formados por mujeres en
todo el mundo.
Con independencia de la reasignación de papeles a los géneros que se
produzca en el futuro, lo más importante es que se conceda igual respeto y
valor a ambos roles. En cierto modo, sostenemos que es probable que se
mantengan de alguna manera las asignaciones de roles diferentes a cada
género y que, en vez de eliminarlas, sería más provechoso procurar mejorar
la valoración del papel femenino. De modo parecido a como los negros pasaron
de hacer hincapié en la integración en la cultura blanca y en la asimilación
a ella a la proclamación de que lo negro es hermoso, esperamos que las
mujeres lleguen a creer que lo femenino es bueno. Como decía una sufragista
británica de principios de siglo:
Recuerda la dignidad de tu ser de mujer. No apeles, no ruegues, no te
arrastres. Ten valor, une tus manos, ven a nuestro lado. |
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