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EL
PERDÓN
De una u otra forma perdonar y ser perdonado forma parte de nuestras vidas.
Perdonamos a quien nos ha hecho algún daño y nos produjo sufrimiento, y nos
sentimos aliviados, cuando nos perdona alguien por haberle infligido algún
perjuicio.
La ira, el resentimiento, la aflicción, la amargura, el rencor y el
desengaño provocan estrés e impactan sobre la salud del ser humano. El
sentimiento de culpa también.
Cuando las personas recuerdan un episodio de desdicha o agravio aumenta la
presión arterial, el pulso y el tono muscular. Mientras que al perdonar o
sentirse perdonado, además de recuperarse los estándares normales de salud,
las personas se sienten calmadas y tranquilas.
Distintos autores han encontrado que después del perdón, personas que habían
padecido de dolores de espalda, nauseas, insomnio, pérdida de apetito,
dolores de cabeza, entre otros síntomas, dejaron de percibirlos.
Perdonar es sanarse, una cura tanto psicológica como físicamente, es hacer
las paces con uno mismo.
Desde un punto de vista espiritual, ser perdonado es vital para vivir en
"estado de gracia". El perdón representa echar a un lado los pensamientos
negativos que dañan nuestro cuerpo. Vivir con odio y sentimientos de
venganza nos hace crear una personalidad distinta a lo que somos, basada en
el dolor, la angustia y el desconsuelo. La espiritualidad más genuina nos
invita a vivir con amor, amabilidad, tolerancia, compasión y ponderación.
Los seres humanos no somos perfectos y tenemos dos opciones: O vivimos
asentados en los defectos, el rencor y los errores, o crecemos fundamentados
en los aciertos, el amor y el perdón. Nuestros padres poseen virtudes y
fallos. Si no perdonamos sus errores, no veremos sus bondades y nos
hallaremos frustrados frustrados. Igual será con nuestros hermanos,
parientes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo...
De igual manera, debemos perdonarnos a nosotros mismos. Muchas veces no
reconocemos nuestras propias faltas porque no sabemos perdonarnos. Pero en
el fondo, la culpa pasa a formar parte de nuestras vidas, afectando nuestro
comportamiento. Nos endurece y con ello podemos lastimar a los demás. En
ocasiones, puede sumirnos en tristeza y depresión. Perdonarnos a nosotros
mismos es aceptarnos como somos. Con los bueno y lo no tan bueno.
Para perdonar y perdonarnos debemos hacer un inventario del daño que nos
produjeron. Asimismo, revisar lo que hicimos que haya perjudicado a otras
personas.
Acéptate y perdónate, y luego perdona a quien te causó dolor. Piensa que al
igual que tú mismo, también esa persona merece una oportunidad. |
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