PREVENIR
RIESGOS EN LAS ADICCIONES: DESDE LA ABSTINENCIA HASTA LOS TRATAMIENTOS
SUSTITUTIVOS Y LA REDUCCIÓN DE DAÑOS
Se habla de prevenir
riesgos cuando realizamos cualquier acción encaminada a reducir la
probabilidad de que aparezcan daños asociados al consumo de drogas o al uso
compulsivo de algunas actividades (juego, ordenador, etc.). La prevención de
riesgos es un continuo. Sea cual sea la situación de una persona en relación
con el uso de drogas, siempre podremos actuar para reducir la probabilidad
de aparición de daños. Veamos algunos puntos de ese continuo:
Lo más seguro
Consumiendo drogas no
existe riesgo cero. Si queremos evitar con seguridad los problemas derivados
del consumo de drogas, lo mejor es abstenernos de consumirlas. La mayoría de
la gente lo hace en relación con las drogas que considera más peligrosas, el
problema es que no siempre la información que tenemos acerca de la
peligrosidad de las diferentes drogas es la correcta. Tener una buena
información sobre riesgos y daños asociados a todas y cada una de las drogas
disponibles en el mercado (legales o ilegales), es ya una cuestión de
supervivencia en esta sociedad compleja en la que vivimos. Pero aun buscando
esa información nos podemos encontrar con opiniones contradictorias. Hay que
tener en cuenta que incluso en la comunidad científica se dan algunos
desacuerdos en esta materia, debido a que la investigación aporta datos cada
vez más precisos y lo que hasta ayer se consideraba cierto, mañana se puede
poner en cuestión. Lo más sensato es buscar la información en los
profesionales especializados en la prevención y el tratamiento de las
drogodependencias (médicos, psicólogos y trabajadores sociales de los
servicios de atención a las drogodependencias), que nos explicarán con rigor
y sin juicios de valor añadidos los riesgos en general y de cada caso en
particular.
Responsabilidad frente a
los riesgos
La información es el
primer requisito para tomar una decisión acerca del consumo de drogas. A
partir de ahí cada uno debe ser consciente de los riesgos que asume y
consecuente con las complicaciones a corto o largo plazo que se puedan
derivar. Es obvio que esta capacidad de tomar decisiones sopesando pros y
contras y anticipando consecuencias futuras de nuestras acciones sólo se
adquiere con la edad, con el conocimiento y con la experiencia en asuntos de
la vida; por ello, también desde el punto de vista psicológico, los riesgos
asociados a los consumos de drogas en menores de edad son infinitamente más
graves que en personas adultas. Durante la adolescencia el aprendizaje de la
responsabilidad todavía se encuentra en pleno proceso y el consumo de drogas
puede suponer un frenazo y marcha atrás.
En el caso de una
persona adulta, conocedora de los riesgos que tiene el consumo de alcohol,
por ejemplo, puede optar por hacer un consumo responsable ajustando su
comportamiento de tal modo que la probabilidad de que ocurran daños o
aparezcan problemas serios relacionados con el beber sea mínima. Esta
persona beberá ocasionalmente, pequeñas cantidades acompañando a algún tipo
de alimento, procurará no mezclar tipos de bebidas diferentes, lo hará en
compañía de otras personas también prudentes con la bebida y con las que se
ha reunido para otros fines muy distintos que para consumir alcohol
(charlar, cenar, ver un partido de fútbol, etc.). Finalmente, dejará que el
coche lo conduzca la persona del grupo que no haya bebido, cuestión que ya
estaría prevista desde un principio.
En el caso de estar
tomando medicamentos que conllevan riesgo de adicción, como tranquilizantes
y somníferos o antidepresivos, el consumo responsable consiste en seguir
estrictamente las recomendaciones del médico, no saltarse nunca la pauta y
dejar la medicación cuando el facultativo lo recomiende, ni antes ni
después. Ni qué decir tiene que estos fármacos nunca deben tomarse por
nuestra cuenta; las recomendaciones de amigos o conocidos señalando la
«suavidad» de los efectos no son fiables en absoluto. Sólo un médico
especialista puede informarnos de los efectos beneficiosos del fármaco en
nuestro caso, y de los efectos secundarios y las reacciones adversas
también. El
consumo responsable y de bajo riesgo es posible practicarlo con sustancias
que han pasado todos los controles sanitarios necesarios, pero queda fuera
de nuestro alcance cuando se trata de sustancias adquiridas en el llamado
mercado negro. Cuando ingerimos drogas vendidas ilegalmente no tenernos
garantía de lo que estamos tomando y en qué cantidad. La mayor o menor
proporción del principio activo, otros componentes con los que «se rellena»,
diferentes concentraciones del alcaloide según la procedencia... demasiados
factores ajenos a nuestro control que aumentan considerablemente los riesgos
de reacciones adversas (sobredosis, alergias, crisis de ansiedad, psicosis,
etcétera) y de accidentes.
En ausencia de
reacciones adversas o efectos secundarios, la posibilidad de generar un
problema de adicción existe siempre que consumimos sustancias con efectos
psicoactivos.
Reducir el riesgo de
adicción no es fácil y, al menos, se deben guardar cinco reglas básicas:
• Baja frecuencia o consumos esporádicos y ocasionales: que los episodios de
consumo NO guarden entre sí una regularidad temporal (cada seis horas, cada
fin de semana, a primeros de mes...).
• Dosis bajas en cada
episodio de consumo (una o dos cañas, o una o dos copas de vino, o una copa
de licor, o un combinado).
• Evitar las sustancias
de alto potencial adictivo (nicotina, benzodiacepinas de vida corta,
cocaína, opiáceos, entre otras).
• No mezclar (tipos de
alcohol; alcohol y otras drogas; combinaciones de drogas).
• Conocerse bien: reconocer señales de exceso de consumo y parar a tiempo.
No pretender que las drogas hagan algo por ti que tú no puedas hacer por ti
mismo. Detectar carencias y seguir aprendiendo (afrontar la realidad,
controlar las emociones, cuidar nuestro bienestar y el de los que nos
rodean).
Las reglas son
igualmente válidas para las adicciones sin sustancias, con ligeros ajustes:
• Realizar la actividad (juego, compras, ordenador...) con baja frecuencia,
en ocasiones puntuales y sin regularidad temporal.
• Dosificar el tiempo
que invertimos en esa actividad y distribuir el resto del tiempo disponible
en practicar otras actividades.
• Evitar los ambientes y
las compañías que puedan incitarnos a hacer algo que no teníamos previsto o
a hacerlo de otro modo al que habíamos planificado.
• No realizar esas
actividades si hemos consumido algún tipo de droga. Hay que tener especial
cuidado con el alcohol y la cocaína que van a propiciar la pérdida de
control y el comportamiento compulsivo con mucha más probabilidad.
• El juego, las
relaciones sexuales, ir de compras, etcétera, son conductas vinculadas al
ocio y al placer. Las practicamos para disfrutar con otros y mejorar nuestro
bienestar. Cuando estas prácticas se convierten en un grave problema para
nosotros o para los que nos rodean, hemos alterado de alguna manera su
funcionalidad. Si están sirviendo para aliviar estados previos de ansiedad o
desánimo, lo mejor es plantearse una consulta profesional que nos ayude a
superar los malos momentos sin crear nuevos y casi siempre peores problemas.
Cuando no se supo evitar
Si se ha llegado a
generar una adicción se debe poner solución cuanto antes. Lo más complicado
es admitir que eso ha ocurrido. En este punto es necesario insistir en que
la adicción no es el único problema relacionado con el consumo de drogas, ni
siquiera es el más grave (frente a la intoxicación aguda si el resultado es
de muerte, o un accidente cerebral, o la psicosis, o un accidente mortal de
tráfico, por ejemplo). Por tanto, la primera señal de alarma con las drogas
tiene que saltar en cuanto empiezan a aparecer los problemas de tipo
personal y familiar que antes hemos mencionado. Ahora bien, puede que
nuestro consumo haya ido evolucionando en el tiempo sin demasiados problemas
añadidos (mala suerte), y un buen día nos encontremos atrapados por él. Toda
nuestra vida gira a su alrededor y nos damos cuenta de que hemos perdido
completamente el interés por el resto de las cosas y de las personas;
incluso las consecuencias sobre la salud, la economía o las condiciones de
vida, han dejado de importar frente a una posible nueva dosis. Y apreciarnos
que cada vez esa dosis hace menos efecto, que sólo sirve para quitar el
malestar enorme que sentimos, pero que, al mismo tiempo, nos hace sentir
culpables y miserables; no obtenemos placer del consumo, pero no podemos
prescindir de él. Si algo parecido a esto ha ocurrido, se debe acudir al
especialista. |