Hay
personas de las que decimos que en ellas predomina el pensamiento mágico o
pensamiento mágico-primitivo, porque creen que sus pensamientos, palabras o
acciones pueden o podrían de algún modo, provocar o prevenir un determinado
acontecimiento, a pesar de que dicha creencia se oponga a las leyes propias de
la lógica y de las relaciones causa-efecto. Por ejemplo, creer que si no pisamos
todas las baldosas de una calle nos ocurrirá una desgracia, puede entrar dentro
del pensamiento mágico, ya que no existe ninguna razón objetiva para creer esto
desde el punto de vista de la lógica, y no corresponde a las leyes normales de
relación causa-efecto.
Este tipo
de pensamiento, que por definición se opone al pensamiento lógico es más
frecuente entre los niños y en las personas pertenecientes a culturas
primitivas, o que tienen escaso nivel cultural. El pensamiento mágico es propio
de las personas con trastornos de tipo obsesivo-compulsivos. Estas personas
realizan una serie de rituales estereotipados para librarse de algunas ideas
extrañas que las asaltan de forma repetitiva e insistente a pesar de que ellas
mismas las consideran con poco fundamento o completamente absurdas (ideas
obsesivas). Los ritos que realizan son muy variados: repetición de jaculatorias,
lavados de manos, tocar objetos, dar vueltas o giros sobre objetos o sobre sí
mismas, etc. En cierto modo, éstos recuerdan a los de las personas
supersticiosas, pero tienen un carácter menos voluntario, ya que más que
obedecer a una creencia adquirida, responden a un impulso imperioso a realizar
el ritual, ya que si no lo hacen alcanzan grandes niveles de angustia (actos
compulsivos).
Las
personas con pensamiento mágico tienden a creer en supersticiones que
dependiendo de cada caso se encuadran en el marco de la brujería, magia negra,
parapsicología, etc. Generalmente son muy sugestionables por los demás y
vulnerables a la inducción de trastornos psicopatológicos por parte de otras
personas que los padecen (delirios colectivos, delirios inducidos, etc.). A
veces este pensamiento puede alcanzar proporciones delirantes o formar parte de
las ideas de referencia si el sujeto mantiene una irreductible convicción en
esas ideas absurdas a pesar de los argumentos y pruebas que los demás esgrimen
en contra. En casos graves de este tipo, hay que pensar que nos encontramos ante
un trastorno psicopatológico del tipo de la esquizofrenia, en la que el
pensamiento mágico se estructura en torno a la temática delirante propia de las
fases agudas de esta enfermedad.
También
en los trastornos histéricos se puede observar un cierto pensamiento mágico,
éste está presente en las denominadas personalidades histéricas o de conversión,
pero es especialmente manifiesto en las psicosis psicógenas o pseudopsicosis
histéricas en las que las personas que las padecen dicen encontrarse
endemoniadas, haber mantenido relaciones con el diablo, etc., constituyendo un
amplio campo de demonopatías, más frecuentes antiguamente que en la actualidad.