Reacción frente a un atraco
El ser
atracado en plena calle y a cualquier hora del día es una situación que
desgraciadamente se repite cada vez con más frecuencia. De por sí, un atraco
supone sufrir un susto más o menos grave, al que se añaden las pérdidas
materiales, daños físicos y finalmente las repercusiones psicológicas que pueden
aparecer.
Lo más
inmediato es un cuadro de pánico con excitación psicomotriz, temor y
abatimiento, que se supera al cabo de unas horas. Algún paciente puede referir
el origen de un cuadro depresivo al hecho de haber sido atracado en la calle;
generalmente esto no es del todo real y el atraco se convierte en el
justificante de una depresión que ya existía; en ocasiones es el desencadenante
en una persona predispuesta a padecer esta enfermedad.
El miedo
a ser asaltado de nuevo suele estar presente en todos los que han sufrido un
atraco, puede ser un temor normal y justificado o excesivo que llega a ser
patológico. Hay quienes tienen un miedo permanente al salir a la calle, en donde
permanecen en constante alerta, evitan salir solos o cuando ya ha anochecido,
dan mil rodeos para seguir rutas «no peligrosas», no se cruzan con «gente con
mala pinta»... Su conducta queda condicionada por ese temor y muchas veces se
afecta hasta tal punto que les impide hacer una vida normal quedando
condicionados por la compañía, las horas o las calles. Cuando la persona que ha
sufrido el atraco no supera este trauma, éste puede enraizarse y convertirse en
fuente de fobias y obsesiones. El por qué unas personas superan eficazmente el
atraco y otras sufren repercusiones psicológicas depende de la situación general
y consecuencias inmediatas del hecho, de la personalidad y el ambiente que haga
posible o no un nuevo atraco.
El miedo
que el afectado siente por sí mismo puede trasladarse a los demás y vivir en un
sobresalto permanente cuando cualquiera no llega a casa a la hora que se le
espera. Madre, padre o hermanos sufren una angustia casi permanente por los
otros que se llegan a sentir oprimidos por ese requerimiento constante de decir
dónde están y a dónde van.