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SUEGRA Y NUERA: RELACIONES COMPLEJAS
Las
relaciones entre suegra y nuera no son siempre fáciles. En ellas se mezclan
sentimientos encontrados vividos de forma intensa y que, además, giran siempre
alrededor de un único personaje, el hijo-marido, que debe actuar como mediador
entre ambas.
Pocos personajes hay tan denostados e impopulares como la suegra en el acervo
popular. Alrededor de ella se han ideado mil y un chistes en los que el elemento
jocoso roza con frecuencia el mal gusto. La mayoría de ellos reserva el papel de
protagonista a la suegra de él, a la que se atribuye el rol de metomentodo: una
mujer que opina y dispone sin que nadie se lo pida, una especie de mamá pulpo
que pretende trasladar a la familia de su hija las normas y directrices con las
que guió a su propia familia. Sobre la madre de él, las chanzas son
infinitamente menores en número, y ello sin razón aparente ya que las relaciones
entre nuera y suegra son en muchas ocasiones bastante más complejas que las de
ésta con su yerno. En ellas se mezclan ingredientes diversos, que van desde el
cariño y la complicidad a la rivalidad y los celos.
Compartir al hijo
Son unas relaciones en las que cabe todo tipo de sentimientos, vividos con gran
intensidad. La explicación puede encontrarse en el hecho de que «en la familia,
quien está emocionalmente más presente con los hijos es la madre». Y a muchas
les resulta difícil compartir al hijo al que han cuidado y educado durante más
de veinte años. Entre madre e hijo se da una relación de sobreprotección que no
se da con las hijas. Existe un vínculo que excluye a otras personas, sobre todo
a mujeres.
Así las cosas, las relaciones entre suegra y nuera se desenvuelven siempre en un
difícil equilibrio y alrededor de un único personaje: el hijo-marido. Para él,
la primera imagen de la mujer es la de su madre, mientras que su esposa es la
primera mujer en su vida. Las dos tienen una importancia capital en su
existencia; a las dos le une un vínculo especial que inevitablemente influye en
las relaciones entre suegra y nuera.
Inevitable distanciamiento
Se trata de un triángulo en el que cada cual ha de aprender a asumir su rol. Del
mismo modo que la nuera no debe ver la relación del marido con su madre como
algo amenazante, ésta habrá de renunciar a la familiaridad que tenía con su hijo
cuando vivía con ella. En el momento en que el hijo constituye su propia
familia, la madre tendrá que asumir que se inicia una nueva etapa en su relación
con él. El distanciamiento es inevitable porque el hijo no tendrá ni el tiempo
ni las energías para dedicar a su madre la atención que antes le dispensaba.
Evidentemente, se trata de una pérdida, que puede tener su lado positivo, porque
bien llevada puede suponer ganar una buena relación con su nuera y sus nietos.
Dependencia emocional
A veces la renuncia no es tan fácil. Hay madres posesivas en extremo que han
desarrollado con sus hijos una relación que puede llegar incluso a ser
agobiante. Es frecuente en aquellas que se han quedado viudas jóvenes y han
volcado toda su existencia en la educación y el cuidado de sus hijos. Cuando
éstos son mayores, buscan en ellos, más que mero apoyo, un sustituto del marido
que les ha faltado. Por eso, en el momento en que los hijos se van de casa no
encuentran el modo de llenar el vacío que dejan detrás. Pero no siempre está la
viudedad de por medio. Hay casos de parejas en las que las injerencias las
protagoniza una suegra con sus propios problemas conyugales: Son mujeres que
tienen una dependencia emocional de sus hijos debido a sus problemas de pareja;
que han buscado aliados en los hijos y, cuando éstos se van, les cuesta
muchísimo quedarse solas, sin su complicidad.
Difícil convivencia
La suegra de Esther responde a este prototipo. Pese a ello, las relaciones entre
ambas siempre fueron cordiales... hasta que nació el primer nieto y la abuela
hubo de dedicarse a su cuidado al reincorporarse la joven madre al trabajo. «Fue
un error», sentencia Esther. «La convivencia era poco menos que imposible: yo no
soportaba que mi suegra pusiera constantemente en duda mi capacidad para criar a
mi hijo. Lo que valía era su experiencia y nada más. Era como si mi hijo
estuviera bien solo cuando estaba con ella. Es verdad que me hizo un gran favor,
pero tuve que pagar un alto precio: si le llevaba la contraria, se enfadaba;
callarme suponía tener que aceptar cosas con las yo no estaba de acuerdo...», se
lamenta. «Mientras tanto –continúa–, mi marido se sentía entre la espada y la
pared... hasta que un día, con buenas palabras, le dijimos que había llegado la
hora de que el niño fuera a la guardería. No se lo tomó muy bien, pero creo que
fue la mejor solución para todos, porque por un momento temí que aquella
situación pusiera fin a mi matrimonio».
Los temores de Esther no eran infundados. A la consulta de los mediadores
familiares llegan más de una pareja decidida a separarse debido a que a la
esposa se le hizo insufrible la convivencia con sus suegros y no se sentía
apoyada por su marido. No hay estadísticas al respecto, pero sí datos que
indican que las relaciones con las familias respectivas son la causa más
frecuente de discusión entre las parejas jóvenes.
El espacio de la pareja
En cualquier caso, cuando una familia política plantea problemas en un
matrimonio, en la mayoría de los casos se debe a que los cónyuges no han llegado
a un acuerdo sobre los límites en que deben desarrollarse las relaciones con la
parentela. Hay un espacio que debe ser exclusivo de la pareja y sus miembros
deben decidir cómo de grande quieren que sea. Cuando nace un nieto es normal que
los abuelos interfieran más y suelen hacerse más evidentes los problemas, que es
muy posible que vengan de mucho más atrás debido a que la pareja no ha sabido
negociar los límites del entrometimiento de sus respectivas familias.
En el caso de las relaciones entre suegra y nuera, el papel del hijo-marido es
determinante. A él corresponde, en primer lugar, poner los límites y mediar
entre ambas para que las relaciones de éstas sean óptimas. Por eso, los hijos
que no han logrado separarse emocionalmente de su madre plantean serios
problemas. Pueden llegar a pretender que su esposa quiera a su madre de la misma
forma que él, y eso no es siempre posible, porque una nuera no es una hija.
Entre ella y su suegra cabe el afecto, la cordialidad, el cariño, pero el amor
filial no es un sentimiento obligatorio.
Algunas quejas de las nueras sobre las suegras.
1. «Mi suegra aparece siempre sin avisar».
Es un comportamiento que denota problemas para mantener los límites, tan
necesarios para una buena convivencia. Sin duda, una suegra con esa actitud
tiene dificultades para separarse de su hijo o hija. La mejor solución es
establecer –del modo más amable posible– pautas para las visitas. La relación
puede ser mucho más fluida si se establece la norma mutua de telefonear antes de
visitar y de marcar días específicos para ello.
2. «Mi suegra quiere saber el precio de todo lo que compro (incluso del papel
higiénico)».
La curiosidad llevada al extremo conlleva un deseo de control de la vida del
hijo o hija que, en cierto modo, puede ayudar a paliar el dolor del alejamiento,
pero supone una intromisión inadecuada e inoportuna. Por supuesto, la nuera no
tiene por qué responder a preguntas acerca de la gestión de su casa, si ello no
afecta a la vida de la suegra, y ésta no debe molestarse por ello.
3. «Mi suegra me dice enseguida que le pase a su hijo (o hija) cuando respondo
al teléfono».
Este tipo de actitud puede indicar tanto falta de tacto por parte de la suegra
como temor de que no cuenta con el aprecio de su nuera o yerno y que éstos no
desean hablar con ella. Independientemente de lo profundo de la relación
afectiva, en las familias deberían funcionar las mismas reglas que en las
relaciones sociales y no parece muy adecuado preguntar rápidamente por otra
persona, sin interesarse por la que ha respondido al teléfono.
4. «Mi suegra hace preguntas sobre mí a mis hijos».
Es un comportamiento poco digno, innecesario e imprudente... pero muy común.
Sobre todo, es una falta de delicadeza para con los niños, a los que se pone en
una situación muy comprometida. Si realmente hay algo que preocupa sinceramente
a una suegra, lo mejor es que pregunte directa y amablemente a los hijos. En
cuanto al yerno y la nuera, lo mejor es que aclaren la situación, expresando
que, como padres, están en contra de que se involucre a los niños en ese tipo de
cuestiones. Desde luego, es necesaria mucha diplomacia.
5. «Mi suegra comenta por ahí nuestras discusiones de pareja».
Es una situación poco afortunada que puede deteriorar seriamente la relación no
solo entre suegra e hijo/a político, sino con el propio hijo o hija. Para no
caer en la tentación, las suegras deberían tener siempre en cuenta su prioridad:
mantener una buena relación afectiva con su hijo y comprender que ello incluye
siempre a su cónyuge. Una nuera o yerno pueden solucionar la situación yendo
directamente al grano: «Estoy muy interesada/o en mantener una excelente
relación contigo, y eres una persona muy importante en nuestra vida, pero es muy
importante que nuestras discusiones se mantengan en el plano privado».
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