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SIMPATÍA, EMPATÍA Y
ANTIPATÍA
La simpatía consiste, por una parte, en el hecho de compartir los
sentimientos del otro, de experimentar con él/ella penas y alegrías, y, por
otra, la inclinación, la atracción hacia el otro. La empatía es la facultad
de ponerse en el lugar del otro. La antipatía, ya se sabe: es todo lo
contrario a la simpatía.
Está demostrado que la gente tiende a elegir por amigos a personas que,
¡curiosamente!, consideran que les eligen "a ellos". En otras palabras: nos
gustan aquellas personas que parecen mirarnos con buenos ojos. ¡Éstos son
los que nos caen bien!
Lo penoso son los chicos que no pueden sintonizar con otros de su edad, y
andan solitarios, dando tumbos de un lado a otro. Se ha comprobado que
aquellos que tienen problemas con su grupo de iguales en etapas tempranas de
la vida, suelen pasar por dificultades serias durante la adolescencia y la
edad adulta. ¡Al tanto, pues, maestros, monitores y educadores en general:
no permitáis grupos excluyentes y niños marginados!
La amistad tiene una función primordialmente en la integración en la
sociedad. Dentro del aprendizaje social de las relaciones con los demás, la
amistad juvenil permite que se tome conciencia de la realidad del otro, se
formen actitudes sociales y se tenga experiencia de las relaciones
interpersonales. En definitiva, las relaciones con los iguales son de una
importancia vital porque proporcionan la oportunidad de aprender cómo actuar
con los demás, controlar la propia conducta social, desarrollar habilidades
e intereses adecuados a la edad de cada uno, y compartir sentimientos y
actitudes similares. La oportunidad de revelar la propia personalidad, la
sensación de confianza y el sentimiento de poseer algo único y exclusivo,
también proporcionan aquella intimidad que convierte la amistad en algo tan
importante. Su ausencia, como en el caso del adolescente sin amigos hace que
el mundo se transforme en un lugar frío e inhóspito.
En la escuela, en una clase normal, uno de cada cinco jóvenes,
aproximadamente, es un sujeto aislado. Cuando se trata de formar equipos de
trabajo nadie cuenta con él. Tampoco le elige como amigo ninguno de sus
compañeros de clase... Aquí es donde el profesorado tiene que demostrar su
sagacidad, movilizando los grupitos y camarillas del aula para dar cabida e
integrar a los alumnos aislados. Mientras, en el otro extremo, están los
miembros populares, elegidos por muchos de sus compañeros. Son los
simpáticos por excelencia.
Llegados a este punto de las preferencias y antipatías en los grupos de
adolescentes, es importante distinguir entre la popularidad -el atractivo
general que se despierta en los demás- y la capacidad real de entablar
amistades. Así, resulta que los chicos populares pueden tener muchos
admiradores pero pocos amigos efectivos. Ser objeto de admiración para
muchos quizá tienda a aislar a una persona, impidiéndole establecer
relaciones más íntimas con los demás, sobre todo si las cualidades o los
logros que provocan la popularidad suscitan la envidia de aquellos que
carecen de tales dones (y aquí tendrían cabida los "odiosos" alumnos
brillantes y superdotados).
Los jóvenes que son aceptados por sus iguales acostumbran a reunir una serie
de condiciones:
1) Demuestran sensibilidad, capacidad de respuesta y generosidad; ayudan a
los demás y conceden atención y afecto a sus compañeros.
2) Son confiados en sus contactos sociales, y se muestran activos y
cordiales (tienen una correcta autoimagen).
3) Ven las cosas desde el punto de vista del otro joven (practican, así, la
empatia).
4) Son eficaces en la solución de los dilemas cotidianos que impliquen
relaciones interpersonales.
5) Hacen que los demás se sientan aceptados y participativos, promoviendo y
proyectando en grupo actividades divertidas.
6) Manifiestan abundantes actividades empáticas, como la capacidad de
controlar su propia conducta teniendo en cuenta el efecto que produce o
podría producir sobre los demás. |
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