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El síndrome de la
"abeja reina"
Se ha documentado un fenómeno muy interesante, característico de algunas
profesionales que han logrado grandes éxitos: el síndrome de la "abeja
reina". Algunas mujeres antifeministas presentan las características típicas
de las personas que se oponen al cambio social: son conservadoras en
política, religiosas, menos educadas y mayores. Sin embargo, hay otro grupo
de mujeres antifeministas (las "abejas reinas"), cuyas características son
muy diferentes: son profesionales de éxito en un mundo masculino.
Constituyen el azote del movimiento feminista, mujeres que tratan de
mantener la postración de las demás, aunque estén en condiciones de hacer
avanzar la causa femenina.
La "abeja reina" se opone a la idea feminista de que el origen de los
problemas de la mujer es externo, la consecuencia de la discriminación
política y económica. Cree, en cambio, que el sistema es abierto y justo y
que el éxito del individuo se basa en sus propios méritos. Si ella puede
hacerlo, las demás también. Las mujeres que no lo hacen sólo pueden culparse
a sí mismas. Al estar convencidas de los determinantes individuales del
éxito, también se oponen a las estrategias colectivas del movimiento de la
mujer para realizar el cambio social.
Por regla general, la "abeja reina" es también una "supermadre", logrando el
éxito no sólo en su carrera, sino también en el tradicional papel femenino
de esposa y madre. Su dedicación a estas virtudes tradicionales es tan
fuerte que parece casi defensiva. En comparación con un grupo de mujeres
tradicionales y con otro grupo de feministas, es más probable que la "abeja
reina" sostenga que el trabajo de su marido tiene prioridad sobre el suyo y
a aceptar que los hijos de madres trabajadoras tienden a ser inadaptados.
Este sorprendente fenómeno tiene varias explicaciones posibles. En primer
lugar, la "abeja reina" ha sido elegida por el sistema. Los primeros
miembros de las minorías admitidos por las organizaciones suelen ser
elegidos por éstas. El sistema tolera con la mayor facilidad a los
contramilitantes y recompensa a estas pocas "muestras" para que no dinamiten
el barco. En realidad, su éxito puede estar condicionado a su
contramilitancia. La categoría y la aceptación de la "abeja reina" pueden
ser precarias, dependiendo de que no adopten una postura militante. En
segundo lugar, el antifeminismo de la "abeja reina" es un medio para evitar
la competencia. El hecho de ser la única mujer de éxito de su alrededor
puede constituir una gran satisfacción. Las mujeres más jóvenes, nuevas, que
ingresan en el escalafón pueden acabar con su categoría especial y única.
Además, es posible que la "abeja reina" haya tenido que superar muchos
obstáculos para alcanzar su posición y, en consecuencia, no soporte que
otras mujeres consigan ascender sin pasar por los ritos de iniciación. Por
eso, no es raro que tenga poco interés en promover el ingreso de mujeres en
su profesión y trate, incluso, de que no accedan a ella. Por último, la
"abeja reina" recibe muchas recompensas del sistema. Se la alaba por ser tan
femenina, aunque piense como un hombre. Las recompensas provienen de su
solidaridad con los hombres y no con las mujeres. El statu quo le resulta
cómodo y no es concebible que muestre animosidad contra un sistema que la
recompensa tanto.
En el contexto de la psicología de la mujer, el síndrome de la "abeja reina"
es desolador, aunque no demasiado sorprendente. No cabe duda de que, al
menos en parte, guarda relación con el doble vínculo de la feminidad y el
éxito. La "abeja reina" ha descubierto un medio de acabar con el doble
vínculo, aunque quizá su solución no lo resuelva en absoluto. Es posible que
la incidencia de este síndrome esté disminuyendo y no es muy corriente que
surja desde el principio. Nosotros esperamos que, a medida que las mujeres
se vayan comprendiendo mejor a sí mismas, evitarán estos síndromes. |
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