La
tartamudez
La
tartamudez, también llamada técnicamente disfemia, es una alteración del
lenguaje que consiste en la repetición de un mismo sonido, sílaba o palabra a lo
largo de algunos momentos de la conversación, o bien, en un bloqueo que impide
pronunciar una palabra durante un plazo de tiempo más o menos prolongado.
Repeticiones y bloqueos se pueden producir de forma aislada según los tipos de
tartamudez, pero lo más frecuente es que ambos problemas se den de forma
simultánea. Generalmente hay pronunciaciones o sílabas que resultan más
difíciles de vocalizar. Los bloqueos suelen suceder al iniciar la conversación,
o al comenzar una nueva frase.
Este
trastorno del lenguaje es muy frecuente, ya que afecta aproximadamente a uno de
cada cien habitantes, la mayoría de los cuales son varones, en una proporción de
unos cuatro hombres por cada mujer. Entre los niños comprendidos dentro de la
edad escolar es todavía más frecuente, y hay estudios que hablan de incidencias
del cinco e incluso del ocho por ciento. En realidad es absolutamente normal que
los niños tengan una cierta tartamudez desde que dicen sus primeras palabras
hasta que llegan a la edad de cuatro o cinco años. Si los padres se burlan de
ellos o los intentan corregir con cierta insistencia es cuando puede surgir el
verdadero problema; es decir, de este modo se puede originar una tartamudez que
no desaparece con la edad, sino que se hace más intensa y crónica. Pero no
siempre es éste el origen de la tartamudez. Realmente su origen no está todavía
bien perfilado.
Se ha
comprobado que es un problema más común dentro de ciertas familias, por lo que
algunos han apuntado la posibilidad de que tuviese carácter hereditario. También
se ha podido observar que los niños tartamudos tienen, con más frecuencia que
los otros, problemas afectivos o conflictos dentro del ámbito familiar o
escolar, por lo que muchos atribuyen al trastorno un origen psicógeno. Entre los
adultos, la tartamudez se da más entre los neuróticos y las personas con un
desarrollo anómalo de la personalidad.
Lo que
está claro es que todas las situaciones caracterizadas por alta tensión
emocional o ansiedad agravan el problema. Los síntomas se agravan, por ejemplo,
al dirigirse a un desconocido, en las reuniones sociales, al hablar en público,
etcétera, por lo que muchas veces se añade un problema de retraimiento, soledad,
incomunicación por rechazo de las relaciones sociales y escolares, y disminución
del rendimiento escolar o incluso un auténtico fracaso escolar, sin que, por
otra parte se haya demostrado que estos niños tengan un cociente intelectual
inferior al de los demás.
Los
tartamudos también se pueden ir convirtiendo en personas bastante recelosas, ya
que a partir de humillaciones sufridas en la infancia debido a burlas de sus
compañeros, pueden pensar que los demás se ríen de ellos cuando hablan. Cuando
la sintomatología es grave, algunos incluso se niegan a hablar por teléfono, ya
que sufren pensando que otra persona se ríe de ellos detrás del auricular. Si la
tartamudez no era consecuencia de un trastorno neurótico o de una anomalía de la
personalidad, éstos surgen, entonces, como consecuencia de todos estos factores
relacionales y sociales.
El
tratamiento de la tartamudez o disfemia debe ser lo más precoz posible. En
primer lugar se debe evitar llamar la atención al niño pequeño sobre este
problema. Si es él quien está preocupado se le debe tranquilizar, quitar
importancia a la cuestión y aconsejarle que hable más despacio. También hay que
procurar que no esté sometido a situaciones de estrés, ya que suelen agravar
notablemente la sintomatología. Otras veces, la tartamudez desaparece al mejorar
un ambiente familiar o escolar muy conflictivo. Los ejercicios de vocalización,
de lectura en voz alta, de relajación pulmonar junto con técnicas
psicoterapéuticas destinadas a corregir los posibles trastornos relacionados con
la personalidad y la relación social pueden solucionar este problema.