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CUANDO EL MUCHACHO "NO
DA PARA MÁS"
“No da para más”, no sirve para cursar estudios universitarios u oficios
altamente tecnificados. Pero sí puede “dar para más”, si sabemos ubicarlo en
el oficio o el trabajo más acorde con sus posibilidades. Veamos algunas
situaciones específicas.
Es el caso, por ejemplo, de un muchacho con aptitudes limitadas, que no
alcanza las medias pedagógicas establecidas en el aula de la escuela
ordinaria. Su comportamiento y la aceptación de sí mismo es correcta, aunque
sufre por su futuro. Es conformista y está dispuesto a hacer aquello que le
manden los adultos. Siempre estamos a tiempo de cambiarlo de escuela, de
inscribirlo en otra en que las exigencias sean menores. También, si el joven
tiene habilidades mecánico-manipulativas, podría tener éxito en una
formación profesional que no implicara grandes esfuerzos de aprendizaje.
Otro caso sería, por ejemplo, el del adolescente en el límite de la
normalidad intelectual, “quemado” psicológicamente y con capacidad
suficiente para ser consciente de sus limitaciones. Su buena fe y sumisión
favorece que los profesores lo acepten y toleren en el aula ordinaria ya que
su comportamiento no es perturbador. Se relaciona más con compañeros de
menor edad que con los de su propio grupo. ¿Qué vamos a hacer con este
joven?, ¿para qué tipo de trabajo servirá?, ¿encontrará empleo en esta
ciudad?, ¿sería conveniente trasladarse a un pueblo o vivir en el campo?,
son preguntas que los padres y educadores se hacen, a veces con cierta
angustia. En estos casos, es aconsejable discernir lo justo y puntual en
cada momento preciso de la evolución del adolescente: todo ser es cambiante
en la carrera de la vida y mucho más en la juventud. Es decir, puede haber
sorpresas y “despegues” más adelante. Pero, por el momento, habrá que buscar
soluciones. Por ejemplo (para España): continuar la Enseñanza Secundaria
Obligatoria (ESO) hasta los 16 años; repetir algún curso; pasar a partir de
los 16 años a los cursos de Fondo de Garantía Social (FGS) para jóvenes que
no aprueban la ESO y no pueden acceder a Formación Profesional Media, cursos
con poca teoría y mucha práctica sobre un oficio concreto; acudir al Plan de
Transición al Trabajo (PTT), donde se compaginan educación compensatoria y
cultura general, impulsando métodos de búsqueda de empleo; buscar talleres
de oficios (fontanería, carpintería, albañilería, costura, peluquería, etc.)
organizados por los ayuntamientos de las poblaciones, etc.
Queda por último el caso del joven deficiente psíquico, con un coeficiente
intelectual bajo, muy por debajo de la normalidad, y poco o nada consciente
de sus limitaciones. En este caso son los padres y la escuela los que deben
construir su orientación profesional, con oficios y estudios repetitivos y
mecanizados, enseñanza personalizada, educación especializada, talleres
protegidos, etc.
Capítulo aparte serían los casos de jóvenes que presentan importantes
trastornos emocionales y de comportamiento, con alteraciones de la
personalidad, cuya inteligencia no está deteriorada e incluso, en algunos
casos, es superior, pero son incapaces de mantener una constancia en
estudios, trabajo y amistades. Muchos padres y maestros, cansados de
intentar motivar a estos adolescentes, optan por dejarles de lado y
abandonarlos a su suerte. Estos jóvenes se pasan el día en casa,
levantándose de la cama al mediodía para comer, encerrados en su cuarto
escuchando música, “tirados” por los sofás, sin hablar con los padres, etc.
¿Qué hacer con ellos? Precisan, de entrada, una ayuda psiquiátrica con apoyo
terapéutico (farmacológico, terapia familiar y/o personalizada, técnicas de
motivación, etc.), buscando al mismo tiempo actividades u oficios
semilúdicos (fotografía, pintura, bordados, etc.), que aunque no estén
acordes con sus posibilidades intelectuales (potencialmente normales o
superiores), hagan salir al joven de la situación de marasmo o vagancia en
que se encuentra. |
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