EL
CONCEPTO DE SALUD
Las
definiciones de salud han marcado el modo de abordarla y el papel que los
aspectos psicológicos cumplen en su dinámica. Las acepciones que los científicos
han tratado de elaborar para atrapar el concepto de la misma se han movido desde
lo simple a lo complejo, en cuanto al número de variables o componentes que
entran en juego y de posturas «ideales» (tan poco alcanzables como faltas de
aplicabilidad directa, como la de la propia OMS de 1946), a otras
pretendidamente más pragmáticas («la salud implica sentirse bien, tanto consigo
mismo como en las relaciones con el entorno social y ambiental», Buela-Casal y
Carrobles, 1996), pero con dificultades de traducción objetiva de muchas de
ellas.
Un
aspecto importante sobre el concepto de salud es el que tiene que ver, no con la
aproximación científica a la misma en un afán por acotar de modo preciso un
ámbito de trabajo y estudio, sino aquello que las personas no expertas, la gente
de la calle, piensan que es la salud o tener salud.
Este tipo
de trabajos sobre lo que se ha dado en llamar las concepciones legas de salud
aportan datos interesantes de cómo el concepto personal que cada uno de nosotros
tenemos sobre lo que es la salud (estar sano o tener salud) determina en gran
medida lo que hacemos con ella y cómo nos enfrentamos con la enfermedad, los
tratamientos, el dolor, etcétera.
La
influencia de todas estas aproximaciones conceptuales a la salud ha ido
generando interés por algunos aspectos de los que en ellas se recogen,
interpretados, a veces, como consecuencias del estado de salud desde la
autopercepción del propio sujeto. Así, se usan términos como bienestar, calidad
de vida o felicidad, que no son estrictamente sinónimos de salud. A pesar de la
proliferación de su uso y estudios en torno a ellos, son conceptos difíciles de
acotar y marcadamente subjetivos. No obstante, se están convirtiendo en guía
para el desarrollo de intervenciones, no sólo psicológicas, en el ámbito de la
salud y la enfermedad. En muchas de ellas, de modo específico, se marca como
objetivo principal la modificación de los niveles subjetivos de tales aspectos
(hacia cotas positivas), en el marco de una acción multidisciplinar, donde el
abordaje psicológico adquiere un papel relevante. En esta línea, se han llegado
a acuñar términos como el de «calidad de muerte», en referencia a la atención
del enfermo en fase terminal —en el marco de lo que actualmente se denominan
cuidados paliativos—, donde la aproximación psicológica persigue de modo
prioritario minimizar el sufrimiento y el malestar en el afrontamiento de la
muerte.